Vitoria. Josean Querejeta, perfecto conocedor de todos los entresijos del juego y tipo listo donde los haya que no pierde detalle de cualquier aspecto gracias a la experiencia derivada de sus más de dos décadas en el cargo, deslizó el pasado sábado su enfado a la conclusión del segundo partido. "El criterio ha sido muy diferente y creo que ha sido una de las razones por las que no pudimos tener opciones de ganar. En treinta minutos, sólo hemos tirado un tiro libre", fueron sus concluyentes palabras al percatarse de la abrumadora diferencia entre las faltas señalizadas a uno y otro bando. El arbitraje, un asunto de lo más controvertido al que los protagonistas no dudan en referirse -mucho más en un áspero play off de esta magnitud- solo cuando las cosas vienen mal dadas y se pretende condicionar las siguientes actuaciones de las figuras encargadas de impartir justicia, comienza a estar en el punto de mira en una semifinal que se traslada ahora al Fernando Buesa Arena con unas esperanzadoras tablas.
La estadística no engaña a nadie y durante los dos encuentros inaugurales del cruce celebrados en el Palacio de los Deportes el Real Madrid ha visto cómo los colegiados le señalaron la friolera de veinte faltas menos -52 por 32- con la consiguiente factura en contra del Baskonia en forma de tiros libres. Mientras los blancos acudieron en 43 ocasiones a la línea de personal, anotando 30 intentos, los alaveses apenas lo hicieron 25 veces, sumando apenas 16 puntos. Desde el punto de vista baskonista, se trata de un desequilibrio notorio dado que las defensas de ambos se han comportado con una dureza más o menos similar. Aunque casi nadie lo traslada al exterior, el factor pista siempre otorga unas ligeras prebendas. Por todos es conocido que, pese a los avances en la materia, el trío arbitral acostumbra a ser más meticuloso con el forastero y hacer la vista gorda con los contactos del anfitrión.
El Baskonia conoce con exactitud el camino a seguir para incrustarse en la octava final liguera de su historia, pero el peaje que está pagando para minimizar la voracidad ofensiva de un Real Madrid de gatillo fácil salta a la vista. Obligado a extremar al máximo el acoso sobre las líneas de pase, defender a capa y espada su aro e interceptar a las primeras de cambio los contragolpes de su vertiginoso rival tras una pérdida o un tiro mal ejecutado que es repelido por el aro con el fin de que los partidos no sean de ida y vuelta, su querencia a incurrir en faltas se acentúa.
Varios jugadores determinantes en el engranaje dirigido por Ivanovic se están viendo condicionados en este sentido desde los compases iniciales. Es el caso de Nocioni, Milko Bjelica, Prigioni o Lampe, obligados a enfilar el camino del banquillo por el técnico montenegrino para afrontar los minutos decisivos sin esta espada de Damocles sobrevolando su cabeza. El único quebradero de cabeza para Laso, en cambio, se produjo en el asalto inaugural con el croata Ante Tomic como protagonista.
Desde el Buesa Arena se confía en que, a partir de ahora, la sibilina tendencia del arbitraje cambie merced a la insoportable presión ambiental que ejercerán los cerca de 15.000 aficionados que se darán cita mañana y el jueves para arropar al equipo. Lo cierto es que la fogosidad azulgrana para candar su aro está siendo penalizada con mucha más severidad por los árbitros desde el arranque de las series finales por el título. Si durante la fase regular el Baskonia cometió 19,32 faltas de media, en los cuatro partidos ante el Bizkaia y el Real Madrid la cifra se ha elevado hasta las 23,50. Un aspecto, por tanto, a vigilar que en ningún caso debería redundar en una pérdida de la notable intensidad de la que está haciendo gala un plantel convencido de sus posibilidades pese al último traspié.