- Todos los entrenadores consideran que las pretemporadas se les quedan siempre ineludiblemente cortas y esa sensación se incrementa todavía más en esta campaña en la que la fase de preparación se ha visto sensiblemente recortada con respecto a campañas precedentes. La anormalidad sigue presente y Pablo Machín llegará al arranque del nuevo curso con menos sesiones de trabajo de las que le hubiera gustado y también con una plantilla carente aún de piezas que deberían ocupar puestos fundamentales en sus esquemas. Muchas jornadas de trabajo en doble turno y cuatro partidos amistosos han servido para que el técnico soriano haya implantado ya su particular estilo de juego. Y, sin lugar a dudas, se puede asegurar que sus pupilos han entendido bien la idea y el Deportivo Alavés en estos encuentros ya ha mostrado ese sello particular que el preparador de Gómara implanta en sus proyectos. El Glorioso sabe a qué quiere jugar El Gloriosoy ha mostrado mimbres para poder desarrollar ese estilo, cuestión nada sencilla teniendo en cuenta el escaso tiempo que ha tenido para adaptarse a tantos cambios. No obstante, la preocupación también tiene un foco principal en el agujero negro defensivo que ha evidenciado un grupo que tiene un amplio margen de mejora en este sentido, capital a la hora de obtener resultados y que se tiene que limar de manera inmediata porque en apenas una semana los puntos se ponen ya en juego de verdad.

Si la llegada de un nuevo entrenador siempre supone un período de adaptación a las novedades que ese cambio supone, la magnitud de las mismas se incrementa de manera significativa cuando el protagonista de esa transición es un técnico como Machín, que muy poco tiene que ver con la mayoría de sus colegas de profesión. Como cabía esperar, ya se ha visto que el preparador alavesista no piensa renunciar a ese estilo que le ha llevado hasta donde está. Tres centrales, carrileros de largo recorrido, presión muy adelantada, llegada al área rival con muchos efectivos, juego vertical y vertiginoso... Muchos cambios, partiendo de un sistema en el que la única variable es jugar con doble punta -ha usado el 3-5-2 en tres de los cuatro amistosos- o con dos mediapuntas detrás del delantero -3-4-2-1, utilizado en un partido- y que supone una exigencia diferente para los futbolistas, sobre todo a nivel defensivo.

No es de extrañar que el mayor punto negro de esta pretemporada se sitúe en los graves problemas que en dicha parcela ha mostrado un equipo que ha encajado dos goles en cada uno de sus amistosos (ocho en total), la mayoría propiciados por errores individuales graves, ya fueran de colocación o con el balón.

Pasar de la clásica línea de cuatro a la que todos están acostumbrados a una de solo tres elementos que además juegan muy adelantados y tienen que salir de su posición natural para achuchar a los rivales no es nada sencillo. Hay que correr mucho y, sobre todo, aprender a colocarse muy bien; también saber aguantar en el uno contra uno sin ayudas. Los balones a las espaldas y al espacio que en una situación normal deberían ser responsabilidad de los laterales -cabe recordar que esta figura desaparece y que el carrilero tiene mucho campo por cubrir y no siempre va a llegar a tiempo- siempre van a ser muy peligrosos y de la capacidad de reacción de los centrales va a depender el éxito de una fórmula que también requiere de ayuda por parte de los centrocampistas y las bandas.

Dos demarcaciones estas en las que ha quedado claro que se requiere de unas condiciones físicas excepcionales. El único más posicional es el pivote, pero tanto los mediocentros como, sobre todo, los carrileros tienen que cubrir zonas de campo muy amplias. Arriba y abajo, constantemente. Ayudando en la defensa, pero llegan al área rival para generar peligro en ese juego vertical y frenético que se propone.

Disfrutar arriba Quienes menos problemas tienen en este sentido son los delanteros, que seguramente estarán tremendamente agradecidos por el cambio de estilo. Desplazamientos en largo y despliegue por las bandas van a seguir siendo protagonistas -la verticalidad es clave para el soriano, aunque tampoco se destierra la idea de tocar con tranquilidad en zonas sin compromiso cuando así se requiera-, pero de una manera diferente. Sobre todo porque a partir de ahora los delanteros van a estar mucho más acompañados. No en vano, el juego de Machín exige que lleguen los carrileros hasta el área y que desde segunda línea acompañe al menos uno de los mediocentros, lo que conduce a tener hasta cinco elementos pisando zonas de peligro. Que el Alavés haya marcado en sus cuatro amistosos (cinco goles en total) no es casualidad. Habla bien a las claras del peligro que va a tener arriba un equipo que ha asimilado con celeridad los conceptos peculiares del nuevo técnico, pero que aún tiene que limar sus problemas defensivos, que son graves.

Sistema. Machín ha llegado a la élite con un juego muy reconocible en el que sobresale un sistema de juego que muy pocos utilizan. Su esquema principal es el 3-5-2 y la única variante que suele utilizar es el 3-4-2-1, como ya se ha visto en los amistosos.

Virtudes. El juego ofensivo ha ganado en riqueza y no se basa únicamente en el desplazamientos en largo o el desborde desde las bandas. Dichos argumentos siguen siendo importantes -los carrileros son fundamentales-, pero se llega al área rival con muchos más efectivos.

Defectos. El esquema de tres centrales supone una ruptura total con la tradicional línea de cuatro y requiere de mucho aprendizaje. Los defensas tienen que cubrir mucho espacio con muy poca ayuda y tienen problemas en los costados y en los balones a sus espaldas.

Minutos

Se han concedidos muchos goles sencillos por fallos evidentes en los amistosos, pero también el ataque se ha mostrado muy peligroso