Siete días en la región boliviana de la Chiquitanía han sido suficientes para que los cuatro bomberos alaveses de la ONG Acción Norte hayan llegado a la conclusión de que los devastadores incendios que asolan la zona se van a prolongar durante muchos meses.
Una mezcla de fatiga por jornadas de hasta 20 horas luchando contra el fuego y el viaje transoceánico para regresar a Gasteiz el miércoles, asomaban ayer en los rostros de Ibai Navidad, Roberto Ogueta, Héctor Pérez y Mikel Mardones. Los tres primeros pertenecen al cuerpo de bomberos municipal y el último está enrolado en los de diputación. Aprovechando sus turnos de jornadas de libranza y “pidiendo cambios a los compañeros”, no tuvieron ninguna duda a la hora de alistarse en la expedición de Acción Norte que dio respuesta a la desesperada petición recibida por una asociación indígena de Bolivia y la del gobierno autonómico de Chiquitanía. El reto era tratar de poner coto al avance del fuego que ya ha consumido más de tres millones de hectáreas y avanza incontrolado sin que se encuentre la manera de ponerle freno. “Allí hay fuego para meses”, asienten los cuatro a modo de dolorosa conclusión.
diferente método de trabajo Nada más poner pie en la población de Concepción, pasaron a engrosar una cuadrilla centrada en ir sofocando alguno de los gigantescos frentes. “Trabajamos junto a voluntarios, de entre 18 y 35 años, que dejan la escuela o sus trabajos para centrarse en combatir el fuego”, apunta Héctor. Esta desinteresada contribución recibe luego un certificado oficial por parte de las autoridades locales bolivianas en la que consta que se han dedicado a combatir el fuego en múltiples jornadas. “No existe un cuerpo de bomberos al estilo de los que conocemos aquí”, relata Roberto Ogueta. Esa precariedad de medios la padecieron durante las siete jornadas de intenso trabajo pertrechados únicamente “con una mochila y un machete para ir avanzando entre la vegetación e ir apagando llamas”, desgrana Ogueta. Nada tiene que ver este rudimentario método, con los modernos camiones y motobombas que disponen en sus parques habituales a este lado del Atlántico.
La propia naturaleza se convirtió también en otro enemigo contra el que tuvieron que luchar en su periplo boliviano. Todas las jornadas de trabajo fueron de noche, por lo impenetrable que resulta la frondosa selva durante el día y para evitar perderse, ya que con la oscuridad los frentes del fuego ejercían de referencia. “La densidad de la selva solo te permite desbrozar la vegetación con el machete para hacer un pasillo, que te sirve tanto para avanzar hacia el fuego como para retroceder después una vez concluida la tarea o en caso de peligro”, concreta Héctor Pérez.
Una semana ha sido también tiempo suficiente para extraer sus propias conclusiones sobre la dramática situación que se vive en el país andino. “Hay intereses políticos confrontados entre el gobierno y la oposición, ante la cercanía de las elecciones de mañana viernes”, enmarcan. Dentro de ese capítulo se encuadra la necesidad de “contar con más zona agrícola para plantaciones de cultivos específicos”. Estas dos condiciones, unidas al hecho de en Bolivia se permite a la ciudadanía hacer fuego “ha llevado a la situación de que ve a los incendios como un negocio y los intereses económicos son fuertes”, concluyeron.