- Sophie Muller -francesa nacida en Estados Unidos en 1976- reconoce que el programa Patrocinio comunitario activado en Euskadi para facilitar la integración de personas y familias refugiadas ha servido de inspiración para la puesta en marcha de iniciativas similares en comunidades como Nafarroa y Valencia, por ejemplo.

Euskadi puso en marcha este programa piloto de Patrocinio comunitario. ¿Qué opinión le merece? ¿Cree que puede ser exportado a otros realidades y comunidades?

—Claro. Es un programa impulsado desde ACNUR en Euskadi que existe a nivel internacional. Viene de un ejemplo canadiense.

¿Y cuál es su valor?

—Este programa se está exportando en Valencia y Navarra. Pero lo realmente importante es el liderazgo de las autoridades de la comunidad autónoma. Eso es fundamental. Vemos que la participación de las autoridades de la comunidad autónoma, la sociedad civil organizada, el voluntariado y el apoyo del Ministerio de Inclusión y el de ACNUR es una combinación que puede funcionar muy bien.

Siempre la sociedad civil...

—El gran valor del programa es que viene de la sociedad civil. Es fundamental que tenga sus raíces ahí porque cada comunidad tiene un tipo de tejido social. Y eso es fundamental; como lo son los voluntarios, que son la columna vertebral del programa. Es muy importante porque en base a esta experiencia, en cada comunidad vamos a poder valorar cómo es el tejido social, las fortalezas de la sociedad civil para organizar este programa a nivel de España. Y siempre con el apoyo de entidades locales.

Insisto. Otra vez, la solución viene desde abajo hacia arriba...

—Exacto, pero con apoyo de arriba porque se requiere financiación y respaldo y visión política a largo plazo.

Hablemos de ACNUR. Setenta años y todavía sigue siendo necesario que levanten la voz para denunciar estos dramas...

—Desafortunadamente es así. La definición de refugiado aparece en la Convención [sobre el estatuto de los refugiados] de 1951 y dice que son personas que han tenido que huir de guerra, persecución, violación de Derechos Humanos. Y muy tristemente estos hechos siguen ocurriendo. Nos gustaría que no hubiera más, pero nuestro mandato es apoyar su protección.

Y ustedes que tratan con las altas instancias y organismos internacionales ¿a nadie se le cae la cara de vergüenza?

—Precisamente ayer [por el sábado] nuestro Alto Comisionado Filippo Grandi ha hecho un llamamiento para que los Estados se movilicen por la paz, para que detengan los conflictos. Que paren, en definitiva, las raíces del desplazamiento forzoso.

Hablamos de guerras, pero las hambrunas, las sequías y la crisis climática también son motivos de desplazamientos...

—Claro, y nos preocupan muchísimo. No vamos a cambiar la definición de refugiado, pero es que guerras y persecuciones ocurren más cuando el cambio climático genera menos recursos naturales y se desestabilizan la sociedad, las autoridades y las economías. Y eso provoca más desplazamientos forzosos... Por eso llamamos la atención a todos los políticos del mundo sobre su responsabilidad de cara al cambio climático como fuente de más desplazamientos forzosos. Y nuestra labor humanitaria será más difícil porque es más complicado trabajar en esos sitios.

¿Tienen miedo a los discursos de odio y xenófobos que, da la sensación, ganan peso?

—Nos preocupa mucho la intolerancia y esos discursos de odio. Lo trabajamos desde el análisis de las raíces y siempre llamamos la atención de las autoridades.

Algo tendrán que decir, claro...

—La gestión de la respuesta cuando hay llegadas múltiples a España, ya sea de migrantes en tránsito y de estas que demandan asilo, requiere una atención y gestión apropiada. Cuando la gestión no es buena, la acogida que debería ser solidaria cambia en poco tiempo y la gente que necesita protección internacional se queda en la calle, sin vacunas,... Y eso crea miedo. Y con el miedo sube la intolerancia....

Y eso no es bueno.

—La sociedad civil es solidaria, pero hay que activarse y dinamizarse; y el programa de Patrocinio comunitario es perfecto en ese sentido porque canaliza esa solidaridad y la cataliza, y le da un sentido para los jóvenes, los adultos y las personas mayores que van a poder participar en la acogida e integración de estas personas y familias. Y eso enriquece sus vidas. Las de todos.