VITORIA - Un plato de arroz con setas silvestres se convirtió el pasado mes de febrero en la “comidilla” de buena parte del Estado después de que una mujer, de 46 años, falleciera al poco de ingerir las Morchellas, también llamadas Colmenillas, por su forma de colmena, en un restaurante con estrella Michelín. No en vano, la principal hipótesis de la investigación apuntaba a que estos hongos, con gran presencia en la cocina gala y considerados toda una exquisitez por su delicado aroma, podían ser los causantes de una intoxicación alimentaria con fatales resultados. Como advierte el micólogo Pedro Manrique, de la asociación vecinal Barrenkale, de Vitoria, el principal problema con ellas es que necesitan una cocción prolongada para eliminar su toxicidad, y si no se hace, automáticamente el envenenamiento es seguro. “Pero lo que yo creo que lo más posible es que se equivocaron con la Gyromitra esculenta, que tienen más bien forma de cerebro. Una seta que es mortal, por mucho que la cuezas”, opina.
Sea como fuere, “Morchellas también en Álava y muchas”, alerta Manrique. En Markina, del Baias para abajo, salen en las zonas arenosas, cuando se desbordan los ríos que vienen con mucho caudal, o en las campas. Desde finales de marzo a junio, es habitual verlas, como precisa, en la parte de Villafría (Valderejo) y Vallegrull, “todo lo que es en la zona norte, sale mucho, y en la de San Zadornil, y en las vaguadas de los riachuelos pequeños... Y, como añade, la Gyromitra, que sale de febrero a marzo, lo hace al lado de ellas, porque los hábitats son prácticamente los mismos.
Estas dos especies son sólo un ejemplo del centenar de setas peligrosas que se pueden encontrar en territorio alavés, según ha llegado a contabilizar el propio Manrique, “una verdadera burrada”, para lo que ha necesitado elaborar, aparte de su media docena de cuadernos con apuntes y clasificaciones, un cuadrante de cómo se reparten por hasta cuatro zonas de Álava. Así, como explica, la primera es la de Iturrieta (Dulantzi-Agurain) y Valle de Arana (Entzia e Izki). La segunda es la referida a Gorbeia (Gorbea y monte Berretín) y a Sarria-Markina (Oketa-Ziskiño). La tercera es la de Peñacerrada (Angosto-Torre-Bajauri) y Moraza-Faido (Santa Marina) y la cuarta es la de Valderejo (Vallegrull-Recuenco) y Ribera-Lahoz (Angosto-Basabe).
Muestra de esta peligrosidad es el dato que pone Manrique: “De las 3.000 setas que hay en el País Vasco, 390 son sólo comestibles y 2.610 son tóxicas. Imagina el problema que tengo para hacer el cuadrante”.
Sin ir más lejos, poco antes de esta Semana Santa, se encontró en las campas de Opakua, con la Amanita verna, “sólo un ejemplar de esos te lleva al otro barrio”. Al ser blanca totalmente, se suele equivocar con los champiñones, de ahí que popularmente se la conozca como ‘el falso champiñón’. “Aquel que no le dé la vuelta, y que no sepa identificarla, tiene que tener mucho cuidado. Tiene las láminas blancas y los champiñones son láminas rosas o marrones. Una, tiene anillo y volva (estructura en forma de copa o taza localizada en la base) y la otra, solamente anillo (estructura anular que se puede encontrar a veces en el estipe de algunos hongos)”, especifica.
Con el fin de aclarar dudas al respecto y evitar males mayores, la asociación Barrenkale abrió de forma altruista, a finales de 2017, una oficina para identificar setas venenosas en la sede vecinal (calle Cuchillería, 61, esquina con el cantón Santa Ana). El propio Manrique está al frente de ella, todos los lunes, a partir de septiembre, de 18.30 a 20.30 horas, donde dice a los vecinos si son tóxicas o no. “El año pasado, un chico trajo diez especies distintas y ocho de ellas eran mortales. Y las había cogido en Markínez (entre Trebiño y Álava)”, añade. Gracias a sus consejos e información, no le pasó nada.
nuevo cursillo En total, 50 personas se acercaron en 2018 a la sede vecinal. “Normalmente, es gente entrada en edad. Y por eso vamos a potenciar la cultura micológica entre la gente joven mediante un nuevo curso de formación, en la asociación Barrenkale, porque mi preocupación es que se está perdiendo la cultura micológica entre ellos y queremos ampliarla porque las personas mayores van desapareciendo y los que nos dedicamos al estudio de ellas, nos encontramos también que estamos envejeciendo, pero esto no se tiene por qué quedar aquí”, resalta.
El peligro sigue estando fuera. Por eso, para evitarlo en la medida de lo posible, la asociación Barrenkale y el propio Manrique van a impartir un nuevo curso de formación a mediados de octubre, al que todavía le faltan por determinar sus respectivas fechas, abierto a todo el público y de forma gratuita, pero especialmente dirigido a los menos entrados en años. “Durará dos días: primero se hará la formación y luego se hará una comparativa de setas: he hecho una clasificación de las mejores setas con las posibles tóxicas. Y luego haremos salidas al monte para extender la cultura micológica a los jóvenes. Estamos intentando evitar lo que ha pasado en Valencia”, añade. Este nuevo curso tendrá capacidad para unas 20-30 plazas, teniendo en cuenta el aforo de los locales de la asociación.