Vitoria. Los sensores que detectan el paso del tranvía y regulan el tráfico tienen una debilidad: los cambios de temperatura y humedad. Justo lo que Vitoria ofrece en violentas dosis. Así que cada vez que se precipita el mercurio o el cielo pasa de lucir sol a amenazar lluvia, estos dispositivos corren el riesgo de volverse locos. Una híper sensibilidad que genera fallos en la coordinación semafórica de algunos cruces donde confluyen el metro ligero y el resto del tráfico. El disco para los vehículos se pone rojo pese a que no haya rastro de la serpiente verdinegra -ni de los peatones si es que hay paso de cebra-, y sigue así el tiempo suficiente como para desesperar a los ciudadanos.
La teoría del poder de los elementos frente a la tecnología del siglo XXI procede del Consistorio. Según explica, los detectores del paso del tranvía ofrecen dos modalidades de fallo. Puede que el sensor se quede activado antes del cruce, por lo que aunque el tranvía no haya hecho acto de presencia, éste se prepara para su paso deteniendo a los vehículos. O puede que suceda lo contrario, que el dispositivo situado después de la intersección, el que se encarga de dar el verde a los coches, no pase a posición on. En ese caso, el regulador cree que el metro ligero no ha acabado de atravesar la zona, así que detiene el resto del tráfico hasta que vuelva a tener la sensación de que todos los vagones han seguido su camino.
Eso sí, la vulnerabilidad de los detectores al ciclotímico tiempo de la capital alavesa no es igual en todas las calles. De acuerdo con las quejas expuestas en el buzón ciudadano de la página web municipal, el norte de la ciudad sufre más alteraciones y de forma frecuente, con tres cruces a la cabeza: la rotonda de Abetxuko, la salida de la calle Estella hacia Duque de Wellington y la intersección de portal de Arriaga con Luis Olariaga. En todos estos casos, el semáforo que da paso a los vehículos se pone verde apenas unos segundos y vuelve a lucir el color de la prohibición a pesar de que al tranvía aún le quede un rato largo para pasar por la zona. Una descoordinación que provoca atascos, esperas inusuales y, como consecuencia directa del hartazgo de los automovilistas, infracciones.
saltarse el semáforo "A primeras horas de la mañana, muchas personas se saltan el semáforo de Estella a Duque de Wellington porque la situación es desesperante. Hemos llegado a cronometrar unos tres minutos de rojo", asegura una de las afectadas, Begoña. Igual de molesto se muestra Jaime Lorenzo, quien afirma que los atascos en la rotonda de Abetxuko son demasiado frecuentes. "Diez segundos en verde, veinte en rojo y otra vez en verde sin que pase el tranvía", sostiene este hombre, a quien la Policía Local le ha explicado que "se hacen partes a diario por estas incidencias".
¿Remedios contra la hiperestesia de los sensores a las variaciones del clima? Al parecer, definitivos no los hay. Aunque el Ayuntamiento garantiza que "el personal de mantenimiento trabaja continuamente en los ajustes de los detectores" en aquellos cruces donde dan problemas, también se defiende de las críticas asegurando que los problemas se producen "de forma muy puntual, por lo que resultan muy difíciles de prever". Los afectados, por contra, afirman que las alteraciones han pasado a formar parte de la rutina diaria. Y, además, se preguntan cómo es posible que en pleno siglo XXI, la era de los avances tecnológicos, no existan dispositivos fiables para Vitoria.