Nanclares de la Oca - Desde hace meses, Nanclares de la Oca hace gala del título que se autoconcedió hace años como "pueblo de acogida". El antiguo colegio de San José de los Menesianos se ha convertido en un centro de primera acogida de personas beneficiarias y solicitantes de protección internacional, un espacio donde los refugiados pueden olvidar la persecución en sus países de origen y comenzar una nueva vida en paz.

Con una capacidad de entre 60 y 70 personas, la mayor parte de ellos son familias que llegan de países en conflicto, como Venezuela, Colombia, Honduras, Siria y otros lugares. La asociación CEAR Euskadi se encarga de ayudarles y de gestionar su regreso a una vida normal, y eso gracias a la generosidad de la orden religiosa, a la estrecha colaboración con el Ayuntamiento de Iruña Oka, cuyo pleno acogió unánimemente la propuesta, a la generosidad de los vecinos y al acuerdo entre la asociación, el Ministerio de Trabajo, Migración y Seguridad Social y las escuelas cristianas.

El centro cubre las primeras necesidades de quienes llegan solicitando asilo, y permanecen en Nanclares de la Oca entre uno y tres meses. Disponen para ello de tres plantas de uno de los edificios propiedad de los Menesianos, concretamente el que en su día acogió un balneario. En él, se ha transformado la zona principal para acondicionar habitaciones con capacidad para dos, tres y cuatro personas, así como baños comunes, una zona infantil y salas de reuniones y televisión. De esta manera se han habilitado unos 400 metros cuadrados en los que estas personas reciben por parte de personal de CEAR Euskadi apoyo administrativo, educativo, médico y psicológico.

Conciencia internacional Como se recordaba en la revista que edita el Ayuntamiento de Iruña Oka, al terminar la II Guerra Mundial salieron a la luz las persecuciones que habían sufrido millones de personas por el simple hecho de profesar una religión, pertenecer a un grupo étnico o tener unas ideas políticas, principalmente los judios.

Ese terrible drama concitó el acuerdo de la comunidad internacional sobre la necesidad de garantizar el derecho al asilo, es decir, el derecho a la protección de aquellas personas cuya libertad o integridad física no está garantizada en su país, y así este derecho se reconoció en la convención de Ginebra de 1951.

Este derecho al asilo forma parte de la Constitución de 1978, además de la aceptación de los tratados internacionales. Y es una válvula de escape para miles de personas que tienen que huir de guerras, como la de Siria, o de persecuciones políticas como ocurre en varios países de América del Sur.

Para atender y normalizar sus necesidades, desde la secretaría de Estado de migraciones se trabajó en dos direcciones: una primera para buscar espacios para dar alojamiento a las personas que llegan a nuestro país y en esa tarea encontraron la colaboración de la red de escuelas católicas, que facilitaron instalaciones como las de Nanclares para poder alojar a estas personas durante sus primeros meses de estancia, junto a una segunda línea de trabajo a través de la colaboración con los ciudadanos. Por ello, en Euskadi se promovió la firma de un convenio con el Gobierno Vasco, Acnur (CEAR Euskadi) para poner en marcha un proyecto de patrocinio comunitario, con el que se lleva a cabo la labor de acompañamiento y apoyo a estas personas que huyen de conflictos armados o de persecuciones, y que están realizando una gran labor en la acogida y atención a solicitantes de protección. Una colaboración que es clave para dar a estas personas una acogida digna, facilitando su inclusión y la cohesión social de nuestro país.