vitoria. Al mismo hombre que se valió de 2.000 firmas vecinales para frenar la mezquita de Zaramaga no le duelen prendas en restar valor a las 5.500 rúbricas contrarias al proyecto de estación de autobuses que la plataforma Euskaltzaindia Plaza Bizia ha recogido en poco más de un mes. "Yo me he reunido con ustedes y les he escuchado de mil amores, pero desde mi punto de vista representan una posición minoritaria", aseguró ayer Javier Maroto, con la vista fija en los miembros del colectivo que habían comparecido en el turno popular del Pleno para tratar de hacer recular al equipo de gobierno. Era una misión casi imposible y no consiguieron llevarla a buen puerto. PP y Bildu sumaron sus votos para aprobar la recalificación de la plaza -hasta ahora concebida para un uso cultural-, de forma que pueda acoger la nueva infraestructura.
Estaba cantado que este sería el nuevo escenario, pese a las grandes esperanzas que la plataforma había depositado en su comparecencia y la lista de argumentos técnicos que llevaba preparada para intentar conseguir la paralización del proyecto. De hecho, la presencia del colectivo acabó pasando incluso desapercibida, porque todos los grupos políticos aprovecharon la ocasión para fijar sus posiciones con más vehemencia de la habitual, reprochándose actuaciones del pasado, actitudes incoherentes o el desprecio a la participación ciudadana. Tal es así que, fuera de la breve intervención del alcalde para cuestionar el peso de este colectivo ciudadano, el equipo de gobierno se limitó a rebatir las críticas lanzadas desde las filas de PNV y PSE.
En la bancada contraria al proyecto de estación de autobuses se vio a un Urtaran especialmente disgustado. "Ustedes -en referencia al PP y Bildu-no han escuchado a nadie: ni a los ciudadanos, ni los informes desfavorables de la Diputación y del Gobierno Vasco, ni las recomendaciones de la COPU... Y este proyecto va en contra de los principios de una planificación urbana ordenada", censuró. En la misma línea crítica, pero mucho más ácido, se pronunció el portavoz socialista, Patxi Lazcoz. "Todos sabíamos que había una relación cómplice entre PP y Bildu desde el inicio de la legislatura. Al principio parecían una pareja de hecho y hoy han firmado un acta... El acta de matrimonio", ironizó el edil.
No hay nada que Lazcoz pueda objetar a este acuerdo desde el punto de vista democrático, pero lo que le molesta es que la alianza se haya producido entre un partido -PP- que apoyó la terminal de Arriaga y se comprometió a construirla si ganaba las elecciones y otro -Bildu- que "el mismo día que pide una consulta popular para el proyecto del soterramiento la niega para la estación". Además, el exalcalde está convencido de que la traición que él siente que sufrió por parte de los populares puede volver a repetirse. Y, por eso, lanzó una advertencia a la coalición abertzale: "Se van a quedar solos defendiendo la terminal de Euskaltzaindia. Y si no, al tiempo".
La edil Itziar Amestoy reiteró con apasionamiento que Bildu "nunca ha negado ni negará la participación ciudadana" y recordó que el objetivo de los abertzales era salvar el parque de Arriaga, cosa que han conseguido "de la única forma que era posible, trasladando la estación a Euskaltzaindia. Lo que pasa es que le duele que esto suponga el final del BAI Center", reprochó la concejal a Lazcoz. También el edil de Urbanismo, Miguel Garnica, se dirigió al portavoz socialista nada más empezar su intervención para subrayar que lo que se está haciendo es "arreglar un problema que generó usted". "Y usted" -añadió mirando a Urtaran- "se ha quedado en el pasado técnico porque esos informes no eran vinculantes y desde entonces se han incorporado cambios al proyecto".
El resultado actual, según Garnica, es una estación "mejor que la de Arriaga", con parking subterráneo, que acaba con la provisionalidad de Los Herrán y crea un nudo de comunicación con el tranvía como elemento preferente. "Y más cara", le recordaron desde la oposición.
La plataforma ciudadana se limitó a insistir en las razones que lleva dando desde que empezó su andadura. A su juicio, la ubicación es mala por la densidad de tráfico, no tiene el consenso de la Corporación pese a la importancia estratégica del proyecto, dice adiós a la intermodalidad, perjudica la movilidad sostenible y no cuenta con el beneplácito de las instituciones superiores.