Una temporada más, el Baskonia figurará entre el selecto grupo de elegidos en el Top 8 y peleará por el sueño de disputar en casa la Final a Cuatro de la Euroliga. Es la principal lectura y el gran titular que se puede extraer de una noche que, eso sí, dejó un regusto amargo por el hundimiento final de los vitorianos en Moscú tras dominar de cabo a rabo durante los tres primeros cuartos al CSKA. El equipo de Perasovic cedió ante el gigante ruso, pero la remontada del Anadolu Efes ante el Armani Milan certificó el billete matemático para los cruces de la máxima competición. Es decir, Ataman, Larkin, Pleiss y compañía devolvieron al Kirolbet lo que le arrebataron la semana pasada en el Buesa Arena, por lo que el maratoniano azulgrana ha incrustado su silueta un año más junto a los grandes transatlánticos del Viejo Continente.
El último obstáculo para acceder a la sexta Final Four la historia será el propio CSKA después de que la jornada de ayer jueves despejase, en contra de lo esperado, todas las interrogantes sobre la identidad de los tres últimos clasificados y configurase las cuatro eliminatorias de las que saldrán los cuatro aspirantes al reinado continental. El Panathinaikos cumplió el pronóstico ante el Buducnost y con ello relegó al Baskonia a la séptima posición. A última hora de la noche, el Zalgiris protagonizó la gran machada en el WiZink Center obteniendo el último billete para el Top 8.
Más allá de celebrar el indudable éxito que supone volver a codearse con los mejores, esta vez tras sobreponerse a una epidemia de percances físicos, el Baskonia alberga motivos para la reflexión y la autocrítica. Ayer se le escurrió de las manos una victoria que saboreó durante muchos minutos. Tres cuartos de dominio diáfano en el juego y marcador resultaron insuficientes ante el CSKA, que metió una marcha más en el epílogo para tirar por la borda las esperanzas alavesas de acceder al Top 8 por la puerta grande. Fue un pequeño bajonazo lo vivido en el Megasport Arena, donde errores propios, el progresivo cansancio, el talento desbordante de Will Clyburn y también un arbitraje de lo más sibilino que fue cargando de faltas a los principales baluartes del engranaje azulgrana certificaron una nueva decepción en Moscú. Se trata de una plaza inabordable desde tiempos inmemoriales y, tras evaporarse ayer una ocasión inmejorable, a este paso tiene visos de seguir siéndolo durante mucho tiempo.
al son de huertas El Baskonia, maltratado desde el salto inicial sin piedad por un criterio arbitral sumamente sospechoso que se cebó especialmente con sus dos bases y sus dos torres interiores -todos ellos casi al borde de la eliminación desde el final del segundo cuarto- fue cocido a fuego lento por un rival mucho más profundo, estable y certero en el momento de la verdad. Con tres solitarias canastas en juego en el último cuarto, dos a cargo de Voigtmann y otra de Hilliard, resultó imposible culminar el inmejorable trabajo de los minutos anteriores. La falta de frescura, el apagón generalizado en ataque, el estropicio causado por Hackett al postear continuamente a Vildoza o Huertas y los proyectiles de Clyburn arruinaron una vez más el objetivo de vengar las numerosas afrentas del pasado en la capital rusa.
En un segundo plano quedó el estelar papel de Marcelinho, principal responsable de la supremacía baskonista durante muchos minutos gracias a la puntería exterior y los réditos obtenidos con el pick and roll central. La tercera falta del brasileño al final del segundo cuarto representó un duro golpe, pero el Kirolbet se rehizo y acentuó su dominio en el tercer cuarto (55-66). El CSKA tan solo resistió las acometidas azulgranas gracias al tiro libre. El desigual criterio arbitral para sancionar los contactos en ambas canastas perjudicó notablemente al Baskonia, que volvió a sufrir en sus carnes los ya bautizados como elementos externos en Moscú.
El vitoriano volvió a ser un bloque reconocible que no se amilanó nunca ante un anfitrión empeñado en dar todas las facilidades del mundo con sus numerosas pérdidas, los incesantes errores desde el tiro libre y la escasa clarividencia en ataque. Sin embargo, el CSKA terminó resurgiendo de sus cenizas gracias a su ilimitado abanico de recursos. Ni el Chacho ni De Colo fueron verdugos, pero Itoudis agradeció el providencial despertar de Clyburn y Hackett. Los últimos ataques fueron un continuo quiero y no puedo de un Baskonia que incluso llegó a consumir algunas posesiones sin lanzar a canasta. Por entonces, ya era un grupo exprimido y sin aliento al que el partido se le hizo excesivamente largo. Una película que se repite en exceso en los últimos tiempos en Moscú, donde volverá en breve.
Parálisis letal. Tras un generoso esfuerzo durante los tres primeros cuartos, el Baskonia careció de chispa en el epílogo y tiró por la borda su gran trabajo en ambas canastas. El aro ruso se le hizo pequeño y, para colmo de males, su defensa perdió bastantes dosis de contundencia con varios jugadores incapaces de oponer una férrea oposición al estar al borde de la eliminación por culpa de un arbitraje casero.
Sin antídotos ante Clyburn y Hackett. El versátil ‘tres-cuatro’ americano y el fornido base italiano resultaron letales en cuanto el cansancio se apoderó del Kirolbet. El primero firmó triples providenciales para levantar el ánimo del CSKA, mientras que el segundo se dedicó a postear continuamente tanto a Vildoza como Huertas gracias a su fortaleza física.
El gran nivel ofrecido por el Baskonia se justificó, en parte, por el dominio del brasileño al frente del timón. Sus triples y los réditos del ‘pick and roll’ hicieron mucho daño al CSKA.
PERASOVIC
Artífice del éxito. Cogió a finales del año pasado un equipo prácticamente muerto que daba tumbos y le ha conducido hacia el ‘Top 8’ en las más adversas circunstancias con una rotación escasa. El técnico croata relegó ayer al anonimato a Jones y se olvidó durante casi todo el último cuarto de Marcelinho, el jugador que edificó el dominio alavés durante los tres primeros cuartos.