l nombre de José Bordalás se asocia a una concepción del juego que provoca severas críticas en los medios de comunicación y entre los profesionales del fútbol. Dureza, agresividad extrema, interrupciones constantes, en definitiva la clase de fútbol que disgusta ver, sobre todo cuando toca medirse a sus equipos. Todo ello le ha granjeado una reputación de la que le costará desprenderse. También se le señala por sus roces dialécticos con colegas. Bordalás no es de los que se muerden la lengua, pero la apreciación sería extensible a entrenadores con los que ha protagonizado encontronazos. En cualquier caso y pese a las limitaciones de toda clase que está padeciendo en el banquillo del Valencia, resulta innegable que en pocos meses ha logrado reavivar un grupo alicaído, frágil. Situado en una posición desahogada en la liga, en breve se reencontrará con un Alavés al que condujo hacia el añorado ascenso en el curso 2015-16.

La negativa fama de los equipos de Bordalás afloró en su dilatada etapa en el Getafe, lo cual se explica porque fue su primera experiencia en la élite, una caja de resonancia que todo lo magnifica. En realidad, el Alavés, al que ascendió en la 2015-16, ya practicaba un estilo muy físico, sin concesiones a la galería. Idénticos rasgos distinguían al Alcorcón, su anterior destino, o al Elche, todos de segunda categoría. Pero su labor en El Coliseum merece un respeto, pues tras conducirlo a Primera, cuajó tres campañas envidiables con dos octavos puestos y un quinto, que le valió para estrenarse en la Europa League.

Los problemas llegaron en su cuarto año en Getafe, coincidiendo con la salida de piezas importantes para las que no hubo recambios de garantías. Los apuros acentuaron la convicción de que los azulones vivían permanentemente al borde del reglamento: equipo más tarjeteado, segundo al que le señalaban más faltas... En fin, complicado huir de esa persecución sustentada en datos contantes y sonantes.

No obstante, merece la pena atender los argumentos de Bordalás. El extracto que sigue corresponde a una entrevista de hace diez meses: “Nuestra afición ha entendido que somos un equipo osado, atrevido. Es verdad que hemos tenido menos posesión que otros, pero no hay ningún entrenador que les diga a sus jugadores que no tengan el balón. Forma parte del nivel, de la calidad de la plantilla. Tenemos los jugadores que tenemos. Si tienes el balón no haces faltas, te las hacen a ti. La presión alta conlleva mucho desgaste físico y eso te hace llegar tarde y cometer faltas. Esa corriente de que somos un equipo violento ha conducido a que nos castiguen faltas con tarjetas que para otros equipos no lo son. Hemos tenido muchas virtudes que nos han hecho estar entre los mejores”.

El pasado mayo, Bordalás recaló en Mestalla. Peter Lim, dueño del club, ya intentó su contratación un año antes. A la segunda fue la vencida y hubo que compensar al Getafe, que le tenía atado hasta 2022, con alguna cesión para no abonar la indemnización pactada de millón y medio de euros. Noveno técnico de la era del multimillonario que sigue las andanzas de la entidad desde Singapur, Bordalás firmó para dos años y un tercero opcional. También suscribió una cláusula de rescisión activable por ambas partes al final de cada ejercicio.

De momento, no hay queja. El presidente, Anil Murthy, está persuadido de que esta vez han acertado. Valora el nuevo carácter que aprecia en el equipo, la mano de Bordalás, quien enfocó sus primeras decisiones a reforzar la zaga. A falta de liquidez, en verano recurrieron a las cesiones, fórmula que han repetido en el mercado invernal. Los fichajes son el portero Mamardasvhvili, los defensas Foulquier y ahora el suizo Comert, y el delantero Marcos André. Los cedidos: Alderete, central internacional paraguayo, los puntas Hugo Duro y Hélder Costa, y los recién aterrizados Ilaix Moriba y Bryan Gil. Reseñar, por el contrario, la salida del danés Wass al Atlético y el intento fallido de captar en pretemporada al uruguayo Arambarri, jefe de operaciones en la media del Getafe.

Minimizar la cuota de goles encajados, el gran objetivo del técnico, se ha revelado un imposible. Han recibido 36, que no compensan los 35 marcados. Nunca un equipo de Bordalás se había movido en esas cifras. En su segundo año en el Getafe, solo concedió 33. Las lesiones son el auténtico calvario del Valencia y se han cebado en la defensa. Paulista es baja desde octubre, los laterales Thierry y Gayà faltaron bastantes jornadas y Alderete cayó hace poco. En la última jornada, frente a la Real Sociedad, salieron tocados Comert y Guillamón. Bordalás ha gestionado la sangría con chavales. Ante el conjunto txuri-urdin alineó el once más joven de la historia del club, con una media de edad de 22,58 años. Mosquera, central canterano de 17 años, es el paradigma de esta reconversión de urgencia.

Bordalás quiso recuperar a su ‘soldado’ Arambarri. Uno de los hombres clave de Bordalás durante su etapa en el Getafe, Mauro Arambarri, desveló en su última comparecencia que el técnico alicantino contacto con él en enero para llevárselo al Valencia, pero que los clubes no se pusieron de acuerdo. Si esta negociación hubiera seguido adelante, el exentrenador albiazul se hubiera reencontrado con uno jugadores más fieles y a su estilo de juego.

La negativa fama que le persigue afloró en la larga etapa en el Getafe, su primera experiencia en la élite

El alicantino regresa este domingo a Mendizorroza, un estadio donde dejó un recuerdo imborrable en la temporada 2015-16