una de sus últimas intervenciones tuvo lugar el pasado fin de semana en Laudio, donde fue denunciada la desaparición de un hombre de 82 años que había salido de su casa para visitar a un amigo y no regresó a dormir. La búsqueda del anciano se extendió durante más de un día, hasta el punto de que debió ser suspendida cuando la noche del sábado cayó, e implicó a decenas de voluntarios y profesionales, entre ellos los de la Unidad Canina de la Ertzaintza. Por desgracia, el cuerpo sin vida del desaparecido fue localizado pasado el mediodía del domingo en el barrio de Gardea, con la ayuda de un hábil pastor belga malinois, una de las razas que reúne las mejores condiciones para participar en operativos de rescate. En esta ocasión la historia tuvo el peor final, pero los epílogos felices también son muy frecuentes gracias al olfato y la astucia de estos animales.
Ese mismo perro habituado al medio rural y al monte paseó su estilizada figura este martes, menos de 48 horas después de aquella operación, por un escenario muy distinto, el centro comercial El Boulevard de Gasteiz, donde realizó un completo entrenamiento para desenvolverse con las mejores garantías también allí. Lo hizo acompañado por media docena de canes más propiedad de la Ertzaintza, sus respectivos instructores y varios mandos policiales, y ajeno a las miradas indiscretas de los clientes del complejo de Zaramaga. DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA también estuvo allí, conociendo de cerca el trabajo de esta unidad que tiene su base de operaciones en las instalaciones de Berrozi, donde se forjan y entrenan los cuerpos de elite de la Policía vasca. Del medio que mejor conocen estos canes a un espacio difícil, plagado de rampas y escaleras mecánicas o ascensores panorámicos, tapizado con un suelo brillante y resbaladizo y, en horas punta, atestado de compradores.
Resulta fundamental la preparación previa de los perros que integran esta división, su habituación a espacios como el centro comercial vitoriano, para eventualidades como un aviso de bomba, aunque los decomisos de drogas y los rescates han desplazado del primer puesto del ranking a la localización de explosivos en los últimos años. El motivo, el cese definitivo de la actividad armada de ETA, aunque la Ertzaintza no deja de lado la incipiente amenaza yihadista.
A día de hoy, la Unidad Canina tiene entre sus filas a 41 perros adiestrados para la localización de drogas y dinero, para labores de seguridad, para las de rescate de personas perdidas y para la búsqueda de explosivos, cuatro áreas que durante el pasado año 2014 sumaron en el ámbito de la CAV un total de 166 actuaciones de las llamadas incidentales, no preventivas. Ésas que, en definitiva, se desencadenan cuando hay una petición expresa o una denuncia ante la Ertzaintza. La mayoría, vinculadas con la búsqueda de drogas (111), seguidas por los rescates (36, sobre todo de montaña), la localización de explosivos (17) y por las relacionadas con la seguridad (tres). El resto de actuaciones habituales de la unidad se centran en la vigilancia perimetral de instalaciones sensibles, como puede ser Berrozi, la academia de Arkaute o los aeropuertos, o las visitas a cárceles como la de Zaballa. Si se tiene también en cuenta a este segundo grupo, pasan del millar las intervenciones que la unidad desarrolla en un año.
Cada raza de perro tiene su especialidad y eso se tiene muy en cuenta cuando se les inicia en uno u otro entrenamiento tras superar una primera prueba de selección, desde que son sólo unos cachorros. No todos sirven para el oficio, eso sí, aunque pertenezcan a una familia que pueda dar el perfil adecuado. A los ocho o nueve años se les jubila. “En general son juguetones y sociables, porque para el perro todo es un juego. Si son muy agresivos se les descarta”, explica Alfredo Michelena, comisario de la Unidad Canina.
Por ejemplo, un perro muy eficiente para la localización de billetes y drogas es el labrador, “uno de los que tiene el olfato más desarrollado” según Michelena. Las labores de seguridad, por el contrario, suelen tener como protagonistas a los pastores alemanes, perros “valientes” y además “versátiles”, muy válidos también para la localización de explosivos -situaciones en las que se crea un ambiente de mucha tensión y el animal trabaja lejos de su guía- e incluso para los rescates de montaña. A día de hoy, más de la mitad de los perros de la Unidad Canina -24- pertenecen a esta familia. Uno de los grandes protagonistas del entrenamiento desarrollado en El Boulevard fue sin duda William, un imponente pastor alemán al que Michelena y Manu, jefe de operaciones del servicio, no dudan en equiparar a un “cocodrilo”.
Uno de los agentes fue neutralizado por esta fuerza de la naturaleza como colofón a una serie de entrenamientos y demostraciones que incluyeron el tránsito hacia arriba y abajo de las rampas mecánicas del centro comercial, la adaptación a un ascensor acristalado, la búsqueda de dinero en las inmediaciones de un cajero automático, la de una pequeña muestra de PG2 -un tipo de explosivo plástico militar-, de una papelina de cocaína en una jardinera y de un supuesto desaparecido. “Todo esto que hemos visto que han hecho en 30 segundos supone años de entrenamiento. Es un trabajo escalonado, para el que hace falta mucho tiempo”, advierte Michelena. El entrenamiento de los perros destinados a la búsqueda de explosivos, por ejemplo, se extiende durante seis meses, aunque es la práctica diaria la que los convierte en verdaderas máquinas.
Para la localización de estupefacientes y explosivos los agentes entrenan a los canes con cantidades ínfimas, para que sean capaces de encontrar en la vida real sustancias también muy pequeñas u ocultas. Trabajan con explosivos como el amonal, el amosal, las cloratitas, la dinamita... y también con drogas de todo tipo para intervenciones que van desde el decomiso en establecimientos hosteleros hasta el rastreo de maleteros de autobuses. “En un futuro, la búsqueda de drogas será la locomotora de la Unidad Canina”, vaticina Manu, una realidad que ya es palpable a día de hoy. En función de las necesidades, se refuerza una área concreta del servicio o se destinan menos efectivos a otra, como ha pasado con el paso de los años con la de explosivos, que llegó a tener 20 canes -ahora sólo 12-.
“El perro tiene unas posibilidades inmensas, pero hay que afinar. Al final trabaja por la ley del mínimo esfuerzo”, advierte Manu. “No hay aparato que pueda equipararse al olfato de un perro”, añade, por su parte, su compañero Michelena. Los puertos, zonas de edificios en ruinas o con nieve son sólo algunos de los escenarios a los que los agentes exponen a diario a los animales para que en la vida real puedan desempeñar satisfactoriamente su labor. Sin lugar a dudas, “la más gratificante es encontrar a las personas que se han perdido”, según remarca Manu.