De entre las más de 15.000 imágenes de consulta libre que tiene catalogadas la Fototeca del Archivo Real y General de Navarra, cinco recogen instantes del partido jugado por Osasuna y Alavés en el campo de San Juan el 27 de abril de 1930. Ambos equipos, rivales hoy de nuevo en El Sadar, dilucidan el encuentro de vuelta de octavos de final de la Copa del Rey.
De los primeros años de vida de Osasuna, el volumen de textos en artículos de prensa es muy superior al de las imágenes publicadas. Sin embargo, fotógrafos como José Galle y Gerardo Zaragüeta dejaron un legado de placas y negativos en los que retratan a los futbolistas, al público y al escenario donde se desarrolla el juego.
El ojo de Galle capta en estas cinco imágenes el primer enfrentamiento copero entre ambos clubes; pero también lo rudimentario del trazado de las líneas que delimitan el terreno (parecen pintadas espolvoreando la cal con la mano), los postes cuadrados de madera con sus peligrosas aristas, la calva en el área pequeña cubierta con arena, la irregularidad del césped, las gradas repletas de aficionados y la tribuna cubierta de madera (que un incendio redujo a cenizas en 1953) que vista casi cien años después da al recinto un inconfundible aroma inglés. Y observándolo todo, como un faro, con sus privilegiados balcones abiertos al campo, el chalet de la familia Muguiro que ese día, como otros muchos durante más de una década, tenía en el campo, liderando el ataque rojillo, a uno de los suyos: Martín José.
En cuanto a los futbolistas, el principal protagonista es el portero el Alavés, Tiburcio Beristáin, que sufre el acoso de los atacantes rojillos, entre ellos Custodio Bienzobas y Catachú. Beristáin jugaría en Primera con el Alavés y posteriormente defendería el marco del Donostia (1931-35). Catachú había cumplido 18 años dos semanas antes y nadie le discutía la titularidad en la banda izquierda. Custodio fue el primero de los tres hermanos Bienzobas (además de Paco y Cuqui) en enfundarse la camiseta roja. Tras jugar dos temporadas en la Real Sociedad-Donostia regresaría a Osasuna en 1932.
Presentación con goleada
El Alavés que se presentaba en aquella fecha en Pamplona era un equipo que había madurado rápido. Nacido en enero de 1921, tres meses más tarde que Osasuna, acababa de alcanzar el ascenso a Primera división. En su defensa formaban quienes posteriormente serían dos mitos del fútbol, Ciriaco y Quincoces, que junto al guardameta Ricardo Zamora fueron la Santísima Trinidad del balompié español, aquello que se dio en llamar la Furia.
No era la primera visita del Alavés a Pamplona ni el primer enfrentamiento entre los dos equipo. Hay constancia en prensa de la presentación de Osasuna en Vitoria. Ocurrió el 9 de agosto de 1922 y el encuentro tuvo como escenario el campo que en el Mineral tenía la Congregación Mariana. “Nunca hemos visto más público presenciando en esta ciudad un partido de balompié”, enfatizaba Heraldo Alavés. El resultado fue 6-1 favorable a los locales. En algún periódico se nombra al cuadro local no como Alavés sino como selección vitoriana. Este equipo no lució la actual indumentaria blanquizal sino que la camiseta era blanca y el pantalón negro.
El Alavés se estrena en Pamplona el 9 de mayo de 1926. Su rival fue entonces el denominado como reserva de Osasuna. El lance concluyó con empate a un gol (tantos marcados por Miqueo para los rojos y Juanito) y, según la breve nota que publicó El Pensamiento Navarro, ambos equipos “hicieron como que jugaban al fútbol”.
Un lleno histórico
Basta con mirar las fotografías para tener una idea de la expectación que había levantado en Pamplona y en toda Navarra el enfrentamiento de Copa. El Alavés, que había eliminado en dieciseisavos al Sporting de Gijón, se presentaba a la competición como campeón de Vizcaya. La directiva rojilla -presidida por Natalio Cayuela-, ante la avalancha de aficionados que se avecinaba, decidió colocar una grada supletoria en la zona que se utilizaba, en la parte norte del campo, como espacio de entrenamiento. A la postre, sería un encuentro que dejaría un récord de asistencia y recaudación, alrededor de 22.204,50 pesetas, cantidad suculenta para la época.
A la cercanía entre ambas ciudades se sumaba la importancia que entonces concedían hinchas y clubes a la Copa (por encima incluso de la Liga) y la tensa rivalidad que había generado el choque de ida, en el que el Alavés ganó 3-1.
Porque el partido jugado en Vitoria el 20 de abril no fue muy cordial sino todo lo contrario. La crónica publicada por el diario ABC subraya que “el juego (en la segunda parte) se hizo más violento, llegando los rivales a las manos, apoyados por los respectivos partidarios, que salieron al terreno, teniendo que despejar la fuerza pública”.
El mismo periódico madrileño pone de manifiesto que, descontentos con las decisiones del colegiado, “los seguidores del equipo pamplonés también siguen al árbitro sobre la hierba del campo, estimando que sus fallos perjudican al bando de sus preferencias”. Al parecer, los incidentes se desencadenaron al reclamar la hinchada navarra que el delantero local Olivares (apodado El Negro, que ficharía por el Real Madrid y llegaría a alinearse en un amistoso con Osasuna antes de la guerra) había marcado un gol con la mano.
Esta versión, que cuesta creer que fuera inventada, la refutaban algunos periódicos de Pamplona, que sí ponían el acento en el intento de agresión, botella en mano, al portero rojillo Urreaga. No era de la misma opinión el Heraldo Alavés, que en primera página publicó la siguiente copla: El pamplonés Osasuna/vino ayer en plan de guerra/y es porque se desayuna/con chocolate de Ezquerra.
La preocupación para el encuentro de vuelta era doble; por un lado, remontar la eliminatoria; por otro, que los ánimos se calmaran. Para serenar a los más exaltados no ayudaba mucho que el catalán Comorera repitiera como árbitro. “Esperamos que el público sabrá comportarse con toda corrección con los jugadores, animando a sus respectivos bandos, sin molestar a los contrarios”, enfatizaba el mismo día del partido El Pensamiento Navarro.
En el campo, Osasuna no estuvo a la altura o, sencillamente, el Alavés volaba entonces más alto. Un gol de Modesto (otros lo atribuyen a Calero) a poco de comenzar el encuentro fue suficiente. Osasuna, pese al buen trabajo de su línea media, fracasó en ataque, pese a atacar el marco rival con la intensidad que recogen las fotos de Galle.
El partido concluyó con la intervención de los guardias a caballo. Al parecer, las apreturas sufridas en las localidades y los problemas para el desalojo hicieron que muchas personas buscaran la salida por el terreno de juego. La autoridad debió interpretar que perseguían al árbitro o a jugadores alaveses “y en un exceso de no sabemos qué desenvainaron los charrascos, produciéndose por este motivo sustos y carreras”, recogía El Pensamiento Navarro.
Si la cámara de Galle captó la carga, quedó para su archivo. Tampoco era algo extraordinario en aquel fútbol pasional y acalorado.