vitoria - Desde pequeña supo que ayudar a los demás era su vocación. Y precisamente esa pasión fue la que le llevó hasta Bali. Luchadora, perseverante y comprometida con su trabajo. Tres cualidades que la definen y que han sido clave en la puesta en marcha de Kupu Kupu. ¿La razón? Lo tiene muy claro y para explicarlo recurre a una frase de Nelson Mandela que para ella resume muy bien el por qué de su decisión: Ayudar a superar la pobreza no es un gesto de caridad, es un acto de justicia, es la protección de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a tener una vida decente”.
¿Qué le llevo a embarcarse en esta aventura?
-Soy trabajadora social y siempre me ha gustado ayudar. Fui al colegio Niño Jesús y aún recuerdo los viajes que la Hermana Paula realizaba como cooperante. Esa etapa me marcó mucho: tanto que primero quería ser monja y luego misionera seglar. En cierta manera creo que lo he conseguido, soy una especie de misionera moderna.
Han pasado catorce años desde que pisaste Bali por primera vez. A lo largo de este tiempo, ha ganado experiencia y mantiene el espíritu joven. ¿Cuál es la receta?
-Para mí, la ONG es como un hijo. Es el estilo de vida que he elegido y en él que he puesto todo: mi alma, mi tiempo, mi familia, mi dinero; he sacrificado amistades y una vida mucho más cómoda.
La receta... supongo que tener la suerte de hacer lo que te gusta.
¿Qué es lo más duro de ser una mujer emprendedora en Indonesia?
-Al principio lo más duro fue el tema burocrático. Pero también la corrupción y la mentalidad de sus habitantes que choca totalmente con la nuestra. Nosotros buscamos siempre la lógica y esperas que las cosas funcionen como tu crees que deben funcionar y esto es otro mundo.
¿A qué se refiere?
-Son dos culturas totalmente diferentes y muchas veces, mantener esto en marcha es un gran reto. Los balineses son hinduistas y su religión les marca su día a día, lo que choca con nuestra mentalidad de trabajar seis días a la semana, ocho horas diarias. Hay conceptos como responsabilidad, compromiso, horarios, disciplina, normas..., que aquí no existen o al menos no existen de la manera en la que nosotros los entendemos. Aquí todo se hace con calma, y cuando quieres llevar algo adelante es difícil que te sigan el ritmo.
¿Hay algo que nunca deja de sorprenderte de la isla?
-Hay algo que siempre me ha sorprendido y es precisamente eso, que siempre hay algo que me sorprende. Nunca me aburro de esta isla, me encanta hacer trabajo de campo, salir de paquete en la moto y recorrer los pueblos ... todavía me quedan muchos sitios por descubrir.
¿Y de sus habitantes?
-Diría que tengo sentimientos contradictorios respecto a sus habitantes. Son personas muy alegres, siempre sonríen, y eso es algo muy importante; sin embargo, trabajar con ellos puede resultar muy complicado por lo que comentaba anteriormente.
¿El Bali donde trabaja es el mismo Bali que muestra playas paradisíacas y paisajes de ensueño?
-No. El Bali que yo conozco es muy diferente del que visitan los turistas. Yo veo casas que no tienen wáter, colchones (duermen en esterillas), viviendas de cemento que no tiene suelo de cerámica ni pintura en las paredes, con agujeros en el techo y goteras en las habitaciones, veo personas que solo tienen para comer arroz blanco con cacahuetes, que no tienen dinero ni para medicinas ni tampoco para ir al médico. Paralelamente, existe otro Bali donde la gente llega a gastarse 300-800 euros en una villa por noche. Se dan unas diferencias sociales tremendas y es algo que me resulta muy duro.
¿Cómo ha cambiado Bali desde que lo visitaste por primera vez?
-Es una cuestión compleja. Bali es cada vez más turística, lo que implica un desarrollo económico, pero en 14 años, no he visto mejorías para su población. De hecho, la sanidad y la educación siguen siendo tan deficientes como antes. Asimismo, cada hay más extranjeros llevando negocios, y los balineses no pueden ni podrán comprar nunca un terreno, porque los precios son para extranjeros... Esto es muy triste: los balineses seguirán siendo los pobres y los extranjeros los ricos.
¿Cuál es el mayor aprendizaje que conlleva esta experiencia?
-Aprendes a ser flexible, a dejarte llevar y la verdad es que no te queda más remedio. Cuando vine estaba encantada de improvisar y romper con la rutina, sin embargo llevo 14 años improvisando y cansa muchísimo porque sientes que no controlas nada. Por otro lado, la importancia de ser tolerante, saber esperar, bajar el ritmo, la humildad, saber valorar lo que uno tiene, lo sencillo...