- Los cien años de historia del Deportivo Alavés han dado de sí para que el club acoja en su seno a miles de personas, ya fuese como jugadores, entrenadores, técnicos, directivos, trabajadores o colaboradores, entre las cuales un grupo -que cada cual puede acotar a su gusto, pues de esto no hay nada escrito- compone el catálogo de mitos y leyendas de la entidad del Paseo de Cervantes. Todos ellos merecen ser recordados, pero el alavesismo tiene en su memoria una serie de nombres sin los que sería imposible explicar la historia, ya que ellos engrandecieron al Glorioso.

Empezando por aquellos años en los que el club se ganó semejante sobrenombre, el mito fundacional se asienta sobre una pareja cuyos nombres se recitan de seguido, como si fuesen inseparables. Los defensas Ciriaco y Quincoces componen ese tándem legendario e indivisible, tan relevantes en la historia del club, sobre todo el segundo, como el escudo y los colores azul y blanco. Esa etapa inicial comprendió el Campeonato de Vizcaya y el ascenso a Primera División, en los que fueron piezas fundamentales el guardameta Beristain y el goleador Olivares, en una plantilla en la que figuraban los Antero, Urquiri o Albéniz, también destacados en la época que fue hasta la Guerra Civil.

La década de los cuarenta está marcada por un nombre que la recorrió de principio a fin de manera inalterable en las plantillas albiazules, ya que Fede Anda se mantuvo en el equipo durante esas diez temporadas consecutivas.

Los años 50 contemplaron la segunda época exitosa del club, que siguió incrementando el listado de leyendas. Primi, Gorospe, Ibarra, Berasaluce, Erezuma, Echeandía, Remacha o Echániz conformaron el segundo gran Alavés de la historia, que durante dos temporadas militó de nuevo en Primera División tras ascender en 1953

La década de los 60 tiene a Tella como gran protagonista y al malogrado Sarasola como referente de una etapa en la que en lo deportivo primó una oscuridad que fue protagonista hasta mediados de los setenta, cuando el club pasó a ser conocido como el Barcelona de Segunda. Valdano es el nombre que aparece por encima del resto, pero en la memoria están los Eliseo Salamanca, Sánchez Martín, Morgado, Astarbe, Arambarri, Señor, Galarraga, Bea, Gregory, Zuluaga o Larrañaga, protagonistas de un nuevo reverdecer del alavesismo.

Tras ese periplo esplendoroso -nueve campañas consecutivas en Segunda-, el club se volvió a sumir en el desastre. Los años del barro que tocaron a su fin en 1990 en Elgoibar, con Txosa, Biota, Feijóo y Ugarte como grandes nombres junto a los jóvenes vitorianos que consiguieron el ansiado ascenso. Una trayectoria creciente que tuvo su continuidad con los anuales play off de acceso a Segunda, en los que se derramaron muchísimas lágrimas y que culminaron, al quinto intento, con el regreso al fútbol profesional.

Esos años sirvieron para forjas las leyendas modernas del club. Las de carne y hueso palpables, que venían a suplir a muchos de aquellos que ya solo permanecían en las memorias de los más veteranos. Los goles de Serrano y su sociedad con Codina, el gudari Arregi o Tito en la portería son elementos fundamentales de una época en la que también fueron grandes protagonistas Iván Campo, Lasheras o Castillejo.

Manolo Serrano es la pieza que une un ascenso con el siguiente, este a Primera División tras 42 años de ausencia y con el bloque que conformó la base del que sería poco después el equipo de la etapa dorada. En 1998 se consumaba el retorno a la élite, ya con los Karmona, Téllez, Pablo, Desio, Ibon Begoña o Azkotia defendiendo la camiseta albiazul.

La base que conformó la plantilla que alcanzaría poco después el hito histórico más importante de estos cien años, la final de la Copa de la UEFA de 2001 en Dortmund, estaba ya conformada, pero faltaban aún pinceladas para alcanzar la excelencia. Para llegar a esa meta inesperada, fueron fundamentales los goles de un Julio Salinas que en muy poco tiempo se ganó el cariño de todo el alavesismo. Pero fundamentales fueron las sucesivas apariciones de Astudillo -con 346 partidos oficiales, el futbolista que en más ocasiones ha vestido la zamarra albiazul a lo largo de estos cien años-, Contra, Herrera, Geli, Magno, Iván Alonso y Javi Moreno, con el toque de calidad que le dieron al equipo Jordi Cruyff y Tomic.

Durante los siguientes años fueron muchos los grandes futbolistas que pasaron por Mendizorroza, aunque la creciente decrepitud del club y el protagonismo de quien no debería haberlo tenido dejan una sensación amarga de esa etapa. Rubén Navarro o Edu Alonso permanecieron en el club durante muchos años y otros como Bodipo, De Lucas, Nene, Bonano o Sarriegi fueron protagonistas de ese ascenso olvidado de 2005.

El progresivo hundimiento deportivo del club desde ese paso por Primera División provoca que en ese periplo pocos sean los jugadores de los que se guarden grandes recuerdos. Entre ellos, Toni Moral es uno de los más evocados, sobre todo por aquel gol a la Real Sociedad que propició la permanencia de 2008.

Las últimas leyendas en sumarse al particular santoral del alavesismo las puede recitar de memoria cualquier aficionado de hoy en día. No en vano, corresponden todas ellas a una última década en la que el club está viviendo de nuevo una etapa de esplendor que ha elevado a los altares a sus protagonistas. El nombre de Manu García, desde Segunda B a Primera capitaneando el equipo, encabeza esta época dorada, con Fernando Pacheco y Víctor Laguardia como lugartenientes. Fundamentales para salir del pozo de Segunda B y mantenerse en el fútbol profesional fueron Beobide, Viguera y Guzmán, como Toquero lo fue para retornar a Primera. Una categoría en la que, a la sombra de los tres grandes, otros nombres de paso corto como Llorente, Theo, Munir, Ibai, Martín o Pina se han ganado su espacio en la memoria del alavesismo.

Los nombres de los futbolistas siempre son los más recordados, pero no son los únicos que se merecen un hueco en la memoria alavesista. En los banquillos, un entrenador, Mané, destaca por encima de todos como timonel de la etapa más esplendorosa del club. Francisco Baonza, quien consiguió el primer ascenso a Primera; Manuel Echezarreta, que logró el segundo; y José Bordalás, que firmó el último, también tienen su espacio de honor, junto a otro gran recordado de todo el alavesismo reciente, Txutxi Aranguren, y un vitoriano como Natxo González que sacó al club por última vez del pozo.

Mención aparte en este apartado merece Amadeo García de Salazar, que fue entrenador y mil cosas más -médico de profesión, fue directivo, técnico, ojeador, consejero...- dentro del club en sus primeros años.

Entre los mandatarios, Hilario Dorao fue el encargado de poner en marcha el club que pasó de denominarse Sport Friend's a Deportivo Alavés, con José Gabriel Guinea como presidente más destacado en esa etapa primigenia. Eso sí, la figura fundamental para entender la historia del club es Juan Arregui, quien como presidente o en la sombra se mantuvo prácticamente medio siglo ofreciendo su respaldo económico al club, con Gonzalo Antón muchos años como mano derecha.

Otra figura fundamental sin las que es imposible entender el club es José Luis Compañón, el hombre para todo dentro de la entidad durante toda su vida. Tan reconocible como el marcador de Donato Díaz o una afición que tiene en Francisca Ortiz de Guzmán La Paca a su máxima expresión. Pero no solo hay emblemas de carne y hueso, sino que también los hubo físicos, como el camión de bomberos de las primeras celebraciones, la mascota Babazorro o La General, la grada que vibraba en cada partido como ahora lo hace con Iraultza 1921.

Ciriaco y Quincoces son los mitos fundacionales de un club que en el presente tiene en Manu García, Pacheco y Laguardia a sus referentes

Mané ha sido el mejor entrenador de la historia de un club en el que Amadeo García de Salazar y Juan Arregui son figuras clave