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la Navidad es época de celebración, de reuniones con los allegados, de excesos, de salir a la calle a disfrutar, de regalos... Días felices y propicios para escapar de las rutinas para quienes disfrutan de una situación económica más o menos estable, incluso también para esas familias que, sin pasar por sus mejores momentos, aprovechan las semanas venideras para unirse un poco más y dejar los problemas aparte. Sin embargo, al mismo tiempo, son jornadas tristes para los que debido a la pésima situación económica se han adentrado en la espiral de la exclusión social. En muchos casos, además, sin esperarlo. Aquéllos que subsisten sin un trabajo digno ni ayudas sociales, quienes tienen graves problemas para llevarse un plato de comida a la boca e incluso proporcionárselo a sus hijos o sobre los que pende la espada de Damocles de un inminente desahucio.

Para ellos, desgraciadamente, estos días serán como todos los demás, jornadas de supervivencia y lucha por salir adelante. Sin rastro de esa ilusión navideña. Porque la vivienda, la alimentación, el trabajo o incluso la salud, esos derechos básicos casi indiscutibles hasta hace no demasiado tiempo, se encuentran ahora seriamente amenazados para miles de familias alavesas si éstas no han sido ya privadas de alguno de ellos, o incluso de todos a la vez.

Las asociaciones que trabajan en el territorio para proporcionar una existencia más digna a los colectivos más desfavorecidos han pasado un ejercicio complicado y, desde su posición terrenal, desmienten a esas voces institucionales que se empeñan en dar por hecha la salida de la crisis. Para ellas se presentan unos días frenéticos, en los que intentarán que, al menos, los estratos sociales más castigados por la crisis puedan disfrutar de la Navidad al menos en una pequeña medida. "No hemos mejorado, eso es evidente. Que los datos macroeconómicos mejoren no quiere decir que eso esté repercutiendo en la microeconomía", zanja Ramón Ibeas, secretario general de Cáritas Álava. La institución dependiente de la Iglesia católica, que en tantos casos ha tenido que ocupar los vacíos asistenciales que las instituciones han dejado durante la crisis, está a punto de cerrar otro ejercicio histórico de atenciones a los necesitados.

Ibeas todavía no dispone de datos oficiales, Cáritas está a la espera de cerrar el año, pero ya adelanta que éstos "no van a ser mejores que los del año pasado". Porque el número de personas en situación de necesidad "crece" en Álava, porque las casuísticas cada vez son más complejas, porque la pobreza se está convirtiendo en un problema estructural en el territorio... "Nos preocupan muchísimo esos 20.000 parados a los que no se les está dando una salida. Parados que son los rostros de familias enteras", recuerda Ibeas. Los datos que maneja el profesional alertan de que más de 50.000 alaveses se encuentran ya sumidos en una situación de vulnerabilidad.

La avalancha de atenciones que su institución ha realizado este año "es un buen termómetro de que las cosas no van bien", en gran medida por la precariedad del mercado laboral. "Formación y empleo" son las apuestas de Ibeas para comenzar a remontar y volver a recuperar a sectores sumidos en la pobreza desde hace ya demasiado tiempo. Sectores a los que por desgracia se han sumado de un tiempo a esta parte muchas familias monoparentales, sobre todo encabezadas por mujeres, que vuelven a estar "desatendidas". O esa inmigración que, a su juicio, "se está invisibilizando" con el paso del tiempo hasta crear "situaciones muy marginales".

Precisamente de esos estratos sociales más marginales, aquéllos que prácticamente quedan al margen de las instituciones, se ocupa el programa Berakah, impulsado por las cuatro parroquias que componen la Unidad Pastoral del Casco Viejo de Gasteiz y que tiene en marcha 27 iniciativas para atender a un número cada vez más ingente de necesitados. "Ha sido un año muy complicado, porque los usuarios se han multiplicado en todos nuestros programas y hay que dar más respuestas", anticipa Fidel Molina, responsable de Berakah.

"gente muy hundida" Molina pone énfasis en una realidad ya bien conocida, que la pobreza está afectando en la actualidad a esa otrora clase media autóctona que hasta hace bien poco disfrutaba de una posición económica estable. "Hace unos años, al referirnos a los pobres hablábamos de los que veían de fuera o estaban en otros continentes. Ahora están aquí, muy cerca. Gente muy hundida, de toda la vida de aquí, a los que se les han caído esos dos pilares básicos que son el trabajo y el sustento social", describe Molina. Ciudadanos que a pesar de cobrar alguna ayuda social apenas pueden llegar con ella hasta mitad de mes y, a partir de ahí, necesitan apoyo para su alimentación. Precisamente, los programas de apoyo alimentario impulsados por Berakah han sido los que han experimentado un mayor crecimiento en la demanda a lo largo de este ejercicio, tanto el servicio de bocadillo caliente para las personas que no tienen ingresos y mal comen en la ciudad como la despensa solidaria, un servicio que permite realizar compras valoradas en 50 euros por sólo 20 y que el año que viene atenderá ya a 150 familias. Comenzó su andadura asistiendo sólo a 20, lo que da buenas pistas sobre la precarización social que sufre la provincia.

Otro programa altamente demandado es el de los pisos de acogida en la residencia Ain Karem, en plena calle Barrenkale, que atiende a mujeres con niños a su cargo en situación de pobreza extrema. "La rotación cada vez está más limitada en estos recursos y eso dificulta que haya nuevas entradas, lo que nos crea un problema", lamenta Molina. Según calcula éste, tanto la despensa solidaria como este programa de acogida "deberían ser 50 veces más grandes de lo que son ahora para atender todas las necesidades que hay en Vitoria". Una reflexión que, sin duda, produce escalofríos.

Escalofríos que también recorren a diario la espalda de quienes esperan a ser desahuciados de su domicilio, otra de esas lacras de la crisis económica. Lo sabe bien Consuelo Crespo, portavoz de la plataforma Kaleratzeak Stop Araba, que además sufrió en sus propias carnes lo que supone ser desalojada de su propia vivienda. "Estas Navidades no van a ser lo que hemos vivido siempre, lo que tenemos idealizado. Más bien todo lo contrario", lamenta Crespo.

Los casos de desahucio más o menos inminente siguen acumulándose sobre la mesa del colectivo, que tiene a día de hoy en los procedimientos abiertos por la sociedad pública del Gobierno Vasco Alokabide su problema "más preocupante". Decenas de vecinos del territorio que viven en pisos de alquiler gestionados por Alokabide y que, de un tiempo a esta parte, se han quedado en paro no pueden afrontar el pago de las cuotas, que se calculan según el Impuesto de la Renta de hace varios ejercicios. Cifras "irreales", que no corresponden a la situación económica actual de los afectados. Las deudas, en la mayoría de los casos, apenas llegan a los 4.000 euros. "Todas las semanas nos llegan dos o tres casos nuevos de Alokabide, más todos los que no sabemos", advierte la portavoz de Kaleratzeak Stop.

Aunque algunos procesos se encuentran paralizados en los tribunales y otros en una fase muy inicial, los afectados que han sufrido ya el shock de ver cercano un posible desahucio atraviesan por circunstancias "terribles". Muy variables, según el tipo de familia de la que se trate, pero indeseables para cualquiera. "Hay situaciones muy dramáticas", lamenta Crespo. El último desahucio que se produjo en Gasteiz tuvo lugar hace poco más de una semana, una mujer sola que vivía en un piso de Alokabide, lejos de los focos mediáticos y de palabras grandilocuentes de representantes políticos locales. Otra gasteiztarra sin Navidad.