gasteiz
Los animales de compañía han acabado pagando la crisis que los humanos crearon. Cada vez más perros y gatos afrontan el día a día con piensos low cost, sin nuevas diversiones y la melena descuidada, mientras esperan vacunaciones que tienden a demorarse. Sus vidas se adaptan a las apreturas económicas de los dueños, hasta que llega ese momento en que el ahorro se vuelve en contra. Tiendas especializadas y clínicas veterinarias de Vitoria han detectado desde el bofetón de las vacas flacas un aumento de mascotas con problemas de pelo y dientes, pulgas, trastornos digestivos, leishmaniosis y hasta cristales en la vejiga. Los grandes sacos de comida barata de los centros comerciales y la falta de una buena atención médica han puesto en riesgo a los miembros más débiles de la familia. Ésos que no pueden elegir cómo vivir y que rara vez se quejan cuando su salud flaquea.
"Si la gente cambia la ternera por el pollo, cómo no va a ajustar los cuidados de su mascota", admite la propietaria de Jarlusa, Igone Ruiz. Tras años y años en que los dueños compraban sus distintos artículos sin mirar los precios, ahora los hay que "buscan comida barata, cambian la correa cuando se rompe en vez de cada medio año, compran un juguete y va que arde, e ídem con las golosinas". Ella entiende la creciente obsesión por no gastar, pero advierte de que hay productos que "que no se pueden regatear". Los antiparasitarios forman parte de esas líneas rojas, sobre todo para evitar la leishmaniosis, cada vez más frecuente en nuestra tierra por la subida de las temperaturas a cuenta del cambio climático. Según aclara la profesional, "esta enfermedad transmitida por el mosquito del mediterráneo ataca distintos órganos del perro y produce lesiones incurables, por lo que una vez contagiada, si no se trata de por vida el animal muere".
Igone recuerda constantemente a sus clientes la importancia de la prevención y el deber de "no jugar" con la salud de sus animales. Un consejo que también vale para la comida. La propietaria de Jurlasa alerta de que "el paso brusco de una alimentación de gama alta a esos grandes sacos de los centros comerciales supone un golpe muy fuerte al estómago", más aún en cachorros y mascotas veteranas. Es habitual que se produzcan diarreas y surjan eccemas, que el pelo no brille o se caiga en exceso, que las patas delanteras no pisen bien o los dedos se abran por una falta de calcio, que se dispare el mal aliento o la piel emita un desgradable olor. "Y en los perros de más de doce años, la vejez puede ser horrorosa", asegura. El problema de esos descomunales pero baratos paquetes de pienso está en la calidad. "Los ingredientes y sus porcentajes son los que se señalan, eso es cierto", explica la profesional, "pero en vez de trozos de carne se usan sobras y los cereales están caducados".
Por si esas razones no golpearan suficientemente la conciencia de los dueños de animales, en Max Pet dan la estocada. "Está demostrado que esa comida de supermercado acorta la vida del perro entre cinco y ocho años, y lo mismo sucede con los gatos. De hecho, se han dado casos de muertes por ingerir este tipo de alimentación", alerta Javier Setién, uno de los socios de esta céntrica tienda dedicada a la venta de animales, alimentación, ropa, complementos y peluquería canina. Entre esos casos letales están los de gatos machos, predispuestos a la creación de cristales en la vejiga. El resultado son obstrucciones intestinales severas que, de no tratarse, pueden tener nefastas consecuencias. Por desgracia, las estadísticas dicen que "el 90% de los dueños de animales" recurre a esas comprometidas marcas blancas, sobre todo "cuando la mascota acaba de entrar en casa". El profesional cree que los ciudadanos deberían de estar más informados sobre los riesgos que toman cuando priman el factor económico y, sobre todo, concienciarse. "Pero eso ya va con cada uno. Yo, desde luego, prefiero quitarme el cubata o los cafés que dar cualquier cosa a mis animales, ya que para mí ellos son mi familia, aunque entiendo que todos los bolsillos no son iguales", reflexiona.
Max Pet es sinónimo de "mucha calidad" y ese estandarte se paga. "Una tienda pequeña de barrio sólo puede competir con el precio. Nosotros estamos en el centro, tenemos 250 metros cuadrados donde se puede encontrar de todo y sólo ofrecemos lo mejor. Además, tenemos una clientela fiel que impide que notemos la crisis del sector", explica Javier. Por suerte, quienes no puedan permitirse la excelencia sí disponen de alternativas algo menos caras pero mucho mejores que los grandes sacos de pienso de las grandes superficies. La dueña de Jurlasa, por ejemplo, trabaja con una casa alemana "con mejores precios" que las conocidas firmas anunciadas en televisión "que hace estudios de alimentación todos los años y, a diferencia de las demás, utiliza antioxidantes humanos". De ahí la importancia del asesoramiento desde las tiendas. "Tratamos de orientar porque la gente no suele ver más opciones que las marcas famosas o el pienso del centro comercial", explica Igone, quien también apuesta por impulsar promociones a un euro en suplementos y golosinas. Los clientes acaban picando y las mascotas se benefician.
Arabacan es un centro integral para mascotas que lleva 16 años ya poniendo a disposición de los gasteiztarras servicios tan singulares como el spa canino o una peluquería especializada en westies, caniches y terriers. No obstante, últimamente "hay más gente que va a lo básico". Y en esos servicios de mínimos, como la alimentación o los complementos, "sí que está habiendo clientes que tiran por lo económico", admite Julián Colmenero, el dueño, desde la plaza de la Constitución. Aunque la boutique destaca por su alimentación premium y piensos de primeras marcas, se han introducido opciones más baratas de calidad aceptable. "No es lo mismo un jamón serrano que uno ibérico, evidentemente, pero el serrano puede estar bueno", ejemplifica. Este profesional siempre se ha afanado por impulsar una política de protección por la salud del animal y de la familia, tanto en la parte de la tienda como en la clínica veterinaria. Por eso, le preocupan los clientes que no previenen parásitos intestinales o pulgas "y llegan luego corriendo porque ya está el mal hecho y necesitan las vacunas". Siempre ha habido algún que otro dueño desastroso con la salud de sus perros o gatos, pero "con la crisis están siendo más".
La clínica Ariznabarra también se pelea con los ligeros bolsillos de los ciudadanos. "Y con la subida del IVA del año pasado", apostilla su responsable, Roberto Pascual, "ya que encareció los precios y ha afectado bastante". En la actualidad, los gasteiztarras preguntan mucho más por el coste de los distintos servicios, aun cuando el tratamiento o la cirugía es inevitable. También hay gente que llama por teléfono y consulta su problema buscando "consejos gratuitos" y quienes no acuden a este conocido establecimiento de Castillo de Fontecha hasta que "han probado lo que les recomendó su primo o la vecina". Esa decisión de esperar por no gastar el dinero que se tiene o el que desapareció hace que "las vacunas también se retrasen unos meses, cosa que no pasaba antes". Una tendencia creciente que preocupa al veterinario. "No es un tema de hacer negocio, es una cuestión de salud pública, porque se pueden ver afectadas las personas que viven con el animal y otras. Las instituciones deberían tomar nota", opina.
La cifra de cirugías ha caído ligeramente. "En el caso de perros o gatos ancianos o con patologías severas, antes la gente intentaba tratamientos. Ahora, si no hay muchas garantías, evita la operación y opta por la eutanasia", explica Roberto. Otro servicio menos demandado es la esterilización. El experto la recomienda "mucho", pero en la actualidad son más las personas que dudan al dar el paso, sobre todo en función del sexo de sus mascotas. "La intervención de los machos es más sencilla y más económica que la de las hembras, así que algunos dueños esperan a un momento más propicio", explica. La actividad, así pues, no es tan intensa en la clínica como antaño. Y también sucede que ciertos ciudadanos recurren a cualquiera de estos servicios y luego no disponen de todo el dinero para abonarlo. "Tenemos clientes de muchos años que siempre han pagado muy bien y ahora tienen algunas deudas", lamenta Roberto, consciente de la necesidad de ser flexible con ellos. De lo contrario, las mascotas se llevarían la peor parte. Ya está pasando.