Tenía que ser él. En un partido en el que prácticamente todo estuvo en contra desde el pitido inicial y en el que el Alavés apenas encontró resquicios en el compacto bloque azulón -ayer de rojo- no podía ser otro que el ariete gallego quien pusiera el ansiado empate a uno en el marcador.

De hecho, desde el minuto uno el Getafe hizo todo lo posible por que el Glorioso apenas dispusiera de cierta continuidad con el esférico. Aunque entregase el dominio de la pelota al conjunto de Calleja, los de Quique Sánchez Flores -que vio el partido desde el palco tras su expulsión ante el Athletic- buscaron con asiduidad unas pérdidas de tiempo amparadas en la permisividad del colegiado en discordia.

Esto mismo, además, perjudicó de una manera notable a los intereses de los locales, cuyas llegadas al área de David Soria fueron más costosas que en anteriores jornadas.

El partido discurrió por los derroteros esperados ante un bloque de hormigón. La intermitencia y los chispazos por las bandas, que a menudo concluían en centros repelidos por los madrileños, fueron los lances más destacados de una segunda mitad en la que el Glorioso tuvo que remar a contracorriente, como lo hiciera hace una semana en Granada.

De hecho, Calleja buscó darle la vuelta a la situación de todas las formas posibles. Introdujo a Iván Martín por un desafortunado Pellistri, e incluso, con tal de aportar una mayor vocación ofensiva sobre el tapete, el técnico madrileño apostó por una defensa de tres para los minutos finales, en la que Loum se mostró imperial en el eje de una zaga amenazada en los espacios al contragolpe.

Pero cuando todo parecía indicar que el Alavés cerraría el año en Mendizorroza con una dolorosa derrota ante el renacido Getafe, Joselu Mato apareció en el 86’ para anotar el empate que alivió y llenó de esperanzas a la fiel parroquia alavesista. Como el ave Fénix que renace en el momento en el que más se le necesita. En el lugar y tiempo preciso, ahí estuvo el ariete gallego para exhibir su oportunismo y poder batir a David Soria en el primer tiro entre los tres palos de los locales.

Y es más, este gol, que además de suponer el primer punto del Glorioso tras una racha negativa de dos derrotas consecutivas, reúne por sí solo un mayor simbolismo para la ilustre historia del Deportivo Alavés. Mediante esta diana, la octava de Joselu en la presente campaña, el delantero nacido en Stuttgart se convirtió ayer como el máximo goleador histórico del Alavés en la Primera División. Igualó el número de Javi Moreno (29) en la derrota ante el Celta y con el de ayer ya supera a un futbolista que marcó una época en la capital alavesa.

Por tanto, disponer de Joselu en Mendizorroza supone un auténtico lujo para la parroquia alavesista. Más allá de los datos tangibles o de las estadísticas -que fortalecen la idea de que el gallego es la indiscutible estrella del equipo-, el compromiso de quien hace unos meses se pudo ver más fuera que dentro del Alavés es absoluto.

Al igual que sus compañeros, Joselu no comenzó la temporada de la mejor manera posible, pero sus últimos dos meses de competición certifican que el ex del Newcastle se encuentra en el momento más dulce de su dilatada carrera. Con ocho tantos en sus botas en la presente campaña, Joselu está a tan solo tres más de igualar su mejor registro. Por tanto, si nada se tuerce, el gallego podría batir ese récord personal con la zamarra albiazul, la misma que le dio la oportunidad de volver a ser la punta de lanza de un equipo de la élite.