vitoria - Fue una obra mastodóntica. 1.500 millones de pesetas de la época, 3.500 trabajadores, 654.000 metros cúbicos de tierra removida, 520.000 metros cúbicos de hormigón... Muchos perdieron mucho bajo el agua por la construcción del pantano. Doce pueblos quedaron ahogados bajo el agua y cerca de 650 vecinos, más de 250 familias, algunas con hasta ocho hijos a su cargo, tuvieron que abandonar sus hogares, expropiados. Algunos, como el abuelo de la historiadora Txus Bilbao, salieron de su casa “con el agua hasta la cintura”.

Esta vecina de Ullibarri-Gamboa reunió hace una década en su libro A cincuenta años... la historia y entresijos de la creación del pantano, “una obra de ingeniería perfecta y calibrada, pero en la que socialmente lo hicieron todo fatal”, apunta. Los nueve pueblos que formaban parte del municipio de Gamboa desaparecieron como tal -Azua, Garaio, Urizar, Larrinzar, Marieta, Mendixur, Mendizabal, Nanclares de Gamboa, Orein y Zuazo de Gamboa-. Otros, como Ullibarri-Gamboa y Landa, “quedaron parcialmente inundados, como en el caso de Landa donde no quedó en pie más que un caserío”.

Si bien su inauguración data de agosto de 1958, a finales de 1957 el pantano estaba ya lleno de agua, pero incluso con sus pueblos inundados las más de 250 familias que habitaban la zona aún no habían recibido las “insuficientes” indemnizaciones que les habían prometido, si es que acaso es posible poner cifra a toda una vida.

En 2008, con motivo del 50º aniversario de su inauguración, la junta administrativa de Ullibarri-Gamboa promovió un pequeño homenaje a las familias de la zona que medio siglo atrás tuvieron que darlo todo en beneficio de un bien mayor. “Hasta entonces nadie les había hecho un homenaje, ni siquiera darles las gracias. Cuando investigué para el libro pude recopilar sus nombres, al menos los que eran propietarios de las casas y tierras, porque otros muchos afectados quedaron fuera al ser arrendatarios. Estuve un año entero yendo todos los lunes al archivo provincial de Bilbao para recopilar la información, porque era el único lugar en el que se guardaban datos”, recuerda Txus Bilbao.

Aquel homenaje promovido por el concejo de Ullibarri-Gamboa, “algo pequeño pero muy emocionante, porque leímos los nombres de todos los vecinos afectados”, es hasta la fecha el único acto de reconocimiento público recibido por las familias de Gamboa, pero ahora, sesenta años después, muchos de los nietos de aquella generación de alaveses que se vio obligada a buscar un nuevo hogar han forjado una iniciativa con la que pretenden que Álava y Vitoria recuerden a aquellos habitantes. EH Bildu recogió el guante y trasladó recientemente la propuesta a las Juntas Generales, que tras una votación dio luz verde a una iniciativa para recuperar la memoria de los nueve pueblos ahogados por el pantano de Ullibarri-Gamboa. Antes, los ayuntamientos de Vitoria, Barrundia, Elburgo y Arratzua-Ubarrundia hicieron lo propio aprobando sendas mociones similares.

En la propuesta se plantea la creación de un grupo de trabajo interinstitucional que organice un acto de reconocimiento a los antiguos vecinos y sus descendientes, además de plantear que quienes acogieron a los habitantes de los pueblos desaparecidos hagan lo propio con un reconocimiento en sus localidades. Igualmente, se propone colocar un elemento artístico que recoja la historia de estos nueve pueblos en otras tantas fuentes o pequeños lagos que hay en la capital alavesa, y hacer algo similar en Garaio, Landa y la isla de Zuhatza en colaboración con sus ayuntamientos.

expropiaciones En realidad, el éxodo hacia Vitoria, el Alto Deba o incluso Madrid de los vecinos de Gamboa pudo haberse evitado si el gobierno franquista hubiera dado luz verde a la propuesta inicial: crear dos nuevos asentamientos en los alrededores del pantano. “Cuando llevaban ya nueve años de obras nadie sabía aún qué iban a hacer con la gente que vivía allí. Se pensó que desde el punto de vista social lo mejor que se podía hacer era crear nuevos asentamientos, en lugar de indemnizar a la gente para que se buscara la vida obligándoles además a cambiar de profesión, porque todos se dedicaban a la agricultura y la ganadería”, recuerda esta historiadora alavesa.

Crear dos nuevos puntos de población en los alrededores no era un simple esbozo sobre el papel, pues el plan llegó estar perfectamente definido y estructurado con familias, hogares y tierras. “Se creaban dos nuevos asentamientos, uno que iba desde Landa a Marieta y otro que iba desde Marieta a Ozaeta. Allí iban a distribuir a todos los habitantes. Estaban ya definidos los metros de tierra que iba a tener cada familia para la granja, cómo se debían construir, los metros de establo y de eras... pero al final cortaron por lo sano y optaron por lo más drástico, la expropiación”, lamenta. Pero económicamente la decisión no era viable, o más bien rentable. Por un lado, la casa y el terreno que les ofrecían “eran minúsculos comparado con lo que tenían, en cuanto a terreno, y aunque les indemnizaban por cada finca y terreno con eso no les llegaba para trasladar su tarea a otro lugar”. Al final, el camino elegido fueron las expropiaciones forzosas a cambio de indemnizaciones bajas. “Uno de los casos todavía está en los juzgados porque el afectado no quiso coger la indemnización que le ofrecieron”, explica.

Aunque la construcción del pantano de Ullibarri-Gamboa fue ejecutada por el franquismo, con el dictador visitando fugazmente Vitoria para su inauguración a su regreso de un viaje a Donostia, su germen se retrotrae más allá en el tiempo, pues fue durante otra dictadura, la de Primo de Rivera, cuando el ingeniero bilbaíno Manuel Uribe-Echevarria solicitó inicialmente los permisos para desviar el agua del río Zadorra construyendo un sistema regulador de sus aguas. Sin embargo, no es hasta 1934, durante la Segunda República, cuando logra el visto bueno necesario. El objetivo inicial, en realidad, era generar energía eléctrica suficiente para las empresas de los Altos Hornos vizcaínos. Abastecer de agua a Bilbao, primero, y a Vitoria después, fue una consecuencia de lo anterior.

“Manuel Uribe-Echevarria era un ingeniero bilbaíno, un visionario que cogió el valle de Gamboa y el de Legutiano, los unió por un canal de cinco metros y una galería forzada, y logró así comunicar los dos valles. Además hace otra galería forzada hasta Zianuri, donde hace un salto de agua. El pantano no se construye inicialmente para consumo de agua, sino para crear fuerza motriz, pero por entonces él ya dice que en cincuenta años Bilbao va a necesitar agua por el aumento de población. Desde luego dio en el blanco”, incide. El proceso era claro. “Consigues agua, con ese agua haces unos saltos, logras energía eléctrica y luego la usas para consumo humano. Y si lo haces bien puedes evitar el desbordamiento del Zadorra. Había que hacerlo, era una gran obra de ingeniería bien perfecta y bien pensada, pero salvo eso, todo lo demás lo hicieron muy mal”, incide antes de recordar que su abuelo “decía que a los vecinos de la zona los usaron como asistentes para los trabajadores”. Operarios sobre los que, por cierto, no existen datos sobre la accidentalidad y las condiciones en las que tuvieron que sacar adelante tan faraónica obra.

En cuanto a Vitoria, con un incremento de población importante en los sesenta, el agua que bebían los gasteiztarras procedía de los manantiales de Elgea hasta que el Ayuntamiento reclama en 1969 utilizar el agua del pantano, aunque no es hasta 1976 cuando el Ministerio de Obras Públicas decide aceptar la petición a cambio del aporte del caudal del río Alegría. Con el tiempo, el agua acabó por ahogar la memoria de los pueblos de Gamboa.