La Ertzaintza cuenta desde hace ya varios años con un grupo de Trata de Seres Humanos que, siguiendo las directrices del plan estratégico diseñado al respecto, investiga los delitos relacionados con la prostitución, persigue a sus autores y asiste a las víctimas. Desde 2010 55 mujeres han sido liberadas de las redes criminales, se han llevado a cabo 29 operativos y se ha detenido o investigado a cerca de 60 personas, aproximadamente un 50% hombres y otro 50% mujeres. El plan contempla tres fases. La primera es la de protección ciudadana, con er-tzainas especializados en todas las comisarías de Euskadi que desde septiembre de 2018 acuden a pisos, clubes, saunas y a la calle para recoger información y detectar posibles delitos. Esa información se valora, analiza y enriquece en la fase de inteligencia y, si hay indicios de delito, pasa a la de investigación, tras la cual se neutraliza el delito, y se extrae y protege a la víctima.

“Decir todo esto es muy fácil, hacerlo es muy difícil”. En un despacho de la comisaría de Lakua, el comisario Iñaki Arteaga, responsable de este equipo, dibuja para DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA una realidad compleja, en la que la labor de los policías que trabajan sobre el terreno es la base de todo. “Sin la tarea de estos agentes no nos enteraríamos de nada. Tú ves a dos mujeres que ejercen la prostitución y no sabes quién es la víctima y quién no, detectarla es muy complicado. Ella no va a venir aquí o a Olaguíbel a decir que es víctima de trata y quién es su explotador porque está amenazada, porque es irregular, porque es una persona vulnerable o porque ni es consciente de su situación”, afirma el comisario.

Así, en Álava no “te vas a encontrar con el estereotipo de la mujer violentada, con la cara golpeada, con cadenas... Te encuentras a una persona normal y tienes que hablar con ella, empatizar, darle información y, en ese momento no, pero igual a los tres, cuatro o cinco días nos llaman y empezamos con la investigación”. Otra vía para empezar a indagar en casos concretos es cuando el rechazo a las visitas de los agentes llega a ser sospechoso por reiterado, “aunque vean que vamos allí a ayudarles, que no vamos a pedirles papeles ni a extraditarlas, ahí ya funcionas por intuición”.

Además, la Ertzaintza mantiene un contacto estrecho con “todas las ONG que tienen relaciones con las mujeres en contexto de prostitución o de trata porque esto lo tenemos que hacer entre todos y algunas llevan treinta años en este mundo, esa es una tarea que quise hacer desde el primer día. Nuestro plan es policial, pero está tremendamente enriquecido con las aportaciones de estas organizaciones. Ellas nos dijeron que hay que entrar siempre preguntando en qué les podemos ayudar”.

Un ejemplo de lo difícil que es detectar un caso de prostitución forzada desde el punto de vista penal es que “hay ONG que llevan con una persona cinco años porque igual le están dando un curso de castellano, y no detectan que ejercía la prostitución de manera obligatoria hasta que se lo dice cinco años después, cuando ya ha salido. El gran esfuerzo nuestro es buscar los indicadores que nos hagan detectar que es una víctima”, señala Arteaga.

A pie de calle

“Y los indicadores cambian”. Los dos agentes, mujer y hombre, que tratan de forma directa con estas personas, mujeres en su mayor parte, pero según subrayan también personas transexuales y hombres, detallan cómo la pandemia está acelerando la transformación del universo de la prostitución.

“Antes no salían a la calle, no iban solas, ahora una persona que sale puede estar siendo obligada a prostituirse”, afirman los policías. Además, los clubes tienden a desaparecer, y la actividad se deriva hacia pisos, con una enorme rotación, lugares en los que no hay ruidos, quejas ni molestias, donde la invisibilidad es casi absoluta. Hay prostitución en pisos alquilados por Airbnb, en apartahoteles, a domicilio en hoteles de la ciudad.

“Nuestro trabajo diario es buscar, buscar y buscar, en foros, en páginas web, ver por dónde se mueven, si después de una visita desaparece el teléfono, si reconoces un piso por una foto, o cómo se alquilan esos pisos, cuánto se cobra por habitación, por semana... Y abrir puertas. Es rascar y rascar en una mina muy grande en la que la pepita esta muy escondida”, explican los agentes. “Otras veces nuestro trabajo es posicionar las piezas en el tablero, ver quién es quién, nosotros trabajamos a nivel europeo y de repente un día ubicas aquí a alguien que está investigado en otro sitio”, ejemplifican.

En ese sentido, en Álava no hay radicadas redes de trata, otra cosa es que sus tentáculos, el último eslabón, lleguen al territorio. “Aquí podemos detener a personas que hacen la última parte, el último control, pero es muy difícil que lleguemos al traslado, la captación en origen, aunque sí trasladamos información a Europol o Interpol”, añade Arteaga.

Los perfiles

Los perfiles de clientes ya no son los del putero que se va el sábado con los amigos a un club de carretera. “Hay de todo, ahora mismo a estas horas uno puede decir en el trabajo que va a echar un cigarro, va al piso, hace lo suyo y vuelve. Eso ha cambiado, en cualquier momento y a cualquier hora vas y ni tú ni ella os exponéis”, explica Arteaga. Por otro lado, el comisario niega que haya aumentado la demanda de prostitución entre los chicos jóvenes. “Se dice que juntan la paga y le ofrecen un servicio sexual al que cumple años, nosotros eso no lo encontramos por ningún lado”. Tampoco hay mujeres que demanden prostitución, una situación más propia de ciudades grandes.

Los policías que trabajan en primera línea añaden que “los hábitos de los clientes han cambiado, hay chicas que nos dicen que en una semana no han mantenido relaciones sexuales, que les pagan por otras cosas. Es un mundo de emociones, de necesidades, sentimientos, problemas, vivencias, adicciones, deudas, religión, en el caso del vudú; es un compendio de mil historias”.

En cuanto a las personas que se prostituyen y a las redes, las mafias chinas han pasado de buscar clientes entre sus compatriotas a ofrecer a estas chicas a cualquier persona, previa requisa del pasaporte y tras haber llegado pensando que venían a ejercer un trabajo doméstico.

“Las nigerianas pueden venir sabiendo que van a ejercer, pero con otras condiciones, incluso su propia familia les ha podido empujar a venir, y otras también creen que vienen de peluqueras o a un trabajo doméstico. Además estas mujeres hacen el famoso viaje a través del desierto, son violadas en el camino, desde que salen de su país hasta que llegan pueden pesar meses, cruzan de Ceuta o a Sicilia en patera. Nos han contado casos como el de una mujer que se cayó del camión en el desierto y ahí se quedó”, explica Arteaga.

Aquí entra en juego además la amenaza del vudú, “un rito del que nosotros nos reiríamos, pero que en su cultura les hace comprometerse a no denunciar y a no tener ninguna relación con la policía”. De África vienen principalmente chicas nigerianas, de Europa rumanas, y la mayoría de las mujeres vienen de Latinoamérica.

Por otro lado, “encontrar menores es muy difícil porque las redes saben que es un delito”, aunque sí que la Ertzaintza sacó de la calle a una chica nigeriana de tan solo 16 años.

En cuanto a las personas trans, la demanda se está disparando, y aunque representan un porcentaje bajo con respecto al total de personas prostituidas (un 6% antes de la pandemia) y no suelen estar explotadas por redes, sí mueven mucho dinero. La prostitución masculina apenas representa un 2% del total.

La estadística

En total la Ertzain-tza ha detectado 32 nacionalidades en las calles, clubes y pisos de Álava, solo un 8% tienen la española, y en líneas generales el ratio de mujeres prostituidas, sometidas a redes o no, es bajo con respecto a otros lugares del Estado. Antes de la pandemia, en 2018, se detectaron 58 espacios de prostitución contando calle, pisos y clubes, y 214 personas ejerciendo, 102 de ellas en pisos. En 2019 la cifra ascendió a 223 y todo el fenómeno se produce en el municipio de Vitoria.

Reflexión

Por último, Arteaga lanza una reflexión sobre cómo la ley puede ayudar a las personas que ejercen la prostitución. “Para nosotros es muy importante que las víctimas tengan derechos que no parezcan contraprestaciones. Ahora la víctima tiene derecho a ayudas, a ser testigo protegido, pero en muchos casos condicionadas a colaborar con la investigación. Si realmente los necesita dáselos, eso tiene que cambiar”, concluye.

Trata de Seres Humanos

La creación. En 2016 se realizó una exitosa prueba piloto en Irun, y a partir de ahí se decidió crear un grupo de Trata de Seres Humanos dirigido por Iñaki Arteaga. La unidad reclutó a a ertzainas de las ramas de Investigación, Inteligencia y Protección Ciudadana y estableció grupos de trabajo especializados en cada comisaría vasca.

Los datos. La ONU estima que en el mundo hay 21 millones de víctimas de trata, la mayoría mujeres y niñas. La trata se definió en el 2000 en Palermo, en una reunión organizada para abordar el crimen organizado transnacional. Trata es captar en origen, transportar, trasladar, acoger y recepcionar a personas utilizando amenaza, fuerza o engaño, fundamentalmente para explotación sexual. Antes de la pandemia todos los años las redes introducían a 70.000 mujeres y niñas en Europa.

Objetivos. A nivel estatal existe un plan, el último dotado con cien millones de euros, cuyo fin último son las tres ‘p’, prevención del delito, perseguir a los autores y proteger a las víctimas. Una cuarta ‘p’ añadida por la Ertzain-tza es el partenariado, la colaboración con las ONG. En la última estrategia europea, de periodo 21-25, se incide en reducir la demanda de prostitución y por tanto el negocio, habida cuenta de la dificultad de perseguir el delito.

En Álava. La Ertzaintza ha elaborado un censo de las mujeres que ejercen la prostitución en Álava. Antes de la pandemia eran 223, 102 de las cuales ejercían en pisos, 13 en la calle y el resto en clubes.