Vitoria - Oscar Font viaja con una maleta en la que guarda una máquina Enigma de codificación-decodificación y una granada M-24 utilizada por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Lógicamente la granada no contiene explosivo, pero le sirve para explicar el origen del icónico ingenio que le acompaña. Un artefacto que trajo de cabeza a los servicios de inteligencia del bando aliado y cuyo funcionamiento, una vez desentrañado, acortó la duración del conflicto bélico en dos años, circunstancia que salvó miles de vidas. Ante una audiencia juvenil, Font explicó esta y otras muchas historias vinculadas al mundo de la criptografía y de las matemáticas de una forma entretenida y dinámica. Con su Enigma a cuestas, recorre cientos de centros educativos de toda España y recientemente pasó unos días en Vitoria. “En febrero di la charla número 1.000”, repasa este barcelonés.
Para evitar que estas joyas de la codificación cayeran en manos enemigas, el protocolo dictaba que, en caso de peligro, los soldados nazis debían hacer un agujero, enterrarlas y detonar una granada M-24 sobre ellas para destruirlas. La suya permaneció bajo tierra durante 70 años hasta que alguien la encontró por casualidad. No había granada alguna sobre ella, por lo que se cree que los encargados de hacerla volar por los aires tuvieron miedo de que el procedimiento también les hiciera explotar a ellos. La sepultaron y se fueron, sin más. Hoy en día sólo quedan 350 máquinas de este tipo en todo el mundo.
La máquina Enigma propiedad de Font es una modelo M1, ya que en realidad se fabricaron diferentes versiones. Hubo distintas modalidades comerciales y varias para los ejércitos, que incluso iban evolucionando con el tiempo. Las que viajaban a bordo de los submarinos, por ejemplo, eran más complejas y, por lo tanto, se cotizan más en la actualidad. La suya se encontraba en muy mal estado tras siete décadas bajo tierra, de manera que hubo que restaurar todas las partes hechas de hierro. “Lamentablemente, los rotores estaban oxidados y hubo que rehacerlos por completo, algo que me duele en el alma”, reconoce.
La restauración rebajó su precio y Font pudo adquirirla, en 2015, por 45.000 euros. Para hacer frente a este gasto tuvo que vender su colección de máquinas, incluyendo una codificadora suiza que en su día perteneció a Pablo Escobar y que los narcos usaban para enviarse mensajes cifrados. Con el dinero en la mano, viajó al Reino Unido y la compró. Curiosamente, ahora se ha convertido en su medio de vida y asegura que no la vendería por nada. “Hace poco me ofrecieron 60.000 euros por ella y dije que no”, señala. Comenzó hablando para expertos en criptografía, pero acabó reorientando sus exposiciones a los alumnos de secundaria y ahora se ha convertido en su trabajo. Una labor que, pese a su formación como diseñador gráfico especializado en falsificaciones y músico profesional de trombón de varas y clarinete, le encanta.
El retorcido mecanismo oculto en las entrañas de Enigma hace que, una vez configurados los tres rotores en la forma indicada en la “hoja de ajustes”, cada vez que se pulsa una tecla, exactamente igual que en una máquina de escribir, se enciende una letra en el panel superior. La maraña de cables y conexiones que giran dentro de esos cilindros hace que, aunque se pulse la misma tecla dos veces, el resultado de la letra encendida sea, habitualmente, distinto. Una pesadilla para quienes trataban de descifrar las comunicaciones internas de los alemanes. En total, 186 trillones de combinaciones. La máquina no escribe. Sólo enciende letras cuando se pulsan las teclas. Los mensajes codificados se emitían en morse y los soldados iban recomponiéndolos, pulsación a pulsación y apuntando el resultado en una hoja, allá donde se encontrasen.
Aunque los polacos consiguieron interpretar algunos mensajes puntualmente, fueron finalmente los ingleses los que resolvieron el puzle. El matemático Alan Turin se dio cuenta de que todas las mañanas, a la misma hora, el ejército alemán notificaba el pronóstico del tiempo y buscó pautas en los mensajes que tuvieran que ver con términos meteorológicos. Poco a poco perfeccionó el método y acabó diseñando una máquina, llamada “bombe”, que mediante lo que ahora se conoce como “fuerza bruta”, desvelaba los códigos. Los escasos propietarios de máquinas Enigma se reúnen de vez en cuando en diferentes localizaciones e intercambian impresiones. También comparten un foro privado en Yahoo, donde intercambian mensajes. “Uno de ellos es Mick Jagger”, comenta Font.
Rareza. Oscar Font viaja en su maleta con una máquina Enigma de codificación-decodificación utilizada por el ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Ponencias. El propietario recorre centros educativos y recientemente pasó unos días en Vitoria.
La máquina Enigma de este barcelonés se encontraba en mal estado tras siete décadas bajo tierra.