EL Pleno de investidura marcará hoy el inicio de una nueva legislatura. Los integrantes de la Corporación jurarán o prometerán su cargo y procederán a la elección del alcalde. Un acto protocolario donde la Ley de Bases de Régimen Local marca los pasos en todos los ayuntamientos, aunque en el caso de Vitoria también hay peculiaridades.

La mayor, en este caso, es la menor. La escueta superficie del salón de plenos, con un diseño con raíces en el siglo XVIII, condiciona la asistencia al acto. Además de la Corporación, sólo 14 personas pueden acudir como público, por lo que los grupos municipales deben repartirse los asientos. El líder del PP, Mariano Rajoy, ya ha confirmado su asistencia a un evento que atrae a familiares, autoridades y representantes de las asociaciones del municipio. Por ello, los asistentes también llenan el vestíbulo del pleno y la sala de quintas.

Cada detalle está medido. El Servicio de Protocolo ha explicado a lo largo de la semana a los futuros concejales la peculiaridad de la ceremonia, que abrirá la secretaria general del Ayuntamiento, Idoia Martínez Peñalba, antes de conformar la Mesa de Edad, el órgano que controla el proceso y que está integrado por el concejal de mayor edad, Fernando Aránguiz (PP), y la edil más joven, Itziar Amestoy (Bildu). Ellos se colocan en la zona que habitualmente ocupa el sillón del alcalde.

Aránguiz, de 60 años y dos legislaturas de experiencia en el Consistorio, reconoce que no se esperaba ostentar este cargo. "Durante mi carrera profesional estaba más acostumbrado a ser de los más jóvenes, pero ahora me toca experimentar lo contrario", cuenta. Y lo hace casi por sorpresa. Porque, cuando vio las listas, pensó que otros ediles como Encina Serrano o Joaquín Esteban le adelantarían, pero los resultados electorales lo han situado en lo alto de la mesa. A él le corresponderá el "honor" de nombrar alcalde a un compañero de partido, Javier Maroto, para quien sólo tiene buenas palabras. Reconoce que es la parte que más le emociona de la ceremonia.

Amestoy, por su parte, representa la renovación de esta Corporación. A sus 25 años, la edil de Bildu se siente liberada porque la mayor carga del protocolo recae en el presidente de la mesa. Por lo demás, ve con "orgullo" la oportunidad de demostrar que "los jóvenes también se implican en la política". Y en la ciudad.

Antes de proceder a la votación del alcalde, cada concejal debe jurar o prometer su cargo. La ley permite las dos fórmulas para respetar la sensibilidad de cada edil, por si aquello de jurar le suena demasiado arcaico -las palabras se pronunciaban antaño ante un crucifijo-, y también se puede prometer por el Rey o bien por imperativo legal. Este proceso se hace ya desde el escaño. Y en el reparto de las bancadas también hay orden de elección entre los grupos: lo habitual es que el gobierno se sitúe arriba y que elija si prefiere a la derecha o a la izquierda del alcalde.

La elección del primer edil es secreta, aunque en otros municipios se realiza a mano alzada. Para ello, se depositan las papeletas en dos cántaras de plata neoclásicas, que antaño servían para votar sí o no y ahora se reparten a un lado y al otro del salón sólo para ganar tiempo. Tras el recuento, el alcalde se decide por mayoría absoluta y, si no la hay, por la lista más votada.

El dirigente recibe entonces la medalla corporativa -cada concejal cuenta, por ejemplo, con su propia medalla, que antes era en propiedad y de hojalata, pero desde 2007 son ya de una aleación de pata con revestimiento de oro y deben devolverse para evitar gastos- y el bastón de mando de manos del alcalde saliente. Esta makila, realizada en 1982, con empuñadura de plata y madera de cerezo, sólo volverá a portarla en determinados actos festivos, como en la ida a vísperas del 4 de agosto.

La previsión es que todo el pleno no se extienda más de una hora, incluido el discurso de intenciones del primer edil, que dura entre 10 y 15 minutos. Para entonces, ya habrá pasado de ser el alcalde electo a ser el elegido. Una nueva personalidad en la historia de Vitoria.