Duro, muy duro. Terrible, para ser más exactos. El final más cruel para un maratoniano azulgrana corto de efectivos pero con un corazón que no entra en el pecho y que se quedó a las puertas de una de las victorias más conmovedoras que se recuerdan en la historia reciente de la Euroliga. Costará digerir durante mucho tiempo ese triple de Papanikolau y, sobre todo, la lamentable decisión de no cometer una falta previa a ese puñal. El misil del griego tuvo una mezcla de temeridad y fortuna, pero el alero griego nunca debió armar el brazo desde el 6,75. Cuando el Baskonia, grandioso en todas las facetas, saboreaba un triunfo de oro y estaba a punto de conquistar un territorio comanche como El Pireo, se pegó de repente un tiro en el pie con un error de principiante que se interioriza en cualquier cursillo de iniciación al baloncesto.

Tras remar lo que no está en los escritos y gracias al instinto asesino de un incomensurable Vildoza, el Kirolbet alcanzó los 13 segundos finales con un esperanzador 77-80 a su favor. El balón correspondió al Olympiacos, que se permitió el lujo de subir el balón por medio de Williams-Goss y dispuso de un tiro a la desesperada por parte de Papanikolau sin que ningún defensor de Perasovic cometiese falta. El veterano alero griego se sacó un conejo de la chistera con un afortunado triple contra tablero que dio paso a la prórroga que nunca debió jugarse. Fue un misil directo al corazón de un Baskonia golpeado en el plano anímico y completamente desfondado que en el tiempo suplementario -abierto para más inri con otro asombroso acierto del ex jugador del Barcelona desde el 6,75- no existió.

Víctima de un error garrafal y huérfano de Poirier eliminado por las prematura cinco faltas, la tropa alavesa tiró a la basura sus incontables méritos. Su titánico esfuerzo acabó sin recompensa tras cuarenta minutos en los que forjó un dominio espectacular con la sabiduría de Huertas al frente del timón, la pegada de Vildoza en los minutos finales y el dominio del francés bajo los aros. Sin embargo, este Olympiacos tiene más vidas que un gato y nunca conviene darle por muerto de antemano.

vildoza, estelar Antes del salvavidas de Papanikolau, el Baskonia también incurrió en concesiones imperdonables, como una pérdida en el saque de banda entre Hilliard y Vildoza, un error desde el estadounidense desde el tiro libre o el pasillo que encontró Williams-Goss para anotar el 77-78. Para mayor fatalidad, el menudo Leday -que no alcanza los dos metros de altura- se convirtió en la gran pesadilla azulgrana dentro del cuarto final merced a sus incontables rebotes ofensivos y su sobresaliente trabajo de fontanería. Ni siquiera se puede achacar la derrota a la consabida pérdida de frescura física que implica competir con apenas ocho hombres.

La baja de última hora de Milutinov, ingresado en un hospital por fiebre, ahorró a Perasovic una de las grandes preocupaciones antes del salto inicial. Huérfano del pujante pívot serbio, la zona del Olympiacos fue mucho más vulnerable que de costumbre y Poirier pudo respirar tranquilo ante su superioridad en cuanto a centímetros sobre los livianos interiores de Blatt. El francés impuso su ley con claridad, si bien fue Marcelinho quien exhibió sus numerosas de vuelo y su saber estar en el santuario heleno. Desde los primeros compases, el Olympiacos quiso cargar de forma descarada el juego sobre un Printezis que protagonizó un duelo desigual con un desbordado Voigtmann. Los incesantes bailes en la zona de este veterano del Vietnam fueron indefendibles para el alemán, pero el Baskonia no solo evitó perderle la cara al partido sino que tuteó durante muchos minutos a un aspirante al reinado continental que le ha comido la moral durante estos últimos tiempos.

Las jugosas ventajas a lo largo de la velada (36-43, 43-51, 67-74, 73-77...) no sirvieron, a la postre, de nada. Tampoco la heroica actuación de Vildoza, cuyo arrojo y determinación para romper la defensa de David Blatt permitió a los vitorianos llegar con las máximas esperanzas de romper el mal fario de las trágicas visitas a La Paz y la Amistad, definitivamente una pista maldita que está deparando los golpes más dolorosos en la máxima competición. Nada se ha perdido a estas alturas, pero entre los tiros en el pie como el acaecido ayer en El Pireo, la escasa fortuna y la inexplicable parálisis de las altas esferas, empeñadas en dejar morir al equipo por la falta de fichajes, el ansiado Top 8 se perfila como un objetivo plagado de espinas.

Un error garrafal. El Baskonia ganaba por tres puntos (77-80) a falta de 13 segundos, pero no cometió la imprescindible falta que hubiese evitado el inverosímil triple de Papanikolau contra tablero y, de paso, una prórroga en la que los vitorianos, completamente desfondados, fueron una presa fácil para un Olympiacos con más vidas que un gato y más entero físicamente.

Heroica sin premio. La actuación de los alaveses resultó ciertamente encomiable. Si alguien mereció el triunfo, ese no fue otro que el maratoniano azulgrana, pero algunos errores de principiante tiraron por la borda el excelente trabajo a lo largo de los cuarenta minutos. Huertas, Vildoza o Poirier rayaron a un nivel sobresaliente.