Vitoria. Cuando se siente esta tarde en su asiento en el palco del estadio Santo Domingo no tendrá muy claro si su equipo viste de amarillo o de azul y blanco. Alavesista de vocación y alfarero de profesión, Kike Pérez es una de las figuras más importantes del asentamiento y crecimiento del Alcorcón en Segunda División y uno de los protagonistas directos del particular milagro que cada temporada lleva a cabo uno de los clubes más humildes de la categoría, que a base de horas de trabajo colectivo se ha convertido año tras año en la revelación de la temporada y a punto ha estado de colarse entre la élite del fútbol estatal. "Somos una familia muy humilde, pero que día a día quiere ir mejorando. Aquí lo importante es que todo el mundo quiere trabajar y sumar, ser partícipe de este pequeño proyecto en común. Somos un equipo muy pequeño y los que estamos en las oficinas, los entrenadores y los jugadores nos vemos y hablamos todos los días", asegura el abogado vitoriano.
Kike Pérez vive su tercera temporada en el club alfarero, del que es vicepresidente y director general. Cargos con nombre, pero sobre todo con mucho más contenido del que nadie se puede imaginar. Y es que poca comparación se puede hacer entre el funcionamiento del Deportivo Alavés y el del Alcorcón por mucho que el primero sea un recién llegado a Segunda y los madrileños ya se hayan asentado en la categoría. Precisamente, tras nueve temporadas en la entidad del Paseo de Cervantes -entró de la mano de Gonzalo Antón y salió en la etapa de Fernando Ortiz de Zárate- su desembarco en el club madrileño fue una caja de sorpresas inesperadas.
"Cuando el club subió a Segunda necesitaban un director general y surgió esa oportunidad y en una comida nos entendimos entre el presidente, el director deportivo y yo. Cuando llegué el aterrizaje fue... Acostumbrado como estaba a una infraestructura como la del Alavés, con mucho personal, un campazo, profesionalizado, me encontré con un club al que esto le llegó de la noche a la mañana, sin infraestructura y te tienes que remangar para echarlo a andar. El Alcorcón era muy humilde y lo sigue siendo, pero día a día hemos ido mejorando las cosas: los asientos en el estadio, el palco, tenemos más de sesenta patrocinadores... Le hemos dado una vuelta importante al club y cuando miro atrás me siento orgulloso del trabajo que hemos hecho", explica.
En ese "trabajo" se pueden englobar todas las tareas que requiere un club profesional para su funcionamiento, labores que se multiplican teniendo en cuenta que a su llegada el Alcorcón se estrenaba en el fútbol profesional y contaba con unos recursos muy limitados. Y para hacer de un proyecto humilde una referencia, la clave ha sido el colectivo humano que se ha juntado. "Las relaciones personales son muy importantes en cualquier empresa, pero es que aquí son fundamentales. El que viene aquí a trabajar tiene que tener ganas de sumar y de trabajar. Yo a todo el mundo le digo que tiene que ser partícipe de este pequeño proyecto en común y que tiene que aportar también sus ideas", asegura Pérez.
Ese perfil humano también se aplica a la confección de las plantillas, donde Kike Pérez también ha tenido responsabilidad. Nada de fichajes por vídeo, catálogos y dejándose llevar por los ofrecimientos de los representantes. "Lo personal es más importante que lo deportivo y el futbolista que viene aquí tiene que pasar muchos filtros. Nuestro director deportivo suele hacer muchas llamadas para saber cómo son los jugadores como personas. Al final, esto es una familia y no puedes dejar que cualquiera entre en tu casa", valora.
Quizá el mayor punto a favor del club alfarero sea estar radicado en Madrid, foco futbolístico apetecible para todos los jugadores que saben que se exponen en el mejor escaparate. Eso sí, hasta ahí llegan las bondades de estar en el extrarradio capitalino: "Es una plaza complicada. Está claro que muchos futbolistas vienen porque es un buen escaparate, pero tenemos que competir con cuatro equipos de Primera División y con una oferta cultural que no tiene parangón".
Así, el Alcorcón es con 3.000 abonados uno de los equipos con menos socios de Segunda. Y eso que casi ha cuadruplicado la cifra desde que ascendió, cuando apenas tenía setecientos. El trabajo es ahora "con los niños" para tratar de fidelizarlos justo cuando descubren el fútbol y crear así una cantera de cara al futuro. Porque parece que, tras los negros nubarrones, el Alcorcón tiene futuro.
"Ha sido un verano muy duro, complicado y difícil", recuerda Kike Pérez de esos días de angustia en los que el Alcorcón estuvo a punto de perder la categoría por irregularidades en su conversión en la sociedad anónima deportiva que aún colean. "El fútbol mueve sentimientos y cuando ves a esa gente que quiere al club sufriendo lo pasas mal por toda la responsabilidad que tienes". Precisamente, en la presente semana ha salido a la luz el avanzado estado de las negociaciones con un empresario mexicano que quiere adquirir la mayoría accionarial del club. Ilusión entre los aficionados, pero al mismo tiempo dudas que Kike Pérez intenta disipar: "Se ha fijado en el proyecto y a toda le gente que me pregunta le digo que va a salir bien y que el club necesita esa inyección económica, que alguien apueste". Y es que, de lo contrario, de no llegar dinero, la muerte por éxito volvería a estar cercana.