odo comenzó como una de esas muchas actividades de personas que quieren comprometerse a fondo con la solidaridad. Ana Baz, una joven de Lapuebla, con la vida casi resuelta, ya que su familia, y ella también, gestionan un popular bar-restaurante de la localidad ribereña, decidió un día de 2018 irse de voluntaria, aprovechando sus vacaciones, a trabajar unas semanas a un orfanato de Nairobi.

Lo que allí vio lo contó DNA: malos tratos de los cuidadores y los responsables del orfanato, sustracciones de la comida y las ayudas, y una suciedad y dejadez que le llevaron a denunciar el caso en la embajada de Kenia a su regreso. Poco hicieron, aunque sí avisaron a los responsables de la existencia de las denuncias. Pero lejos de asustarse, y arriesgando su vida, volvió meses después, tras haber estado enviando dinero a un joven para que alimentara a los pequeños. Allí se le conminó para que no volviera y después de pasar, con una gran valentía y junto a otra voluntaria, una temporada, regresó a Lapuebla, aunque siguió enviando dinero, suyo y de muchos vecinos de Álava y de La Rioja, tras haber puesto en marcha una asociación, Amor sin barreras, hasta que el receptor de esas ayudas desapareció.

Pero el precario mundo que había visto en África ya le había marcado para siempre. Así que contactó con otra ONG, One Day Yes, para volver al continente y colaborar con la escuelita Twashukuru en la isla de Lamu (Kenia). Y poco más tarde comenzó a gestar la idea de crear una escuela en la zona de Turkana Norte, también en Kenia.

Su entusiasmo contagió a muchos. Para empezar a la ikastola Olabide, de Vitoria, y a otras muchas personas y empresas, por lo que puso en marcha la iniciativa Los 100 de Turkana, un colectivo de otras tantas personas y firmas dispuestas a contribuir para construir una escuela, para unos 30 niños, que los educase, formase y alimentase. Pero fueron muchas más las que han ido aportando desde pequeñas a grandes cantidades y todos ellos han ido recibiendo mes a mes la justificación documental de cada céntimo gastado, con listados y con justificantes.

Ahora, la obra ha llegado al final y ha tenido tal repercusión que “este proyecto pionero en el mundo de la cooperación está siendo estudiado como modelo a replicar en la zona de Turkana Norte por el Ministerio de Educación de Kenia, ya que incluye educación, inteligencia emocional, asistencia médica y programa nutricional”, cuenta Ana Baz.

Así, después de que en julio empezaran los trabajos de construcción, en los que se reactivó la economía del lugar, dado que fueron los habitantes locales los que levantaron las instalaciones; de meses de trabajo en terreno para dotar el centro de todo lo necesario, de una cuidadosa selección de los 30 niños y niñas protagonistas para su elección para lo que se siguieron los criterios de mayor necesidad en medio de duros testimonios, como “...mis hijos comen una vez al día, los de ella solo tres o cuatro veces por semana y con un gran esfuerzo, mejor ayudarle a ella...”, el 17 de enero de 2022 inicia su andadura en centro Pole Pole Olabide, que es el nombre elegido.

Para la apertura del centro, Ana Baz, fundadora de la ONG Amor sin barreras, viaja a Kenia acompañada de uno de los mayores patrocinadores en la construcción del centro educativo, Grupo Amutio -Javier Amutio Serrano; su mujer, Itziar Sucunza Totoricagüena; y sus hijos, Unax y Xabi-, así como con los representantes del principal colaborador de la ONG, Olabide Ikastola, representada por las profesoras Muskoa Sánchez Halsouet y Amaia Sánchez Iduya. A ellos se suman, en calidad de voluntarias, Marta Machancoses y Elena López Davalillo.

El proyecto, fruto de la colaboración de la ONG Amor sin barreras, Olabide Ikastola y Aztivate Foundation (que actúa como contraparte local) está en estudio por el Ministerio de Educación de Kenia para ser centro de referencia en la zona y así replicar en todo Turkana Norte.

Con este centro, 30 niños de una de las zonas más castigadas del mundo tendrán acceso a un programa que consta de educación académica, cuyo plan de estudios ha sido desarrollado conjuntamente por Olabide Ikastola y Lucy Soila, que ha sido designada como directora del centro, siguiendo el currículum de Kenia y adaptado a las costumbres y cultura turkana. Asimismo, recibirán alimentación, basada en un programa nutricional creado por la Universidad CEU de Valencia. Tendrán un programa de inteligencia emocional, a través del método ideado en exclusiva para el proyecto por el psicólogo Víctor Víctoris. Y lo que es fundamental, asistencia médica en la clínica pediátrica Santa Martha de Aztivate Foundation.

Ana Baz explica que este proyecto, pionero en el mundo de la cooperación, va más allá de ser un centro educativo. Busca a largo plazo que los turkana ayuden a nuestra sociedad occidental a recuperar la esencia y valores que hemos perdido, a través de testimonios e historias de vida de sus propios protagonistas. También supondrá un antes y un después para los miembros del equipo en Turkana y sus familias -todos locales, después de una intensa selección por la carga emocional de cada una de las historias de los turkanah-, que se encargará de la gestión del mismo. Ellos son Esekon, Eregae, Mónica, Patricia, Ingolol y Joyce y tendrán un salario digno, contrato de trabajo, seguridad social para poder asistir al médico con sus familias y dietas.

Este inicio del centro Pole Pole Olabide marca el siguiente escalón del recorrido de Ana Baz, que comenzó en abril del 2018, y al que se le han ido sumando personas con propósitos, empresas e instituciones creando una red de solidaridad que ha dado lugar a un proyecto que intenta reescribir la historia al hacerlo desde el compartir; en estos lugares donde las personas viven como hace siglos pueden estar las claves para solucionar algunos males que aquejan a nuestra descabellada sociedad occidental.