a escasez de materiales de protección contra el coronavirus se ha convertido en triste noticia estos días. El stockde guantes, gafas, buzos o mascarillas sigue siendo insuficiente para dar respuesta a la alta demanda internacional, por mucho que la producción se haya acelerado a lo largo de las últimas semanas, e incluso los grupos de riesgo o muchos de los sectores considerados esenciales han debido tirar de imaginación y soluciones caseras para tratar de garantizar su seguridad frente a la amenaza del covid-19.

Con todo, también en este contexto de oscuridad generada por la pandemia están aflorando numerosas iniciativas que aportan luz y esperanza en la condición humana. Historias que trascienden a la competencia feroz de los mercados y que retrotraen a tiempos en los que las comunidades, fundamentalmente, salían adelante gracias al trabajo en equipo, el auzolan, y al apoyo mutuo y desinteresado de sus integrantes. Una de ellas tiene como protagonista a la Junta Administrativa de Zurbano, donde un grupo de vecinas está dedicando parte de su obligado aislamiento casero a confeccionar mascarillas de protección que ya han comenzado a distribuirse entre otros residentes de este pequeño concejo alavés, así como entre profesionales que desempeñan su labor en residencias de mayores o incluso en una empresa panificadora de Gasteiz que hasta ahora carecía de ellas para la atención al público.

Armadas con sus máquinas de coser, materiales reutilizados y mucho mimo, los resultados logrados por estas mujeres saltan ya a la vista, como puede apreciarse en las imágenes que acompañan a estas líneas. Hasta la fecha, han elaborado en total cerca de un centenar de mascarillas listas para utilizar y la reserva continúa creciendo, ayudada también por el alargamiento de la cuarentena. “Y las seguiremos haciendo hasta que todo esto acabe”, promete en conversación con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA Begoña López, una de las vecinas de Zurbano que se ha involucrado en esta iniciativa.

Al igual que ha sucedido en el resto de casos, Begoña reconoce que “jamás” había confeccionado una mascarilla, por lo que su labor ha sido estos días totalmente autodidacta. “Guardaba una en casa de cuando hacía visitas al hospital a una amiga que tuve enferma, y con otra que me prestaron más o menos pude sacar las medidas”, describe. Su gusto por la costura sin duda ha ayudado a Begoña, porque hasta que no le cedieron unas gomas para hacer las sujeciones había tenido que recurrir a cintas hechas a mano y no fue nada sencillo. “Ahora estamos casi, casi más preparadas para hacerlas bien”, remarca, mientras se encuentra en pleno proceso de remate de su segunda remesa de 24 mascarillas.

Begoña aún continuaba trabajando cuando desde la Junta del pueblo se puso esta idea sobre la mesa. Eran numerosas las personas allegadas o conocidas del vecindario que no podían disponer de un material de protección tan básico como éste estas semanas y no tardaron en sumarse a la iniciativa las primeras residentes. A día de hoy, el grupo lo integran cuatro vecinas, aunque hay otras que también están confeccionando mascarillas para sus propias familias. “Yo en cuanto tuve que parar de trabajar por el estado de alarma me puse a ello”, apunta Begoña.

En su caso, para elaborar las mascarillas ha recurrido a sábanas “de las de antes, de ajuar”, en desuso desde hace mucho tiempo pero preparadas para iniciar una segunda vida. “Las estoy haciendo a partir de esas sábanas viejas, que son totalmente blancas para que luego se puedan meter en lejía y desinfectar”, describe. Begoña, primero, toma las medidas, enmarca y recorta, y después empieza a “liarse” con la máquina de coser. Las mascarillas, además, son dobles para que en su interior puedan alojar filtros. “Me pongo a ratos y van saliendo”, apunta esta vecina, que anteayer tuvo tiempo para coser nada menos que esas 24 mascarillas del segundo stock. “Éstas en principio van para unas mujeres que trabajan en una residencia de ancianos y que, como casi todos, no tenían mascarillas”, avanza Begoña.

Otra de las partícipes de esta iniciativa es la también vecina de Zurbano Maribel Sáez de Cerain, que antes de empezar a elaborar mascarillas para otras personas ya había confeccionado alguna para su casa. “No había hecho nunca, pero me guié a través de tutoriales de Internet”, describe esta mujer, que ha hecho llegar sus creaciones a varias residentes y a una trabajadora de una residencia de mayores.

Las telas extraídas de sábanas han sido también el material elegido por Maribel para convertirlo después en mascarillas de protección. “Utilizo sábanas de algodón blancas y luego las hago con una abertura por la parte de arriba para poder meter algo de protección, un filtro o lo que haya a mano, porque está así todo ahora”, lamenta esta vecina.

Maribel no oculta su malestar cuando es cuestionada sobre la falta de materiales de protección entre los profesionales de servicios esenciales. “Cuando me enteré de que en la residencia donde trabaja una vecina no había suficientes mascarillas me quedé flipada. Tenían que lavar todos los días las mascarillas que les habían dejado, y eso me parecía impresionante”, recuerda Maribel, quien no dudo en sumarse a esta cadena de solidaridad vecinal cuando tuvo la oportunidad. “La gente que está trabajando en primera línea, al pie del cañón, jugándose la vida qué menos que esté protegida”, remarca.

La experiencia también está siendo “muy positiva” para su vecina Begoña, para quien lo que es “casi un hobby” como la costura se ha convertido ahora en una forma más de aportar un granito de arena en esta dura crisis. “Está siendo una forma de entretenerme, por decirlo de alguna forma, pero también de ayudar de otra manera”, destaca.

“Estoy haciéndolas a partir de sábanas viejas, totalmente blancas para poder meterlas en lejía”

Vecina de Zurbano

“La gente que está en primera línea jugándose la vida qué menos que esté protegida”

Vecina de Zurbano