El pasado año nacieron en Álava 102 niños menos; un descenso del 4,3%, según los datos del Eustat. El descenso es especialmente acusado el cuarto trimestre, con 553 nacimientos, un 12,5% menos que el año anterior. Las sociedades desarrolladas, por lo general, valoran de forma negativa esta evolución demográfica, incluso alertan del peligro de la falta de relevo generacional.
En cambio, Itziar Aguado, profesora del área de Geografía Humana de la UPV/EHU ofrece otro punto de vista. Piensa que no es imprescindible que aumente la natalidad, ya que la esperanza de vida es mayor.
La natalidad es sólo un número. Debe contextualizarse, dice.
–Hay que compararla con la estructura demográfica que tenemos. Vale, se reduce la natalidad, pero si al mismo tiempo conseguimos que las personas que nacen ahora vivan más años, vamos a poder tener un conjunto de población mayor. Es lo que se conoce como la revolución reproductiva. Hace cien años, la población tenía una esperanza de vida de 30 años y hoy vivimos más de 80. Además, la mortalidad infantil es muy muy baja; entonces, no hace falta tener tantos hijos porque, al final, somos más eficientes reduciendo la natalidad. Nos deberíamos preguntar: ¿es tan importante que la población crezca en número? Porque el planeta es limitado. Lo interesante es conseguir un equilibrio con el territorio. Siempre nos han vendido que cuantos más hijos tengamos, mejor, pero nos podríamos cuestionar si es así.
Pero una y otra vez nos advierten de que falta relevo generacional.
–También llegamos con más salud a la vejez. Se están alargando todas las etapas vitales, tenemos menos hijos porque cada vez los tenemos más tarde. El alarmismo suele venir porque cada vez somos más viejos y hay que velar por los cuidados en la vejez, pero si cada vez llegamos con mejor salud, igual también es lógico que nos jubilemos más tarde, aunque no esté muy bien visto, dependerá de lo físico del trabajo. No son muy lógicas esas prejubilaciones masivas con 50 o 55 años, por ejemplo de las entidades financieras. Ni obligar a jubilarse a los 65 años, como ocurre.
Ya, pero casi nadie contrata a partir de los 45 o 50 años.
–Eso es, se está perdiendo una población muy formada a la que con 45 años ya se considera mayor cuando igual tiene más conocimiento que con 25 y todavía puede aportar muchísimo a las empresas.
Entonces, no es tan grave que baje la natalidad.
–No, no considero que sea tan grave. Digo que es relativo porque ¿con qué lo comparamos? Precisamente ahora las mujeres en Euskadi están teniendo unos índices sintéticos de fecundidad, es decir, número de hijos por mujer, superiores a los de hace veinte o treinta años. Por ejemplo, en 1991 la tasa era de 0,97, en 2001 de 1,03 y en 2021 de 1,25. También hay menos mujeres en edad fértil de 15 a 49 años.
Es a lo que se refiere con ‘la mayor eficacia reproductiva’.
–No es exactamente eso. La mayor eficacia reproductiva es que con menos hijos estamos consiguiendo que la población crezca, ya que viven más años. Por eso, hay que ver la evolución a lo largo del tiempo, no en un momento. Quizá no se va a necesitar que nazca tanta población porque va a vivir más años.
“Nos alarman por la bajada de la natalidad, pero también porque la población no deja de crecer; son discursos contradictorios”
Hay que echar la vista atrás.
–Aparte de que en cierta manera son etapas cíclicas, muchas veces, en las decisiones de maternidad y paternidad lo que influye es sobre todo la situación económica, cuando la economía va mal se reduce la natalidad y al revés.
Dice también que la maternidad pasa factura.
–Ahí me refiero a que normalmente no se habla de corresponsabilidad sino de conciliación y conciliar parece que concilian sólo las mujeres porque son las que más se reducen las jornadas laborales, piden excedencias, lo que muchas veces dificulta su reincorporación al mercado laboral y todo esto se traduce en que para las mujeres supone un coste muy alto tener hijos; por ejemplo, no poder promocionar dentro de su profesión.
Pone en entredicho que lo idóneo sea que aumente la natalidad, pero también que tenga que crecer la población global del planeta.
–Siempre se ha dicho que una economía si no crece está en retroceso, pero no tiene por qué ser así. Podemos no crecer en población e ir bien, incluso mantener un mayor equilibrio con el territorio en el que vivimos. Muchas veces lo que escuchamos son discursos contradictorios, nos están alarmando por la bajada de la natalidad, pero también por el colapso del planeta porque la población no deja crecer.
Países en vías de desarrollo también están reduciendo su natalidad.
–Y, precisamente eso es muchas veces lo que les permite desarrollarse. Cuando las mujeres pueden decidir cuántos hijos tener, pueden cuidar mejor a sus hijos y darles una mejor educación es precisamente cuando se da ese salto cualitativo en los países en vías de desarrollo y empiezan a ser más productivos y a mejorar. Si se mira con perspectiva histórica, reducir la natalidad ha sido también un síntoma de progreso.
Y se olvida también que se trata de una decisión personal.
–Si miramos la historia, ahí entra también la religión, incluso el régimen franquista, que potenciaban que la mujer, cuantos más hijos tuviera, mejor, y estaba mal visto que una mujer en edad casadera no se casase ni tuviera hijos. Hoy en día, eso lo estamos superando y entendemos que tener hijos es una decisión personal, no es una obligación.
Sin embargo, las políticas pronatalistas están más vigentes que nunca.
–Sí, los gobiernos piensan en dar ayudas para tener hijos, más en campaña, porque consideran que la pérdida de población es algo negativo. Puedo entender que en algunas áreas rurales mantener cierto nivel de población sea positivo para poder contar con determinados servicios, pero muchas veces, incluso el hecho de que no haya exceso de población en áreas rurales está consiguiendo que se recuperen entornos naturales valiosos. Al final, nos venden que el crecimiento de la población es algo positivo, pero también esto nos lo tenemos que cuestionar, igual no necesitamos ser tantos. Y claro que es importante resaltar que es una decisión personal. El problema no es tanto cuántos hijos deben tenerse como que la persona que quiera tener uno, dos o tres hijos, no pueda hacerlo porque no tiene los suficientes recursos.
Defiende que convertirse en sociedades envejecidas es el mayor logro demográfico de los países desarrollados.
–Por supuesto. Ser una sociedad envejecida significa que la población vive muchos años y si a cualquier persona le preguntas cuántos años quiere vivir, te va a decir que cuantos más, mejor. Hoy en día, no sólo hay más gente que pasa de los 65 sino de los 70 u 80 y más población centenaria, y muchos llegan a ea edad con salud. Además, no nos olvidamos de que la población mayor de 65, cada vez gasta más; los jubilados que no tienen hipoteca ni otras cargas económicas generan actividad económica porque gastan más en ocio y también es importante recalcar esa aportación que hacen a la economía, también en impuestos.
Igual hay que cambiar el chip y no equiparar sociedad envejecida a algo negativo.
–Pues sí. Es un reflejo de que vivimos más años y de que llegamos con más salud a la vejez, lo que significa que vamos a tener más capacidad de gasto en ocio, por ejemplo. l