Dice el refrán que nunca llueve al gusto de todos. Con el sol y el calor sucede lo mismo. Pero literal. Mientras los vitorianos terracean la generosidad de un mes de octubre históricamente atípico, tanto como para que la fase de las hojas caídas haya empezado a llamarse veroño, los comerciantes que venden artículos de temporada miran cada día al cielo con la esperanza de que el clima se retuerza. Los abrigos, los jerseys, las botas y los paraguas trenzan telarañas de aburrimiento en los escaparates, las perchas y los estantes. En los almacenes, el género se acumula. No pueden dar salida a casi nada. Y se están desesperando. “Para estar en la calle el tiempo es fenomenal, pero a nosotros nos está haciendo polvo”, admite Carmen Pinel, de Zapatería Marijuan. Su preocupación es la de todo el gremio que depende del cumplimiento lógico de las estaciones. Y eso que su problema, en el fondo, afecta a toda la ciudad. El sector servicios es un pilar de la actividad económica de Gasteiz.
El anticiclón cuasi tropical instaurado en la península desde hace semanas, protagonista de récords de temperatura y cielos despejados, amenaza con ser la gota que colme el vaso de la crisis comercial. “Vender botas ya ni nos lo planteamos. Pero tampoco estamos dando salida al botín. Si la gente va aún con sandalias”, apostilla Carmen. Funcionar con fabricantes que trabajan a pedido, como es su caso, constituye un gran problema cuando el clima se comporta de forma tan caprichosa. El nuevo género llegó hace tiempo y no puede dar cabida a calzado anterior de entretiempo en el almacén. Para colmo, las rebajas de invierno comienzan cada vez antes, por lo que la comerciante se teme muy mucho que llegue ese momento sin haber facturado lo suficiente. Y eso sí que le supondría un terrible quebradero de cabeza. Según explica, “si ahora no vendo bien y tengo que sacar partidas enteras con descuento, lo que supone ponerlas a menor precio que el que tenían cuando las compré, perderé aún más”. Tampoco descarta que en marzo, cuando llegue la mercancía de primavera, “haga un frío horrible”. La preocupación es evidente. Por eso, ha llegado incluso a plantearse rediseñar el escaparate al margen de las estaciones conservando excedentes de otras épocas y combinándolos.
Es preciso rascar clientela como sea, aunque para José Javier Albareda resulta todavía más complicado que para Carmen dada la concreción de su género estrella. Desde 1950, año en que abrió la meca paragüera de Gasteiz en la plaza de La Provincia, este establecimiento ha visto cómo los otoños e inviernos iban desvariando. “Antes el frío duraba ocho meses”, señala el hijo del fundador y actual propietario del negocio, “y en ese tiempo había agua y nieve, pero constante, de forma lógica”. Esa línea gris y continuista ayudaba a su comercio. La de ahora, no tanto. “Lo mejor para las ventas es una lluvia suave y más o menos continua, pero no lo que sucede ahora. Que de pronto tienes tres días secos y luego cae una granizada terrible o un chaparrón muy intenso, por lo que la gente no sale a la calle y yo no vendo nada”, explica. Por desgracia, dentro de ese contexto ciclotímico, este mes de octubre está siendo especialmente desesperante. “La verdad es que no recuerdo otro así. Igual de templado puede que sí, pero tan seco no. Si es que desde septiembre prácticamente no hemos visto agua”, lamenta. No es extraño, por tanto, que cada día revise los partes meteorológicos. Una rutina que, de momento, no le ha alegrado ninguna mañana. “Dicen ahora que puede que para la semana que viene empiece el otoño, pero ya veremos”, apuntilla.
Otra que está enganchada a los informes meteorológicos es Yolanda Mendaza, copropietaria de las tiendas Birkin y Blondie. “Como los agricultores, siempre estamos mirando el tiempo y cruzando los dedos para que cada estación se comporte como debe”, señala. Sin embargo, esa constancia cada vez es menos típica en Vitoria. Ahora que el veroño se ha instalado, las prendas de abrigo se “mueren del asco” en las perchas. Y eso que ella y su compañera Susana tienen la fortuna, porque así lo decidieron en su momento, de primar la singularidad sobre la cantidad, de tal forma que no están sufriendo la locura climatológica como otros colegas del sector textil. “Solemos traer dos prendas de cada y eso, en cierto modo, nos salva respecto a otros locales que han podido llenarse de ropa gruesa. No obstante, fuera de vestidos o chaquetitas de punto no podemos vender mucho más. Así que, quieras que no, es una faena”, admite.