Vitoria. Dando tumbos. Así cabalga el Deportivo Alavés en la recién estrenada temporada. Cuando parece que, por fin, se encuentra a punto de levantar cabeza, otro nuevo bofetón vuelve a tumbarle. La historia se repite, pero esta reiteración no sirve como aprendizaje. Los mismos errores de siempre volvieron a condenar ayer al cuadro alavesista, incapaz de manejarse con cierta solvencia, de convertirse en un equipo mandón, de demostrar todo el potencial que atesora en sus piernas. La fractura es evidente. Mendizorroza dictó ayer sentencia como pocas veces antes había hecho. "¡De la Fuente dimisión!" fue el clamor unánime de los más de siete mil alavesistas que volvieron a sufrir y padecer con un nuevo fiasco de un equipo que no es capaz de ganar ni aunque todas las circunstancias se le pongan de cara. Desastre total ante el Zamora, uno más a acumular a una lista que ya suma demasiadas decepciones. El tiempo de la confianza se agota ya.
El cuadro albiazul tuvo una salida arrolladora, intentado agradar a su afición desde el primer minuto volcándose en los dominios zamoranos. Esa insistencia inicial sirvió para llevar la sensación de peligro a los dominios de Sergio Sánchez, pero lo cierto es que el cuadro visitante también pudo desenvolverse con comodidad cuando se hizo con el control del balón.
De ese toma y daca que se produjo en los primeros compases del juego salió beneficiado un Alavés que supo aprovechar su calidad individual. Tras unas cuantas buenas combinaciones por las bandas y varios saques de esquina zanjados sin peligro, una recuperación de Fachan en el centro del campo propició una rápida salida. En la banda derecha recibió Sendoa para poner el balón en la cabeza de Geni con la suavidad de un genio. Con ese impecable servicio, y habiendo ganado perfectamente la posición a su marcador, el capitán conectó uno de esos cabezazos que con tanta plasticidad dibuja. Giro de cuello perfecto y remate inapelable. Con 14 minutos, la alegría estaba de vuelta a Mendizorroza.
Fueron los siguientes compases de dominio total y absoluto por parte de un Alavés que incluso pudo gustarse con algunas acciones en las que sobó el balón entre sus pies, lo amasó con comodidad buscando la profundidad por las bandas e, incluso, llegó a plantarse varias veces ante un Sergio Sánchez que con sus intervenciones fue capaz de mantener a su equipo en el partido, ya que desde el punto de vista ofensivo el Zamora inquietó entre poco y nada al cuadro albiazul.
Preocupante apagón Con esa sensación de que el Alavés jugaba sin meter todas las marchas disponibles al no tener la necesidad de pisar a fondo el acelerador, la primera parte fue languideciendo con el correr de los minutos sin que los pupilos de Luis de la Fuente fuesen capaces de mantener el agobio constante al que poco antes habían sometido al guardameta zamorano, de largo el mejor de su equipo en esa primera parte.
Tras el paso por los vestuarios, el equipo vitoriano decidió desconectarse definitivamente y pasar de la contemplación al más absoluto de los sesteos. El Zamora se encontró con el balón y los espacios necesarios para hacer absolutamente todo lo que le vino a su antojo, lo que unido a los ya tradicionales despistes defensivos del conjunto alavesista vino a completar el cuadro del escándalo, el que se desató en Mendizorroza cuando Jonan y Jacobo le dieron la vuelta al marcador.
Estalló la afición contra un De la Fuente al que considera culpable de todos los males de este equipo y ni siquiera el gol de Geni para empatar, acompañado de un par de oportunidades de conseguir el tanto del triunfo, fue suficiente para aplacar los ánimos de un alavesismo que ya se ha cansado de que su equipo no ofrezca casi nada, de que sea un desastre una semana detrás de otra y de que no sea capaz de levantar cabeza. Urge una reacción porque la temporada podría estar perdiéndose de forma prematura.