Gasteiz y Álava honraron ayer a San Prudencio con una celebración que se descorchó con una fresca temperatura durante la retreta y posterior tamborrada en la noche del viernes. Continuó durante las 24 horas de ayer bajo un amenazante cielo gris plomizo que contuvo los deseos de enviar a la lluvia como único remedio con el que aplacar las ganas de fiesta de un pacífico ejército de miles de alaveses que invadieron las campas de Armentia.

Amaneció la capital alavesa con el reducto de los últimos noctámbulos que, en el camino de regreso a sus domicilios se vieron sorprendidos, a las nueve de la mañana, por los sones del zortziko Álava a cargo de los txistularis y trompeteros de la Diputación Foral de Álava. Esta gasteiztarra tradición se mantiene inalterable en el programa de cada 28 de abril y es uno de los actos más singulares y sentidos, aunque también es de los que menos gentío convoca en la plaza de La Provincia. Terminadas esas notas todos los pasos se dirigieron hacia las campas que rodean, cuidan y protegen a la basílica románica de Armentia. Más verdes que nunca, como consecuencia del diluvio caído en las semanas precedentes. La viva tonalidad del recién segado césped contrastaba con el triste gris panzaburra como invitado permanente en las alturas a lo largo de toda la jornada. Costó desperezar a los gasteiztarras del calor de sus hogares para emprender el camino hacia el Paseo del Santo. Las primeras horas en las zonas de puestos de manjares gastronómico y todo tipo de artilugios transcurrieron entre la desesperanza de muchos de los vendedores ambulantes llegados desde todos los rincones del Estado.

La solemnidad de la procesión institucional, a las once de la mañana, supuso el primer síntoma de que en una despoblada Armentia, ayer los alaveses rendían homenaje a su patrón. Encabezados por el diputado general de Álava, Ramiro González, junto al resto de integrantes del ejecutivo foral, desfiló también el alcalde de Gasteiz, Gorka Urtaran. Estuvieron también las consejeras alavesas del Gobierno Vasco, Beatriz Artolazabal y María Jesús San José, además del responsable de Cultura, Bingen Zupiria, el delegado del Gobierno en el País Vasco, Javier de Andrés, y el presidente de las Juntas Generales, Pedro Elosegi. Todos ellos caminaron, junto a representantes de otras formaciones políticas municipales y forales, desde la figura de San Prudencio que cuida y vigila las campas, hasta la puerta de la basílica. Allí les recibió el obispo de la diócesis de Gasteiz, Juan Carlos Elizalde, acompañado por otros cinco sacerdotes más, para dar inicio a una breve procesión portando la imagen del patrón de Álava. Ya en el interior de una abarrotada basílica se procedió a la celebración de la misa pontifical con la presencia de todas las autoridades.

Con esta solemne celebración religiosa se alcanzó el mediodía, momento en el que llegó el aurresku de honor. Tras una primera interpretación, le tocó a la teniente de diputado general y responsable de Desarrollo Económico, Pilar García de Salazar, demostrar sus habilidades y destrezas con un baile, que ya es toda una tradición que corra a cargo de alguno de los notables representantes políticos alaveses.

animación en la campa Ajenos a la rigurosidad que marca y exige el protocolo, de manera muy lenta las diferentes vías de acceso a las campas de Armentia empezaron a poblarse de miles de vitorianos. El tono gris de un sábado y la sempiterna amenaza de precipitaciones, retrasaron el paseo de muchos vitorianos. Bien avanzada la mañana y conforme pasaban las horas sin que cayera ninguna gota de agua, empezó a subir la animación. La efigie del patrón se convirtió en primer y obligatorio punto de parada, para inmortalizar con los teléfonos inteligentes la visita a este punto y propagarla a todos los rincones del mundo mediante su difusión a través de las redes sociales.

Desde ese lugar, los pasos de los miles de vitorianos que empezaron a personarse en Armentia, se dirigieron a recorrer, en una parsimoniosa procesión, las zonas de puestos en los que era posible aprovisionar la despensa con todo tipo de viandas desde dulce, embutidos, ropa, golosinas o artilugios para cocina. En una jornada como San Prudencio es un ritual obligatorio rascarse el bolsillo para hacerse con unas rosquillas de anís. El abanico de precios oscilaba en la mayoría de puestos entre los 3,50 y los 7 euros, en función de un mayor o menor tamaño y de si contaban con el blanco baño de azúcar que endulza su sabor en la mezcla con el anís.

abducidos por el talo La masa de visitantes empezó a poner sus miradas en las calles que conforman la población de Armentia. Allí se ubicaron como siempre los puestos de hostelería y restauración. Cerca ya de las 14.00 horas, el seductor aroma de los talos empezó a expandirse por el aire y produjo una especie de embelesamientos colectivo para dirigir a todos los visitantes a guardar una ordenada cola frente a los puntos de venta de talos. La palma se la llevó el puesto llegado desde la localidad guipuzcoana de Segura. Una kilométrica hilera de hambrientos vitorianos, llegó a superar el centenar de personas, para hacerse con unos talos elaborados de manera artesanal, al precio de 4,50 euros. Los nuevos tiempos llegan también a este producto típico vasco, y entre la gama de talos ofertados los veganos pudieron también saborear un talo específico para su peculiar alimentación o también comprar un talo libre de gluten. Para entonces la zona de txosnas y bares era un auténtico hervidero de gente. Contribuyeron a ello la presencia de varias cuadrillas de blusas, como Basatiak o Zoroak, que animaron las primeras horas de la tarde. La fanfarre que acompañaba a Basatiak subió la temperatura e hizo mover el esqueleto de los presentes con la interpretación del hit de Raphael Mi gran noche. Ya por la tarde continuó la fiesta con la actuación del grupo Lehian y el amenazante tono gris sobre las cabezas.