yer quedó patente que los vitorianos tenían muchas ganas de volver a los bares. Muchas ganas de degustar un café en taza de loza, una cerveza en vaso de cristal y picar algún que otro pintxo caliente para entonar el cuerpo. Los clientes acogieron la reapertura de los establecimientos hosteleros entre "por fin", "ya era hora" y "a ver lo que dura", pero contentos de volver a saludar a su barero de toda la vida. Los hosteleros, por su parte, levantaron la persiana de sus locales con tantas ganas como miedo.
La hostelería gasteiztarra reabrió en su mayoría las puertas de bares y restaurantes. Las tabernas de la Kutxi, por ejemplo, decidieron no hacerlo el fin de semana "por responsabilidad" y la calle más marchosa del Casco Viejo de Gasteiz permaneció vacía y triste un sábado más de pandemia sanitaria. En la Plaza Nueva, en cambio, casi todo eran parabienes entre la clientela. La reapertura fue escalonada a la hora de los cafés y hacia las doce del mediodía, el ambiente se fue caldeando, poco a poco, para el vermú.
Y, a pesar de la lluvia y de lo desapacible del tiempo, la marea de gente en dirección centro fue agrandándose a medida que avanzaban las agujas del reloj. "Ganas de abrir hay, pero también miedo. A ver cómo va a venir la gente y cómo se va a comportar porque la hostelería es de los pocos sectores en los que los ciudadanos beben o comen y se quitan la mascarilla y se olvidan de todo...", apunta Jokin Oquiñena, propietario del bar La Unión. Por eso entiende perfectamente la decisión adoptada por sus compañeros de la Kutxi. "Les entiendo perfectamente porque ellos tienen el problema de que por la propia estructura de la calle apenas pueden montar mesas fuera y dentro tienen el aforo limitado a la mitad. A ello se suma la complejidad de los viernes y sábados, con gente en la calle, fuera de los bares, que al final da más sensación de masificación de la que es en realidad". A pesar de que vive del negocio del bar, Jokin asegura que, de ser uno de los responsables de gestionar la pandemia, no hubiera abierto en estas condiciones hasta después de Navidad. "En enero, después de Navidad, la gente se relaja, se tranquiliza, pero ahora está deseosa de juntarse, de estar con otras personas; somos sociables y nos cuesta mucho mantener ciertas normas... Pero, bueno, esperemos que vayan entrando, poco apoco", indica sin dejar de saludar asiduos clientes que cruzan la puerta bajo los soportales de la Plaza Nueva "Quiero pensar que no nos volverán a cerrar, pero no sé... Vamos a tener que tener mucho cuidado porque en cuanto los clientes no puedan estar en la calle por el mal tiempo van a entrar dentro", apunta.
El sector hostelero tiene claro que la culpa del aumento de contagios no es de los bares sino de la forma que los ciudadanos tenemos de comportarnos en los bares. Sin embargo, son sus negocios los que no facturan. Además, a ninguno le apetece estar de policía con sus clientes recordándoles todo el rato que tienen que ponerse la mascarilla porque la experiencia del verano les dice que "algunos se lo toman mal".
Por eso, Deborah Afonso espera que los clientes estén más concienciados esta vez y acaten las normas, pero no lo tiene claro y piensa que para Reyes les echarán el alto de nuevo a los bares y restaurantes, aunque "nosotros no somos los culpables de los contagios", asegura. Con este medio pesimismo, explica que si ella gestionase la pandemia no habría cerrado exclusivamente la hostelería sino, quizá, todo, ya que visto lo visto, el cierre de los establecimientos hosteleros tampoco ha servido para contener los contagios. "He abierto porque no me queda otro remedio, porque no podemos estar más tiempo sin facturar, pero vamos a tener que estar como policías y no es nuestro trabajo", indica desde la barra del bar La Vecina que regenta desde hace tres años.
José Ignacio Fernández, en cambio, es uno de los que no ha parado de currar, ya que el Deportivo Alavés ha mantenido sus puertas abiertas atendiendo a los clientes bajo pedido. Esta nueva modalidad de trabajo les ha servido para "defendernos un poco". Sin embargo, comparte con los clientes que no es lo mismo tomar un café en el bar que salir con un vaso de plástico o de cartón y degustarlo en la calle. Sabe que la salud de la población es lo primero, aun así, hay medidas adoptadas por el Gobierno Vasco que comparte y otras no. Le duele especialmente el cierre a las ocho de la tarde porque "vamos a perder mucha caja, ya que cuando verdaderamente trabajamos aquí es por la tarde-noche, hasta las doce o así, con el poteo y las cenas", señala. Además, no ve lógico que, mientras bares y restaurantes han estado cerrados, los autobuses y tranvías iban a tope de viajeros, los centros comerciales estaban llenos de compradores y la Plaza Nueva, abarrotada de personas.
Javier Castresana se muestra más optimista y el único miedo que manifiesta es a que "nos cierren de nuevo", apostilla desde el bar Victoria de Gasteiz. Ayer abrió por la mañana "con muchas ganas y poca clientela a primera hora", aunque luego se fue animando la cafetería. "Se comportan bastante bien y con el horario que tenemos, pienso que no habrá problemas". Además, "no creo que sea como en mayo, que la gente estaba ansiosa por salir, tras el confinamiento en los domicilios", confía.
No obstante, opina que nunca tenían que haber clausurado los establecimientos hosteleros porque las terrazas están al aire libre, son lugares abiertos y hay espacio suficiente para mantener las distancias; podíamos haber seguido funcionando sin problemas", indica. Además, es consciente de que su establecimiento no es de los que peor parados ha salido, ya que, al menos, "hemos podido trabajar con la terraza durante el verano y algo nos ha compensado", sostiene.
Los clientes, por su parte, están encantados de poder disfrutar de nuevo de su ocio en la hostelería y así se pronunciaron ayer entre el "por fin" o "ya era hora", y el temido "a ver cuánto dura esto" o "para febrero, todos confinados".
Que vuelvan a cerrar bares y restaurantes. Si en algo coinciden los hosteleros de Gasteiz consultados por DNA es que lo que no quieren es que vuelvan a cerrar los bares y restaurantes, ya que eso sería la puntillita final a sus negocios.
El cierre a las ocho de la tarde. El sector no entiende el cierre que el Gobierno Vasco ha decretado a las ocho de la tarde cuando el toque de queda no es hasta las diez de la noche. Piensan los afectados que si los ciudadanos pueden estar de ocho a diez de la noche en la calle o haciendo compras también pueden estar en un bar, sobre todo porque en invierno, y más en fechas navideñas, la gente sale de casa por la tarde y de siete a doce de la noches es la mejor hora.
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La inmensa mayoría de los hosteleros ve mal el cierre de los locales a las ocho de la tarde cuando el toque de queda no es hasta las diez.
"Mi único miedo es que nos cierren otra vez, pero soy muy optimista y creo que no va a pasar, o no quiero ni pensarlo..."
Bar Victoria
"Cerrando a las ocho vamos a perder mucha caja porque es cuando mejor se trabaja con el poteo de la tarde y la cenas"
Bar Deportivo Alavés
"He abierto porque no me queda más remedio que empezar a facturar, pero con miedo. Para Reyes nos echan el alto"
Bar La Vecina
"Para abrir en estas condiciones, no hubiera abierto hasta después de Navidad, hasta enero, que se relaja la gente"
Bar La Unión