Los niños acostumbran a intentar trasladar el agua del mar hacia la orilla en la que juegan con la arena en cubos con múltiples agujeros. El resultado, como es lógico, es que cuando llegan a su destino el líquido elemento ha desaparecido sin que acierten a explicar muy bien el truco. Algo muy parecido le sucedió ayer al Deportivo Alavés en el estadio de La Cerámica. El conjunto albiazul saltó al terreno de juego armado con un recipiente en el que aspiraba a conservar un preciado botín a la conclusión de los noventa minutos. Sin embargo, no comprobó que el cubo estuviera en condiciones y rápidamente empezó a pagar las consecuencias de este imperdonable despiste. Porque los muchos agujeros que tenía salieron a relucir y, como el agua a los niños, al Glorioso también se le escaparon todas sus opciones de éxito.

La contienda arrancó con la confirmación de la ausencia de Joselu -sustituido por un gris Lucas Pérez- tras su reciente paternidad y la novedad de Borja Sainz en la banda izquierda en lugar de Rioja. El equipo, eso sí, mantuvo el 4-4-2 que le había reportado buenos réditos ante el Getafe y mostró de entrada la valentía que le había reclamado su técnico. Quizás incluso demasiada. El conjunto gasteiztarra no dudó en lanzarse a la búsqueda de su oponente prácticamente desde el pitido inicial y con una presión muy alta trató de entorpecer la salida de balón y provocar errores que le concedieran robos peligrosos cerca de las inmediaciones de Asenjo.

Consiguió su objetivo durante los primeros minutos, en los que logró sorprender al Villarreal y cortocircuitar su creación de juego. No pudo, no obstante, trasformar esa sorpresa en situaciones claras y su adversario aprendió la lección rápidamente. En cuanto Dani Parejo tomó la batuta del centro del campo amarillo y reordenó la situación, el escenario cambió por completo. El madrileño se percató del enorme espacio que había a la espalda de la defensa albiazul y comenzó a buscarlo con precisos pases filtrados.

En el minuto once dio el primer aviso serio con un envío para Moi Gómez que se plantó solo ante Pacheco y prefirió ceder en ventaja a Alcácer. El delantero, sin embargo, perdonó al Alavés y no aceró a rematar tras cruzarse Lejeune delante suyo. No tardó demasiado, en cualquier caso, en enmendar su error. Apenas dos minutos después de nuevo una jugada originada en las botas de Parejo acabó con centro desde la derecha de Mario Gaspar y remate cruzado de primera del ariete valenciano que se transformó en el 1-0.

A partir de ese momento, el Villarreal transitó a su antojo la enorme autopista construida hasta la meta gasteiztarra. La primera línea de presión alavesa caía con enorme facilidad, el centro del campo concedía tiempo y espacio a los cerebros locales y estos alimentaban a su antojo a sus delanteros. Solo su falta de acierto en la definición (con gol justamente anulado por fuera de juego incluido) evitó un castigo mayor.

Cuando parecía tener todo en contra, la fortuna quiso echarle un capote al Alavés y, en el minuto 36, Edgar aprovechó una cantada enorme de Asenjo en una salida fuera del área para restablecer el empate en el primer acercamiento vitoriano de todo el partido. Esa inesperada segunda oportunidad para los de Machín se truncó sin embargo demasiado pronto, cuando el VAR llamó la atención del árbitro para señalar un penalti de Lejeune a Mario Gaspar en una acción que había pasado inadvertida para el colegiado. Gerard Moreno transformó la pena máxima justo antes del descanso y dejó al Glorioso al borde del K.O.

El golpe definitivo, tras varios avisos previos, llegó mediado el segundo período, justo después de que el técnico visitante moviera el banquillo en busca de reacción. En la enésima repetición de la misma jugada, el Villarreal filtró el balón a la espalda de la zaga, Moreno remató al poste y Alcácer aprovechó el rechace para superar a Pacheco y hacer el definitivo 3-1. Pese a un par de ocasiones posteriores de Guidetti y Lucas, el partido murió ahí para el Alavés, que dejó escapar todas sus opciones por los enormes agujeros con los que se presentó en La Cerámica.

Edgar Méndez

Tuvo la fe de buscar un balón imposible que, gracias al error de Asenjo, se convirtió en gol. Mientras le aguantaron las fuerzas lo intentó con ahínco por su banda.

Lucas Pérez

El delantero gallego recuperó la titularidad tras dos encuentros pero no tuvo prácticamente ninguna participación. Muy gris todo el partido, falló un mano a mano con Asenjo.

3

1

Estadio La Cerámica.

Árbitro Medié Jiménez (catalán).

Villarreal

13. Rulli; 6. Funes Mori (83’); 21. Costa (77’); 27. Lanchi; 32. Baena; 16. Take Kubo (75’); 11. Chukwueze (83’); 34. Fernando Niño; 9. Bacca (83’).

Alavés

13. Sivera; 21. Martín; 4. Ely (83’); 17. Adrián Marín; 26. Javi López; 30. Abdallahi; 27. Sergi García (76’); 28. Pepe Blanco; 19. Manu García (76’); 11. Luis Rioja (66’); 18. Burgui; 10. Guidetti (66’).

1-0, minuto 13: Alcácer. Pase de Parejo a Mario Gaspar, que desde la línea de fondo centra para que Alcácer remate cruzado de primera a la red.

1-1, minuto 36: Edgar Méndez. Asenjo calcula mal la salida a un envío lejano de Deyverson, el bote de la pelota le supera por alto fuera del área y Edgar remacha a puerta vacía.

2-1, minuto 45: Gerard Moreno, de penalti. Falta de Lejeune sobre Mario Gaspar en un centro y, por indicación del VAR, el colegiado señala penalti que transforma Gerard Moreno.

3-1, minuto 68: Alcácer. Enésimo pase a la espalda de la zaga albiazul. Gerard remata al poste y el rechace le cae a Alcácer que evita a Pacheco y marca.

Amonestó a Laguardia (minuto 73) y Ximo Navarro (minuto 82). Expulsó con roja directa a los técnicos Imanol Idiakez y Jordi Balcells (minuto 89) por encararse en los banquillos.

Demasiados espacios La presión adelantada que planteó ayer el Deportivo Alavés ante el Villarreal dejó un enorme hueco a la espalda de la retaguardia albiazul. Con tantos espacios a su disposición, el cuadro castellonense puso a trabajar a sus ‘cerebros’ que, con mucho tiempo para pensar, se hartaron de suministrar balones peligrosos -entre Pacheco y la defensa- a sus delanteros.

Goles psicológicos Tras el afortunado empate de Edgar, el segundo gol local al filo del descanso fue un mazazo para los albiazules. El tercero también llegó en un momento clave, justo después de que Machín moviese el banquillo.