Zaragoza. Un tren que pasa. Vendrán más y el Deportivo Alavés estará esperando su oportunidad para subirse a ese vagón de clase privilegiada en el que viajar con total comodidad, pero de momento tiene que seguir aguardando. Sigue en primera clase, pero con las apreturas lógicas de los que no van en business. Tiempo al tiempo. Solo hay que regresar a la versión habitual de este equipo, la que ayer no se vio apenas en ningún momento en la ciudad deportiva del Zaragoza, donde al equipo de Natxo González se le vio incómodo en todo momento, superado casi desde el inicio, incapaz de generar su habitual juego de ataque y, para colmo, castigado por varios errores de gravedad que le acabaron costando las opciones de triunfo y con ellas la posibilidad de dar un mazazo en la clasificación para afrontar el fin de año con más tranquilidad.

Comenzó el partido con el dominio territorial del filial zaragocista, que no se enredó con el balón en los pies y buscó en todo momento un fútbol directo con el mínimo imprescindible de dificultades. De esta manera, aunque casi siempre los centrales albiazules y Jaume ganaron la batalla por los balones aéreos, los pupilos de Alex Monserrate consiguieron acercarse con demasiada asiduidad a los dominios de Iturrioz, llegando a botar tres saques de esquina de manera casi consecutiva en un inicio del duelo en el que al Alavés le faltaban varias marchas.

En el tercer córner, ejecutado por la sensacional pierna de Marc Mateu, un fallo monumental de Iturrioz a la hora de medir su salida propició que el balón le quedase franco a Suárez en el segundo palo para marcar a bocajarro. En el tiempo que perdió en dar un paso hacia adelante y rectificar volviendo hacia atrás, el guardameta albiazul no pudo atrapar un centro que acabó dejando muerto para el placentero gol zaragocista.

Se ponía cuesta arriba el partido desde muy pronto y vivía el Alavés unas sensaciones prácticamente desconocidas hasta la fecha, ya que solo en dos ocasiones anteriores se había visto por debajo en el marcador. Precisamente, en las dos en las que acabó claudicando, frente al Eibar y contra la Real Sociedad B. Volvió a demostrar el equipo de Natxo González que le gusta mucho más manejarse a la contra cuando actúa como visitante, ya que su única vía de creatividad llegó a través de las recepciones de espaldas de Viguera en cualquier zona de vanguardia para repartir el balón.

El riojano se manejó de maravilla en esa labor de recibir y repartir, pero al equipo le faltó tener una presencia en los metros finales mucho mayor, ya que fue incapaz de presentarse ante Alcolea con cierto peligro. Eso sí, justo antes del descanso pudo encontrar el cuadro albiazul un premio que el colegiado no quiso darle con la segunda amarilla, y consiguiente expulsión, de Brian, tras una clara falta en el centro del campo sobre Luismi, que al final fue el que se llevó la amarilla por protestar.

Quiso apretar el acelerador en el inicio de la segunda parte el equipo vitoriano y lo hizo buscando su tradicional arma de la internada por las bandas. Encontró profundidad por la derecha, pero escasas oportunidades más allá de un cabezazo de Luismi a la cruceta. En cambio, la zozobra en la zaga, con un Iturrioz tremendamente inseguro y unos errores impropios a la hora de dar salida al balón, se convirtió en una constante que se acabó pagando cara con el segundo gol zaragocista, ya en el minuto 81, obra de Gassama al no ser capaz Jaume de sacar un balón en largo y quedarse enredado sin pegar el pelotazo, con lo que después propició el robo de Gassama -en posible falta a Luismi- y un remate potente y de calidad que prácticamente dejó sentenciado el duelo. Pese a ello, tiró de pundonor el cuadro alavesista para tratar de echar mano a la épica. Sendoa, de magnífico remate, puso la incertidumbre en el 87, pero en los tres minutos y el descuento el Alavés no fue capaz siquiera de colgar un balón. Así, veía escaparse de las manos esa soñada posibilidad de pasar del sensacional vagón que en estos momentos ocupa a uno todavía más cómodo. Habrá que esperar y recuperar el buen tono habitual que ayer no apareció en Zaragoza.