Podría haber sido víctima del boom del ladrillo hace una década. Sin embargo, gracias a que su propietario decidió conservarla, en lugar de derribarla para construir pisos encima, como ocurrió en sus inmediaciones, hoy en día, Artziniega puede presumir de tener en pleno casco histórico una auténtica fragua, la de Pablo Respaldiza. “A principios del siglo XX había cuatro fraguas en Artziniega, pero sólo queda ésta en la calle Barrenkale y, creo que, además, es la única en Álava. Estuvo en funcionamiento hasta 1960, que cerró como negocio, y es increíble que se haya conservado y mantenido porque sigue funcionando, y ello ha sido gracias a Pablo y teníamos que agradecérselo”, explica Teresa Lafragua, miembro de la Asociación Etnográfica Artea, gestora del museo etnográfico local. Desde la entidad partió el sencillo, pero emotivo homenaje al propietario de esta auténtica joya patrimonial que, cada domingo al mediodía, desde hace 20 años, se abre al público.

El evento, que tuvo lugar el pasado domingo, consistió en la entrega a Pablo Respaldiza de un eguzkilore forjado por el joven herrero Oier Elorduy, a quién el público tuvo la oportunidad de ver trabajar en la fragua, con las consiguientes explicaciones sobre este antiguo oficio que, como se comentó, “aún tiene futuro”. El broche de oro llegó de la mano del asado de las no menos famosas morcillas del pueblo, que se repartieron entre todos los asistentes, acompañado de un brindis por la defensa y conservación del patrimonio.

Y es que, “no sólo teníamos que celebrar que se cumplían los 20 años de apertura al público de la fragua, sino también la década transcurrida desde que Pablo apostó por conservarla como local cultural en detrimento de su propio bolsillo con la construcción de pisos”, subrayan desde Artea. De hecho, fueron los voluntarios de la asociación etnográfica local quienes, allá por 1998, ayudaron a rehabilitar este taller artesanal, de forma que fuera un reclamo añadido al ya de por sí ingente legado del pasado que custodian en el museo situado, desde 2004, en las antiguas escuelas del municipio.

Autenticidad En concreto, la fragua de Pablo Respaldiza estuvo al servicio de Artziniega y de su comarca durante toda la primera mitad del siglo XX. Todo tipo de herramientas salían de las manos del herrero: útiles domésticos, aperos de labranza, herraduras, clavos, tornillos, verjas y, en especial, la rueda de rejas o ayalesa, para los carros de bueyes, que llegó a exportarse por toda la cornisa cantábrica, hasta Galicia. “Como nos pasa en Euskadi, no les servían las ruedas de madera por lo accidentado del suelo, y nos las encargaban de llantas de metal. Con la llegada de las primeras carreteras se prohibieron, por aquello de no estropear el asfalto”, relató Paki Ofizialdegi, presidenta de Artea.

Su compañero, Luis Ángel Villate, se encargó de dar buena cuenta de las diferentes partes de este ingenio “que permitía hasta virar en curvas, al no ir las ruedas a la misma velocidad”, tales como cello, buje, mesa, pezonera, lama o chaveta, y de lo complicado de un proceso de montaje que nadie se atreve a estimar en horas de trabajo. “Yo era un niño cuando se lo veía hacer a mi abuelo, y solo se que eran muchos días de labor en una sola rueda. No en vano, costaban tal dineral, que muchos optaban por encargar arreglos, cuando la llanta se dilataba por el uso, que se llevaban a cabo con una máquina llamada recalcadora”, informó el propio Pablo Respaldiza.

Quienes quieran ver de cerca la fragua no tienen más que acudir a la calle Barrenkale de Artziniega al mediodía de cualquier domingo, a excepción de los de septiembre, que solo la abren con motivo del mercado de antaño a celebrarse (este año) el día 15 de dicho mes. La visita también puede aprovecharse para acercarse hasta el museo etnográfico y ver las 17 salas que reproducen con fidelidad estancias de casas, comercios y actividades agrícolas de antaño. Además, se celebran exposiciones temporales y actividades culturales de todo tipo.

En estos momentos y hasta el próximo solsticio de verano, se puede contemplar la obra de los 29 artistas que han tomado parte en el XXI Certamen de pintura al aire libre, poniendo en verdaderos apuros al jurado. De hecho, el alto nivel les hizo hacer entrega de una mención especial a diez cuadros, aunque la ganadora de entre todos ellos fue Leticia Gaspar que, pese a la lluvia, se atrevió a plasmar un paisaje desde la torre de Mendieta. El segundo clasificado fue Ricardo Azkagorta que llegó desde Gipuzkoa, y el tercero, Luis Dávila que se desplazó desde Segovia. En el concurso de dibujo infantil se impusieron Irati Trujillano, en la categoría de 4 a 6 años; Goiuri Otxoa, en la de 7 a 9, y Abdel Ouahddou, en la de 10 a 12.