los fondos del Museo Etnográfico de Artziniega siguen dando sorpresas. Y es que si el pasado verano, los miembros de Artea -asociación etnográfica gestora del museo- presentaron en sociedad la partitura para txistu Pasacalle de Arceniega, compuesta en 1953 por Pedro Retes, después de que algún ojo perspicaz se diera cuenta del valor del legajo, ahora ha llegado el turno de quitarle el polvo a otra joya, esta vez referente a una de las primeras cartografías de las que se tiene constancia en Ayala.
Se trata de un mapa -pintado a acuarela por el dorador y precursor de la policromía rococó en la ciudad vecina de Orduña, Juan Bautista de Jócano- que plasma la delimitación de las jurisdicciones entre los hoy municipios de Artziniega y Ayala, allá por 1750 y que, como tantas piezas y documentos de este museo, ha llegado por cesión vecinal. “No se trata de un original, sino de una copia en blanco y negro, que no sabían de dónde procedía. Así que, dada mi afición a la cartografía histórica vasca, en la que llevo invertidos ya dos años, me ofrecí a investigar, hasta que di con el original en el Real Archivo de la Cancillería de Valladolid que, junto con el de Simancas, son los que mayores fondos inéditos, muy poco investigados y divulgados, tienen fuera de nuestro territorio, en materia de mapas y planos vinculados a zonas costeras, el segundo, y a mapas de deslindes y litigios, sobre todo del siglo XVIII, el primero”, explica el amurrioarra y maestro Javier Aspuru que, a las 19.30 horas de hoy ofrecerá en el propio Museo Etnográfico de Artziniega una conferencia en torno a éste y otros mapas, muchos inéditos a nivel de divulgación, de cara a dar un repaso a la historia de la cartografía en Euskadi desde el siglo XVI hasta el XX.
Así, la conferencia arrancará con el Guipuscoae Regionis Typus. Un mapa de Gipuzkoa de 1588, con una sorprendente definición para la época, englobado en el Theatrum Orbis Terrarum del cartógrafo flamenco Abraham Orthelius. Y es que “los vascos hemos sido estudiados y observados casi siempre por académicos foráneos al servicio de las más importantes monarquías europeas, que eran quienes encargaban los estudios de cartografía como muestra de poder, casi siempre estratégico militar”, apunta Aspuru.
La elección de este mapa para comenzar la charla de esta tarde tiene su lógica si se tiene en cuenta que el inicio de la cartografía moderna se generó en la edad de oro flamenca, durante los siglos XVI y XVII, siendo las ciudades de Amberes y Amsterdam los focos más importantes y Abraham Orthelius, junto a Gerard Mercator, los cartógrafos más sobresalientes. Éstos contaron en algunos casos, con informadores nativos que les enviaban sus apuntes, como fue el caso del pintor ayalés Francisco de Mendieta, que recibió el encargo de enviar a Amberes un plano de Bizkaia para el Theatrum.
En este viaje por la historia de la cartografía vasca, Aspuru tampoco pasará por alto los primeros mapas académicos de Bizkaia, Álava, Gipuzkoa y Navarra, publicados por el geógrafo Tomás López entre 1769 y 1772; la revolución cartográfica que trajeron consigo las necesidades militares en las guerras carlistas del siglo XIX; o el Atlas de Francisco de Coello que, entre 1848 y 1861, aportó un valioso material cartográfico de los cuatro territorios vascos peninsulares.
“Aparecían juntos y no supuso ningún conflicto, sino que se tomó por algo natural, incluso para la propia cartografía militar española, como lo prueba la existencia de un mapa de la Capitanía General de las Provincias Vascongadas y Navarra de 1872, del propio Coello”, subraya Aspuru. No obstante, el primer mapa donde se representaron, explícitamente citados, los siete territorios en la propia cartela, Cartes des Sept Provinces Basques, lo editó en 1863 Louis Lucien Bonaparte en un estudio sobre los dialectos vascos. “Posteriormente, con la formulación de Sabino Arana, Euzkadi es la patria de los vascos, la inclusión de los siete territorios vascos, se extiende y generaliza, excepto en el ámbito oficial donde en pleno siglo XXI la inclusión de un mapa territorial de Euskal Herria está vetada hasta límites grotescos y ahistóricos”, lamenta Aspuru, que acompañará su intervención con más de sesenta diapositivas, para que el público pueda ver los trabajaos cartográficos sobre los que habla.
Y es que disponer de originales son palabras mayores. “Alguna cosilla sí tengo, como la copia de un mapa del territorio de Iparralde durante las Guerras Carlistas del general alemán Guillermo Von Rahden de 1851, pero no es lo habitual. En este mundillo hay más material del que la gente se cree, pero es difícil dar con ello”, asegura Aspuru.
De hecho, en una de sus muchas visitas a la Biblioteca Nacional de Madrid, en la que intentó que le enseñaran unos mapas originales del municipio de Llodio y Salvatierra, englobados en los manuscritos de Tomás López, “no lo logré, dada su antigüedad, pero tienen todos los fondos microfilmados, y me remitieron a acceder a ellos a través de Internet”, explica.
En cuanto a los fondos cartográficos vascos, los públicos más importantes se encuentran en el Euskal Herria Museoa de Gernika y el Museo Naval de Donostia. Entre los de titularidad privada destacan los de la Sociedad Bilbaína, que dispone, “sin lugar a dudas, de la cartoteca mas valiosa y completa que existe en Euskal Herria, con documentos cartográficos desde el siglo XV”, sentencia Aspuru, que considera que en la actual era digital la creación de una cartoteca digital vasca “es una asignatura pendiente en la que las instituciones públicas debieran invertir, ya que es evidente la laguna, cuando no retraso, existente en dicho ámbito, si comparamos con otros territorios de rango similar al nuestro”.