edio año después de la detección de los dos primeros casos de SARS-CoV-2 en Euskadi -una guipuzcoana que había visitado Milán y una médico internista del hospital de Txagorritxu que estuvo en Málaga-, la única certeza es que el virus no se activa con el invierno, como la gripe estacional, ni le tiene miedo al calor. En cambio, lo que sí influye en su circulación, y de qué manera, son las aglomeraciones y que la gente no respete la distancia social de seguridad o no se ponga la mascarilla.

Eso es así en Euskadi y en cualquier otro lugar del planeta, por muy recóndito que sea. Por eso, la misión principal del Sistema Vasco de Salud a lo largo de todos estos meses ha sido trabajar para intentar contener la cifra de nuevos infectados. Ese es el primer paso, de manual, para controlar y atajar los temidos focos de transmisión. O como en una de las decenas de comparecencias vino a decir la consejera de Salud, Nekane Murga, "es como si en un barco hubiese vías de agua: primero hay que taparlas para después achicar€" y poder mantener el barco a flote.

Los datos sobre la evolución de la pandemia en la geografía vasca revelan la nueva realidad que este virus ha implantado en las vidas de más de dos millones de personas desde que el 4 de marzo falleciera la primera persona en Euskadi, un octogenario en el hospital de Galdakao. El último informe elaborado por Osakidetza habla de 1.671 personas muertas a causa del covid-19, enfermedad que a mediados de marzo abrió un periodo excepcional de incertidumbre y miedo entre la ciudadanía con la declaración el día 14 de la alerta sanitaria por el lehendakari, Iñigo Urkullu.

Se abría la puerta al ya olvidado confinamiento en el hogar y al aislamiento de zonas si fuera necesario, unas actuaciones "justificadas" en aquel entonces por la tendencia que ya insinuaba la pandemia -con catorce muertes- y la suspensión forzosa un par de días antes de la actividad docente en todos los centros educativos de Araba y de Balmaseda como medida de contención. Desde entonces, el castillo de naipes del estado del bienestar empezó a desmoronarse de forma paulatina con el cierre de centros de jubilados, la suspensión de conciertos y congresos, la anulación de competiciones deportivas, etc.

Incluso la actividad laboral fue frenada en seco por el Gobierno de España el 30 de marzo, no sin antes recibir duras críticas por parte del Ejecutivo vasco. Una semana después decayó esa orden gubernamental para el sector industrial, pero para entonces los expedientes de regulación de empleo temporales (ERTE) para otras actividades laborales circulaban casi con la misma rapidez y virulencia que el patógeno. El pico máximo de asalariados afectados llegó a ser de 200.652, según datos de Lanbide.

Entre tanto, los contagios no paraban de crecer en Euskadi y la crisis sanitaria -que con el tiempo ha derivado en recesión social y económica- tumbó la Semana Santa e incluso la celebración de las elecciones vascas, previstas para el 5 de abril y que finalmente se retrasaron al 12 de julio. Ese día, por ejemplo, el covid-19 ya había matado a 1.622 personas en Euskadi. La barrera psicológica del millar de fallecidos se había roto semanas antes: el 18 de abril, un día después de que el lehendakari reclamara al Gobierno español que los niños pudieran romper el confinamiento y un día antes de que Pedro Sánchez pusiera efectivamente fecha para el final de ese encierro infantil: el 26 de abril, después de seis semanas entre cuatro paredes. Aquello fue otro punto de inflexión en este maratón para vencer al SARS-CoV-2 que, siempre con el consentimiento y relajación de las personas, ha circulado en distintos escenarios y momentos en la geografía vasca: hospitales, residencias, establecimientos de ocio€

También queda para el recuerdo aquel 24 de mayo, primera jornada sin fallecidos en Euskadi a causa del covid-19, pero también la del 15 de abril cuando se alcanzó la peor cifra de muertes asociadas a este virus, cuando 54 personas murieron en un solo día. El jueves mismo se batió otro récord de dudoso honor: 764 nuevos casos positivos en covid-19, la cifra de infectados diaria más alta desde que comenzó la pandemia del nuevo coronavirus. Datos y análisis estadísticos sobre picos, curvas, mesetas y dientes de sierra que en todo este tiempo han buscado convertirse en tendencia de un hecho noticioso que se resiste a llegar para iluminar las portadas.

Solo entre el 7 de enero y el 15 de marzo se publicaron 161.913 informaciones en periódicos y revistas, en formato digital y en radio y televisión, lo que significa que cada día se lanzaban unas 14.000 piezas€ Así, a borbotones, se ha construido en Euskadi el relato de una pandemia que ha trastocado la vida del conjunto de la comunidad vasca. Y lo ha hecho hasta límites insospechados, extravagantes incluso, como cuando se puso de moda hacer acopio de papel higiénico. Ahí están también el teletrabajo y las compras on line, que son ya el pan nuestro de cada día para miles de personas. O salir a pasear y a practicar deporte con horario.

Y las mascarillas, obligatorias para viajar en transporte público desde el 4 de mayo -primer día laboral de la famosa desescalada- y también para andar por la calle desde el pasado 16 de julio. O las piscinas con aforo y parceladas y las playas con los accesos vigilados por ertzainas o policías locales€ Tal es la gravedad asociada a la propagación comunitaria del covid-19 que Gasteiz, Donostia y Bilbao optaron por anular sus fiestas.

La decisión compartida por las tres capitales vascas fue adoptada un 15 de mayo, cuando la evolución de la pandemia en Euskadi parecía ir por el camino correcto. Y eso que el mes de mayo se estrenó con calles y paseos en hora punta después de 48 días enclaustrados, pudiendo salir únicamente a hacer compras de primera necesidad -y el tabaco lo fue- y a pasear el perro€ Las aglomeraciones fueron tales que el mismo 2 de mayo las autoridades sanitarias mostraron su preocupación y lanzaban un mensaje para que la gente no bajara la guardia frente al virus: Dos metros, la distancia que nos une.

Ese mes arrancó también con la noticia de que los hospitales vascos reabrirían más de cuarenta quirófanos para recuperar su actividad asistencial, en suspenso por el covid-19. Y ha sido precisamente la calidad -y esta vez también la cantidad- del servicio vasco de salud y de sus profesionales la llave que ha permitido a Euskadi avanzar con orden en el famoso proceso de desescalada que se inició el 4 de mayo, con la Fase 0, y que culminó el 19 de junio, después de varias intentonas fallidas para recuperar el contacto con las comunidades limítrofes y avanzar hacia la casilla de la famosa nueva normalidad. Euskadi dio ese paso con un par de brotes controlados en los hospitales de Basurto y de Txagorritxu y con una persona fallecida.

Desde entonces hasta hoy, el sistema vasco de salud ha respondido con eficacia a la circulación a distintas velocidades del virus. Porque la amenaza sigue ahí y no se irá hasta que no haya una vacuna o un tratamiento efectivo para combatirla. La mala evolución del virus en julio y agosto ha obligado a recuperar las restricciones en el sector del ocio. Y es que, el ritmo de propagación de los nuevos contagios se ha disparado a una semana del fin de las vacaciones, echando a perder el único elemento que el ser humano tiene a su favor en esta batalla contra el virus: el aire libre.

10 de marzo

Ertzainas de la Brigada Móvil ataviados con trajes de protección especial notificaban presencialmente en domicilios de Labastida los aislamientos a las personas que debieron guardar cuarentena. Labastida está cerca de Haro, donde había más de medio centenar de positivos tras ir a un funeral en Gasteiz.

'Balmis'

Del 17 de marzo al 16 de mayo, el Ejército llevó a cabo en Euskadi veinte operaciones de limpieza y desinfección en infraestructuras de titularidad estatal, como los tres aeropuertos, las estaciones de Bilbao, Irun, Donostia y Gasteiz, y las cárceles de Zaballa, Martutene y Basauri.

462 detenidos

La Ertzaintza y las policías municipales presentaron más de 30.138 denuncias por incumplir las medidas del estado de alarma y detuvieron a 462 personas entre el 16 de marzo y el 16 de junio por incumplir las medidas adoptadas durante las distintas fases del estado de alarma.

La capacidad asistencial vasca fue la llave para que Euskadi pudiera transitar con orden y seguridad por las fases de la desescalada