vitoria - Lamar Odom ha jugado con fuego durante mucho tiempo en su vida y su mecha está a punto de apagarse. Desde que le abandonara su físico para seguir jugando al baloncesto, algo que puso de manifiesto durante su triste estancia en Vitoria donde apenas totalizó 22 minutos repartidos en dos partidos y se marchó antes de tiempo debido a una lesión de espalda, sus peligrosas adicciones han hecho que se adentre en un callejón sin salida. El bicampeón de la NBA, de 35 años y con un bagaje de 14 temporadas en la mejor liga del mundo, se debate en estos instantes entre la vida y la muerte en un hospital de Nevada tras ser encontrado inconsciente en la habitación de un burdel para fiestas privadas en la ciudad de Pahrump.

Aunque en la tarde de ayer circularon diferentes noticias desde Estados Unidos que apuntaban a su fallecimiento, lo cierto es que Odom lucha todavía por su vida en un centro hospitalario que se resiste a arrojar algo de luz respecto a “un estado crítico”. Se sabe, eso sí, que la antigua estrella de los Lakers se encuentra en coma, con problemas renales y que un respirador artificial le mantiene vivo. A medida que transcurrió la tarde, corrió como la pólvora a través de las redes sociales la noticia de que tenía restos de cocaína en su sistema sanguíneo y marcas en sus brazos que confirmarían el consumo de opiáceos. Los doctores también hallaron fluido en sus pulmones, donde se hallaron igualmente rastros de crack.

“Todo estaba normal, se estaba divirtiendo, comiendo mucho y riéndose. Quiso una botella de coñac, así que se la dimos. Las mujeres que lo acompañaban decían que estaba feliz y que él solo quería alejarse de los paparazzis. Cuando estaba inconsciente, le estaba saliendo espuma por la boca y también sangre. Estaba boca arriba y cuando lo voltearon empezó a vomitar. Fue horrible”, fue el espeluznante relato del dueño del prostíbulo al que Odom llegó el pasado sábado.

Las próximas 48 horas se presentan decisivas para saber si sale airoso del trance o, por el contrario, se produce el fatal desenlace que muchos ya intuían vistos sus problemas extradeportivos y la deriva que había experimentado su vida en todos los sentidos. De tocar el cielo con los Lakers en los años 2009 y 2010 integrando junto a Kobe Bryant y Pau Gasol la columna vertebral del equipo de Phil Jackson -su técnico más admirado que trató de concederle una última oportunidad en los Knicks hasta sufrir un baño de realismo- a su descenso a los infiernos, apenas ha transcurrido un lustro. Tiempo en el que todos sus intentos por volver a llevar una vida saludable han resultado en balde.

Su efímero paso por Vitoria, propiciado por un Josean Querejeta deseoso de dar un golpe de efecto con el fin de dejar atrás la mala espiral de resultados, ya sirvió para comprobar la peor versión de un jugador oxidado y en precarias condiciones físicas que no podía dar más de sí. El ruido mediático que generó su llegada, con recibimiento del alcalde incluido en la Virgen Blanca, no reportó luego réditos a nivel deportivo y Scariolo se mostró impotente a la hora de extraer algo de jugo a este ángel caído de la NBA.

La noticia, como no podía ser de otra manera, dio la vuelta a todo el mundo y se sucedieron las muestras de apoyo a Odom, entre ellas una del Baskonia. En cualquier caso, el gesto más emotivo procedió de Kobe Bryant, que abandonó un partido de pretemporada de los Lakers para visitar a su amigo en un hospital custodiado por muchos agentes y al que resulta imposible acceder. El neoyorquino había ingresado en 2013 en un centro del rehabilitación, pero sus problemas con las drogas permanecían intactos. En junio de este año, también estuvo varios días en paradero desconocido tras la pérdida de su mejor amigo.