Vitoria - El Deportivo Alavés sufrió en el estreno de la nueva temporada la constatación de lo que ya de antemano parecía una evidencia. El arranque del curso le ha madrugado en exceso a un Glorioso todavía remolón entre las sábanas. Como al estudiante que deja todo para el último día al albur de las circunstancias, los problemas eran del todo previsibles viendo los precedentes y los nombres que había para disponer sobre el césped de Butarque. En Leganés salió cruz como pudo haber salido cara si Manu García llega a embocar el penalti al cuarto de hora, pero, derrota al margen, al descubierto quedaron las graves carencias que en estos momentos tiene el equipo de Luis Zubeldía. El técnico tiene mucho trabajo por delante, pero también necesita ya esos mimbres por los que lleva tanto tiempo aguardando. Con el Barcelona en el horizonte, el riesgo de irse al parón con el casillero a cero es una evidencia. Y con quince días sin competición en los que el mercado aún debe cerrarse, el encendido generalizado de las primeras alarmas puede conducir a muchas decisiones erróneas. El mazazo ha sido duro más por las formas que por el fondo, pero ahora más que nunca la calma en el análisis y la toma de buenas decisiones es fundamental para no perder los papeles durante todo el año.

El segundo proyecto alavesista en la máxima categoría había llegado al arranque del curso cogido por hilvanes. La fortuna es que son muchos los equipos que se encuentran en parecida situación y tampoco es el Leganés uno de los más poderosos rivales que el cuadro albiazul se va a encontrar en su camino. De ahí la igualdad del encuentro inaugural, aunque los madrileños tuvieron muchas más ocasiones y trasladaron una mayor sensación de dominio. El penalti errado por Manu García lo pudo cambiar todo, pero lo cierto es que El Glorioso se presentó en Butarque con unos argumentos muy limitados.

Zubeldía apostó por una alineación titular en la que se mantenían ocho jugadores que ya formaban parte de la plantilla de Mauricio Pellegrino, pero alguno de ellos tuvo más confianza por parte del nuevo entrenador el viernes que con El Flaco durante toda la pasada campaña.

descartes imprescindibles Los casos más evidentes tuvieron a Rubén Sobrino y Christian Santos como protagonistas. El de Daimiel fue el vigésimo primer jugador el año pasado en el global de minutos, mientras que el venezolano fue el decimoséptimo. Ni siquiera formaron entonces parte del primer bloque de rotación, pero es que El Principito no tiene en estos momentos más argumentos para conformar su vanguardia que estos dos jugadores. En esa misma tesitura se mueve también un futbolista como Carlos Vigaray, que tampoco cuenta en estos momentos con alternativa en la plantilla en el lateral derecho.

Estos tres jugadores no tienen recambio en el equipo, pero no son las únicas demarcaciones que están en mantillas. Se pudo comprobar, por ejemplo, en la composición de un centro del campo en la que el preparador argentino optó por dos jugadores de perfil muy similar como Wakaso y Manu García que no acabaron de entenderse. Tomás Pina lleva demasiado poco tiempo con el grupo y físicamente no está para aguantar un partido entero, pero su entrada le dio otro aire al equipo y un mayor equilibrio. Mención aparte para la situación de Dani Torres, quien en circunstancias normales debería haber sido de inicio el pivote de referencia pero que tiene todas las papeletas de salida compradas, lo mismo que un Aleksandar Katai que ni siquiera estaba convocado a pesar de la falta de efectivos en la línea de ataque.

Otra situación especial es la del lateral izquierdo, donde Zubeldía ha dejado claro que, de momento, Héctor Hernández y Rubén Duarte no le llenan. Que en el primer partido de la nueva temporada apostase en esa posición por un extremo sin ni siquiera experiencia en la máxima categoría ni en el puesto como Alfonso Pedraza da mucho que pensar, aunque en este sentido el argentino no ha parecido tener mal ojo y el cordobés puede convertirse en un lateral de largo recorrido muy interesante en la ofensiva.

Individualismo excesivo Que al técnico alavesista le faltan todavía piezas por acoplar y fichajes es una evidencia -mirar el solar que era el banquillo el viernes asustaba-, pero también en el juego del equipo hay amplio margen para la mejora, sobre todo en lo que a la ofensiva se refiere. En defensa hay automatismos por mejorar y se echó mucho de menos la referencia de un pivote defensivo, un papel llamado a cubrir con la figura de Pina, pero en el ataque no se pudo apreciar ningún tipo de idea colectiva.

Los chispazos, contados, vinieron a cuenta de la acción individual. Burgui por un lado, Sobrino por otro, Pedraza después, Romero al final... Jugadores que cogían el balón, bajaban la cabeza y trataban de deshacerse de todos los rivales que se les interponían en el camino para acabar resolviendo muchas veces desde la lejanía. El fútbol combinativo y el apoyo entre compañeros no aparecieron en casi ningún momento.

De momento, la calma es la mejor consejera. Tiempo hay para analizar y trabajar en la mejora, en todos los aspectos. Porque la evidencia señaló claramente que este Alavés tiene a estas alturas unas carencias que en el estreno quedaron al descubierto.