VITORIA- A la seis de la tarde solo han sonado las campanas, pero no se han visto acompañadas por el chupinazo y la bajada de Celedón. Pero eso no quiere decir que la fiesta, aunque contenida por las circunstancias, no se haya desatado en el Casco Viejo vitoriano. El peso de la tradición es muy importante y a la simbólica hora, en unas terrazas en las que encontrar espacio era complicado, se ha desatado la particular banda sonora de cada 4 de agosto. "¡Celedón, se ha hecho una casa nueva; Celedón, con ventana y balcón!".
La particular tonadilla se ha extendido mesa a mesa, entre los que aún estiraban la comida y los que ya habían subido a la parte emblemática de la ciudad con ganas de celebración. Junto a copas de todos los elementos líquidos imaginables, tampoco ha faltado el descorche de las botellas de cava o el encendido de los puros. Un poco de alegría, que tampoco sobra.
Sin apreturas, con el orden de las mesas con sus sillas perfectamente alineadas, al atavío de las mascarillas se les han unido también los pañuelos. Unos, el de cuadros; otros, el rojo. Como siempre. Pese a todo, en Vitoria el poder de la tradición es fuerte y la alegría, aún sin bajada de Celedón, se ha materializado como cada año a la hora exacta.