vitoria - Valores republicanos, aquí y ahora es el título elegido por Garbiñe Biurrun para su charla, que arrancará a las 19.30 horas, con entrada libre, en la Casa de cultura Ignacio Aldecoa. La presidenta de la sala de lo Social del TSJPV ha atendido antes de su cita con el público gasteiztarra la llamada de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.

'Valores republicanos, aquí y ahora'. ¿Por qué es conveniente ponerlos sobre la mesa a día de hoy?

-Partimos de una constatación, que llevamos unos cuantos años en una crisis que comenzó siendo económico-financiera y ha ido derivando en una crisis social y personal para muchísima gente, con efectos devastadores, y también en una crisis de valores, política e ideológica. Esto hace que a día de hoy se estén cuestionando muchas cosas, partiendo de la vigencia de la Constitución de 1978. El panorama político actual es bastante revelador de esta crisis. Y se constata también la necesidad de desarrollar los valores republicanos tradicionales. Desde luego, primero desde el cuestionamiento de la forma de Estado -entre monarquía o república-, pero también desde la libertad, la igualdad y la fraternidad, lo que hoy entenderíamos como justicia social, y en un marco de participación ciudadana, reflexión y debate, que es la esencia del republicanismo histórico.

¿Se han dado pasos en la recuperación de algunos de esos valores?

-Algunos sí se han recuperado. Poner en cuestión la vigencia de la Constitución surge precisamente del desarrollo de un fenómeno participativo novedoso, como fue el 15M, que derivó en la fractura del bipartidismo. Antes la gente estaba más segura y cómoda, no sólo los del bipartidismo. Las cosas funcionaban, pero cuando eso ya no es posible porque la gente está sufriendo mucho, se pone en cuestión todo, lo que antes no se cuestionaba aunque los problemas estuvieran ahí. La participación ciudadana ha hecho que se muevan muchas cosas y hace falta que se potencie muchísimo más. Si está bien reglada e institucionalizada, es el mejor antídoto contra la corrupción política, que está produciéndose sistemáticamente en los mismos ámbitos, de decisiones urbanísticas o de diseño de infraestructuras, como acaba de verse en el caso De Miguel.

Atravesamos también una época en la que no terminan de revertirse muchos de los recortes sociales y laborales aplicados recientemente.

-Sí, y por eso hay que buscar fórmulas para blindar los derechos sociales que se han ido adquiriendo, de forma que no se pueda dar marcha atrás de ninguna manera y en ningún ámbito. Se han dado muchos pasos atrás y hay que avanzar en derechos sociales y también laborales. Hacer del trabajo la fuente de ciudadanía es importante. Hay un debate enorme a día de hoy en relación al trabajo, a su futuro, con el trabajo decente... que ocupa a organismos internacionales.

¿Y qué hay de las relaciones Iglesia-Estado?

-Me interesa hablar de ellas porque están también en la esencia del republicanismo. Sólo desde una libertad religiosa auténtica y con una separación total de Iglesia y Estado se pueden desarrollar los valores de igualdad y libertad de la ciudadanía. Que el Estado no esté separado de la Iglesia, mayormente de la católica, tiene una gran incidencia en la Educación. Se está sosteniendo desde los fondos públicos la educación religiosa e incluso se ha validado que ésta penetre en la educación pública.

Algunos dirán que la república, 'per se', no solucionaría todos los problemas.

-Como forma de estado, claro que no. Estamos hablando de valores republicanos históricos, y efectivamente, no por que se produzca un cambio ahí van a verse plasmados automáticamente esos valores, sino que debe hacerse un trabajo enorme igualmente. Otros países que son repúblicas a nuestro alrededor tienen problemas iguales o parecidos. Pero en cualquier caso es un absurdo y contrario a la razón más básica que la jefatura del Estado pueda heredarse, e incluso que en el Estado español el varón pase por delante a la mujer. En general, las monarquías tradicionales están vinculadas a las religiones, lo que hace también que se arrastre para todo un país una moral o una forma de estar.

¿Cómo encaja que partidos supuestamente republicanos apenas se cuestionen el actual régimen?

-A mí me parece tremendo, porque es el abc del republicanismo. Me parece en algunos casos renunciar a las señas de identidad de esas formaciones políticas. Renunciar a valores que no deberían ser sólo propios de las personas que defendemos la república, sino valores de todo el mundo, como la igualdad para toda la ciudadanía y la inexistencia de privilegios para nadie. La renuncia a la defensa de estos valores por quienes en otros momentos históricos los han mantenido sólo la comprendo desde el oportunismo político y la negación del debate, que en ocasiones parece resurgir con más fuerza, como fue en torno la abdicación de Juan Carlos I, pero inmediatamente se sofoca.

¿Fue una oportunidad perdida?

-Bueno... (ríe). Me imagino que la abdicación tuvo que ver precisamente con la necesidad de matar un debate que estaba surgiendo de una manera muy importante. Además, creo que es una trampa vincular los debates a personas concretas, por muchos disparates que hubiera hecho. El problema de la institución es que no es controlable y constitucionalmente tiene una regulación muy pequeña, sin apenas desarrollo legal: Te va a decir que es la jefatura del Estado, que la figura del rey es inviolable y además que no está sujeta a responsabilidad. Más allá de los desmanes que un jefe de Estado pueda cometer, se trata sobre todo de revelar que esos desmanes nunca van a tener respuesta. Desde luego, judicialmente, y tampoco políticamente. La propia institución es la que está fuera del tiempo.

Una última pregunta obligada: ¿Felipe VI será el último rey de España?

-Yo espero que así sea. Espero tener una república de verdad, no sólo porque la jefatura del Estado debería ser de libre acceso a cualquier ciudadano elegible, temporal y sometida a los controles político-judiciales de todo tipo, como las demás instituciones representativas. También porque esto contribuiría a que determinados valores históricos y religiosos que aún flotan en nuestro ambiente fueran diluyéndose aún mucho más.