Gasteiz - Veinte años después del asesinato de su padre, ¿cuál considera que fue su legado?

-Creo que el lema de la Fundación Fernando Buesa Blanco, El valor de la palabra, resume muy bien su legado. Palabra como instrumento para defender ideas, tejer acuerdos, construir puentes. Y palabra como compromiso. Hemos logrado que su voz esté presente y tenga la autoridad y la legitimidad que él tenía.

¿El fin de ETA que ha vivido la sociedad vasca es el que él hubiera deseado?

-El Estado de Derecho logró acabar con ETA: la actuación policial, la judicial y la legal fueron determinantes y a ellas hay que sumar el rechazo mayoritario de la sociedad vasca. ETA no tuvo otra alternativa, a pesar de la escenificación montada para evitar dar una imagen de derrota y para que algunos se atribuyeran el mérito. Me hubiera gustado que su final obedeciera a una auténtica voluntad, a un convencimiento real de que no se puede imponer un proyecto político mediante el recurso a la violencia.

¿Cómo viven en su familia la reacción, para bien o para mal, que el atentado generó en la sociedad vasca, alavesa y vitoriana?

-La reacción de la sociedad que nos acompañó de corazón fue muy reconfortante. Sentimos de verdad que compartían nuestro dolor y se mostró muy cercana con nosotros. Sin embargo, recordamos con indignación y vergüenza la sociedad que se movilizó de forma partidista, ajena a nuestro sufrimiento.

¿Sienten que las instituciones han terminado por responder ante las víctimas del terrorismo con las leyes y actuaciones desarrolladas en las últimas dos décadas?

-Se ha avanzado en atender las necesidades de las víctimas, eso es indudable. Sin embargo, aún hay actuaciones pendientes y que se pueden llevar a cabo al amparo de la ley vasca de reconocimiento y reparación a las víctimas del terrorismo. Especialmente en materia de deslegitimación ética, social y política del terrorismo de ETA.

¿Qué queda por hacer ahora?

-Estamos en el tiempo de construir unos pilares sólidos en los que asentar una convivencia sana, en paz y libertad. Para ello es fundamental la deslegitimación del terrorismo de ETA. El discurso del odio aún está presente en nuestra sociedad, se mantienen actitudes que denotan una clara falta de empatía con las víctimas: los homenajes públicos a presos cuando salen de prisión, la falta de respeto a los lugares de memoria, las pintadas que recuerdan a ETA, etc? Hay un gran trabajo por hacer para desactivar ese odio latente ya que sin cambiar esas actitudes no conseguiremos avanzar en la construcción de la convivencia. Por otro lado, aún no hemos escuchado un mensaje claro, contundente y explícito por parte de la izquierda abertzale de rechazo del terrorismo de ETA. Nunca podremos convivir con quienes piensan que es o ha sido legítimo asesinar al que piensa diferente.

¿Qué objetivos se plantea la Fundación de cara al futuro tras estas dos décadas de andadura?

-Seguiremos trabajando como hasta ahora, de un modo comprometido con la memoria de las víctimas, la deslegitimación del terrorismo y la educación en valores. Todo ello para afianzar y trabajar por la convivencia en una sociedad plural como la nuestra.

Piden en su página web que la ciudadanía plasme sus reflexiones pasados veinte años del atentado. ¿Cuáles son las suyas?

-Mi madre, mis hermanos y yo hemos sido capaces de continuar adelante, orientar nuestro dolor hacia algo constructivo, educar a nuestros hijos sin odio manteniendo viva la memoria de mi padre. Como sociedad no podemos olvidar o no querer saber, porque la memoria del terrorismo también es colectiva. Para que se conozca lo sucedido y para que no se vuelva a repetir.