Vitoria - Los jugadores son los verdaderos protagonistas de los éxitos y fracasos, pero en el caso del Deportivo Alavés y su agónico descenso hay que echar un vistazo al banquillo para entender los entresijos de la permanencia. Tras Natxo González y Juan Carlos Mandiá, la patata caliente de perseguir un objetivo casi imposible se le pasó a Alberto López, quien desde el primer momento encabezó un discurso que aunaba confianza y tranquilidad. El irundarra impuso la cordura en el juego y la calma en el vestuario y, partiendo siempre de la dificultad de la empresa, hizo creer el sentimiento de que la salvación era posible. Tras la derrota en el Miniestadi, el guipuzcoano cogió al equipo penúltimo a cinco puntos de la línea roja. Tras sus dos primeros partidos, el cuadro albiazul se convirtió en colista y padeció la mayor desventaja con respecto a la salvación de todo el curso, a quedarse a seis puntos de desventaja. Pero hasta en ese momento de enorme riesgo fue capaz de mantener la tensión en el seno del vestuario a la vez que se encargaba de repetir una y otra vez de puertas para afuera que los descensos se producen en junio y no a principios de abril. A partir de ese momento comenzó una remontada histórica con cinco victorias y dos empates en los últimos ocho partidos, 17 puntos de 24 posibles que, con el agónico y épico final en Jaén incluido, han servido para sellar la permanencia.

En el plano deportivo, Alberto se ha caracterizado por actuar con una lógica aplastante. El equipo precisaba de una mejoría defensiva innegociable y optó por sacar de la alineación a los jugadores que más problemas estaban teniendo para confeccionar un once tipo que ha sido muy reconocible en el tramo final. Así, prescindió de los otrora inamovibles Goitia, Medina, Nano u Ortiz para apostar definitivamente por el cambio en la portería con la entrada de Crespo, aprovechar la mejoría de Samuel y Raúl García y fortalecer el centro del campo con la apuesta fija por Beobide y Manu García. Así, la cantidad de goles encajados se redujo de manera considerable y con ellas aumentaron las opciones de sumar puntos con más regularidad que anteriormente.

En ataque, el irundarra recuperó al acompañante de Viguera apostando por un sistema 4-4-2 que ha sido prácticamente inamovible en todos sus partidos. Así, el riojano ha ofrecido un nivel sobresaliente en un tramo final en el que otros futbolistas, con el caso destacado de Guzmán, se han sumado a las tareas goleadoras para que Viguera no llevase todo el peso del equipo en este apartado. Un mayor reparto de funciones, pero con un peligro ofensivo que ha seguido siendo letal.

La confianza en un pequeño núcleo de jugadores ha sido una constante, pero al tiempo ha sido capaz de mantener la tensión competitiva en toda la plantilla para echar mano de nuevos recursos en momentos al final determinantes. Así se explica, sin ir más lejos, el partido de la salvación, en el que el gran protagonista fue Juanma y donde un actor principal fue Quiroga, dos futbolistas que han pasado por Vitoria con más pena que gloria y que eran de los que menos minutos acumulaban a lo largo del curso.

Si en sus planteamientos Alberto se ha guiado por la lógica, cuando se ha puesto delante de los micrófonos lo ha hecho por la cordura. Tranquilidad, tranquilidad y más tranquilidad. Desde un primer momento desterró del diccionario la palabra final que tan reiterativamente se ha utilizado en el entorno durante los últimos meses y aplicó la teoría de que quedaba mucho tiempo por delante. De discurso pausado, reflexivo y sereno, su guión se ha mantenido inamovible tanto en los peores como en los mejores momentos. Ni un ápice de desilusión en los primeros, ni un chispazo de alegría en los segundos. Y es que lo de vender humo no ha casado con su estilo, en el que siempre ha ponderado el trabajo de sus pupilos y su confianza en lograr el objetivo a base de resistir y resistir.

difícil continuidad En su actitud, la templanza ha sido su seña identitaria. Ha tenido que capear momentos difíciles, como cuando por vez primera se vio a Zubillaga dirigiendo un entrenamiento, pero los ha solventado con total calma y dándole una nota de normalidad a un episodio que se ha repetido a lo largo de las últimas semanas. El irundarra no se tomó ese episodio como una injerencia en su trabajo y en su discurso público se encargó de reiterar que se trataba de una situación completamente normal, que él ya había vivido en experiencias anteriores como jugador y que se trataba de un plus que iba a ayudar al equipo a mejorar.

Ese saber estar también se ha visto en los partidos, cuando dirigía al equipo desde el banquillo. Solo en dos momentos se le vio crispado, aunque por motivos bien diferentes. El primero de ellos, con el monumental enfado con el delegado en Lugo cuando se equivocó a la hora de señalar el número en un cambio en el minuto 90, cuando Raúl García tenía que abandonar el campo lesionado y fue otro el dorsal que apareció en el marcador del cuarto árbitro. La otra, como es lógico, con el tercer gol del Alavés en Jaén. Ahí ya no pudo contenerse Alberto, que salió corriendo hacia la piña, aunque en su descargo también hay que señalar que él mismo fue el primero en darse cuenta de que el partido no se había acabado y también en pedir cordura en lo que quedaba por jugarse.

Los valores de Alberto, sus números y el objetivo cumplido están sobre la mesa. Ahora hay que ver si resultan suficientes o si, en cambio, se apuesta por una figura de mayor renombre y experiencia para dirigir al equipo. El irundarra ha demostrado en su primera etapa profesional que cuenta con virtudes y formación para hacer frente al gran reto del próximo año. La confianza de Zubillaga, el hombre que le trajo a Vitoria, también parece evidente. Pero, al tiempo, pueden existir dudas acerca de su falta de experiencia o de su idoneidad como referente del banquillo desde el inicio de la temporada. En este sentido, ahora mismo su continuidad al frente del equipo parece complicada. Será la primera decisión que tenga que tomarse, pero, sea una u otra, Alberto se ha ganado por méritos propios un lugar de referencia en la historia del club por esta agónica salvación.