El fin del estado de alarma ha puesto fin desde hace una semana a buena parte de las restricciones vigentes en Álava desde el pasado noviembre para frenar la pandemia, como el toque de queda y los cierres perimetrales. Sin embargo, si hay una medida que todavía tiene visos de continuar en vigor durante bastante tiempo más ésa no es otra que la utilización preceptiva de la mascarilla, al menos en determinados contextos.

Hoy se cumplen diez meses desde que el Gobierno Vasco impuso la obligatoriedad del uso de este elemento de protección independientemente de la distancia interpersonal. "No podemos dejar que el virus nos gane terreno. No lo podemos olvidar", apuntaba la anterior consejera de Salud, Nekane Murga, cuando en vísperas del 16 de julio de 2020 y en plena escalada de contagios de covid-19 anunció esta medida.

La incidencia de la enfermedad era todavía muy baja a nivel local en aquel momento, de apenas 17 casos por cada 100.000 habitantes, pero el "descuido" de las medidas básicas de protección detectado en las calles vascas y el camino abierto previamente por comunidades como Catalunya o Baleares y la mayoría de territorios limítrofes -Cantabria, La Rioja y Navarra- pesaron en la decisión de Lakua.

Hasta entonces, la utilización de la mascarilla únicamente era obligatoria en el transporte público o en el pequeño comercio, mientras que en el resto de contextos su uso podía evitarse siempre que hubiese una distancia entre personas de más de metro y medio. En mayo, cuando Álava comenzaba a transitar por la primera desescalada, esta medida solo estaba "recomendada" en los espacios cerrados. Al principio de la pandemia, las autoridades incluso desaconsejaron su empleo por la escasez de mascarillas en el mercado, en medio de una guerra comercial a nivel mundial.

La imposición de la mascarilla en todos los espacios de uso público -salvo alguna excepción, como las playas- ha seguido en vigor sin más cambios en la normativa hasta ahora, aunque la mejora de la pandemia gracias al avance de la vacunación ha abierto ya el debate sobre una inminente relajación de su uso, por lo menos en los espacios abiertos.

Países donde la inmunización colectiva se encuentra ya mucho más avanzada, como Israel, ya han comenzado a desprenderse del tapabocas en los espacios abiertos. En este caso concreto desde hace un mes, cuando la mitad de la población ya estaba completamente vacunada. Desde esta misma semana, además, las personas que ya han recibido su vacuna en Estados Unidos tampoco necesitan usarla en interiores.

El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, fue el primero en vaticinar este pasado miércoles que "allá por el mes de julio, agosto" será posible dejar de usar la mascarilla en exteriores. Un augurio al que se sumó el exconsejero vasco de Sanidad, Rafael Bengoa, quien incluso se mostró más optimista: "A final de junio o principios de julio las autoridades podrán decir que en todos los espacios exteriores podremos estar sin mascarillas". Bengoa pronosticó que aunque la protección seguirá siendo obligatoria en interiores, en otoño podría ser ya un acto voluntario.

¿Riesgos? Desde que hace ya diez meses se convirtieran en una compañía inseparable para la mayoría de la población, en las calles de Álava se han visto mascarillas de todos los materiales, colores y formas, incluso sin homologar, lo que ha motivado una campaña de inspección y sanciones por su venta irregular por parte del Gobierno Vasco. Sin embargo, si algo ha sorprendido en este largo camino es la retirada de un modelo de mascarillas FFP2 hechas con grafeno ante una alerta por los potenciales riesgos de la inhalación de partículas. Estas fueron utilizadas durante meses, incluso por personal sanitario, y sigue abierta una investigación.