Es sábado, 6 de marzo de 1976 en Vitoria. El ministro de Gobernación, Manuel Fraga, junto a Martín Vila, ministro de Relaciones Sindicales, se presentan en Vitoria para desactivar los efectos de la trágica carga policial que tres días antes había conmocionado la ciudad, como consecuencia de la dura represión policial a los asistentes de una asamblea de trabajadores en la iglesia San Francisco de Asís, en el barrio de Zaramaga.
Sin embargo, la visita propagandística al hospital gasteiztarra donde se concentran varios de los centenares de heridos, algunos de ellos de gravedad, no sale a las autoridades tan bien como esperaban. “¿Qué vienes a rematarlos?”, increpa el hijo de una de las víctimas. Esa jornada, la tensión tras los 2.000 disparos efectuados en Gasteiz, seguía más en el aire que nunca, teniendo en cuenta que la víspera se habían oficiado los funerales por los obreros fallecidos, que con el paso del tiempo ascendieron a cinco muertos. Una indignación que hizo que otro familiar más de los allí ingresados se atreviese a cerrar la puerta en sus narices, al grito de “¡fascista!”.
Pero nada de eso quedó reflejado en la rueda de prensa que Fraga ofreció ese mismo sábado. Resguardado, tras una mesa de madera, y con la misma seriedad que la que reflejaba a simple vista su traje oscuro, se mantuvo impertérrito ante su relato de los hechos de esa comparecencia pública desde la capital alavesa. Ni ese día ni después toleró una investigación para esclarecer los hechos de la actuación de las fuerzas del orden público, ya que no era suya la “responsabilidad” de lo allí ocurrido, “sino compartida”. Unas disculpas, que ayer, en ese inconfundible acento gallego, se escucharon de nuevo, 41 años después de que fueran emitidas, aunque esta vez no las pronunciaba Fraga, sino Pepe Penabade, el actor encargado de encarnarle en la película Vitoria, 3 de marzo (del director Víctor Cabaco), gallego como él, ya que como explica Asier Bilbao, productor de este film, “que no es un documental” y que esta semana encara su última de rodaje, es hacerlo con el mayor realismo posible, “para sacar el mejor proyecto”.
Por esta razón, un elenco compuesto por 60 personas del equipo técnico, junto a unos 30 y 40 figurantes, más un total de cinco intérpretes se desplazó ayer hasta el Seminario, con la intención de recrear en su interior esta visita de aquel 6 de marzo. “Los pasillos tienen un aspecto especial, similar al que podría tener un hospital de esa época, pero siempre hay que atrezzarlo para eliminar elementos que no sean de la época, quitando, por ejemplo, lámparas y sillas”, precisa Bilbao.
El sábado pondrán fin a este largometraje, que de momento no tiene fecha de estreno previsto, pero que esperan que para “la primavera de 2018 sí que esté montado”, con un balance “muy positivo” a todos los niveles: “la climatología ha ayudado con un mes de octubre que parecía junio; el ritmo técnico-artístico ha estado totalmente acompasado, y cuando hemos pedido gente voluntaria, hemos reunido a 3.500 personas”, recuerda con orgullo este productor. No en vano, como agrega, “todos querían que las manifestaciones y asambleas quedaran lo más potentes posibles, para no hacerlas con 40 personas, sino con 500”. Un interés que también han mostrado instituciones, como el Ayuntamiento de Vitoria, más la ayuda especial de la asociación Martxoak 3.
Es la “implicación de toda la ciudad” que ha sorprendido gratamente a este productor, teniendo en cuenta, además, que se trata de una película de “mediano” presupuesto. De ahí que este productor quiera dar su más “sincero agradecimiento a toda Vitoria. “Me he dado cuenta de que la historia está muy presente en la ciudad y la gente se acuerda incluso de lo que hizo ese día”, subraya.