Berlín - La canciller alemana, Angela Merkel, advirtió ayer contra la ultraderecha, en su balance de la reunificación del país y tras admitir que siguen sin haberse disipado las diferencias entre el este y el oeste. “Celebremos la diversidad de nuestro país”, fue la frase con que cerró su discurso del Día de la Unidad, fiesta nacional con que se recuerda la entrada en vigor del tratado que significó la desaparición de la Alemania comunista. Fue el 3 de octubre de 1990, 329 días después de la caída del Muro de Berlín, precipitada por la revolución pacífica surgida tanto de la ciudadanía germano-oriental como de la de Polonia y otros países, entonces tras el Telón de Acero. Pese a los “enormes esfuerzos” económicos y políticos realizados, persisten “desniveles” entre el este y el oeste alemán. Una mayoría de los ciudadanos del antiguo territorio germano-oriental sigue sintiéndose “de segunda clase”, admitió Merkel.
La reacción a ello no debe ser “la intolerancia, el racismo, el antisemitismo o el deseo de marginar a los más pobres”, prosiguió, en el acto celebrado en Kiel, la capital del land (estado federado) de Schleswig-Holstein (norte). Merkel abrió su discurso citando a Thomas Mann, quien en 1945 lamentó que Alemania era un país “incapaz” de llevar al éxito una revolución. El movimiento pacífico surgido en 1989 de Leipzig (este), impulsado por la disidencia, la Iglesia y ciudadanos comunes hasta llegar a Berlín, “demuestra lo contrario”, dijo.
La canciller recordó a las víctimas de la dictadura germano-oriental y también la alegría colectiva y compartida, en el este y el oeste, con la caída del Muro, de la que el próximo 9 de noviembre se cumplen 30 años. Elogió la labor desempeñada en ese proceso histórico por el socialdemócrata Willy Brandt y el conservador Helmut Kohl, pero también los “aires nuevos” procedentes de Moscú, en alusión a la perestroika (reestructuración) del líder soviético Mijaíl Gorbachov.
A Kohl le correspondió negociar a múltiples bandas hasta sentenciar el fin de la República Democrática Alemana (RDA) comunista y la incorporación de su territorio en la occidental República Federal de Alemania (RFA). Gorbachov se comportó como un buen aliado, mientras algunos socios occidentales -como el Reino Unido- veían con horror el nacimiento de una nueva Alemania fuerte. La evolución política desde entonces es un panorama de luces y sombras para la Unión Cristianodemócrata (CDU), el partido tanto de Kohl como de Merkel, crecida en el este. En la transición entre la caída del Muro y el Tratado de Unidad se celebraron en territorio germano-oriental las primeras elecciones libres de la historia de ese país, en marzo de 1990. La CDU se alzó con un 40,81 %, mientras que el postcomunista Partido del Socialismo Democrático (PDS) tuvo un 16%.
Lo que fue territorio germano-oriental ha ido perdiendo población en dirección al oeste. De los 16,4 millones de habitantes que tenía en 1990 ha caído a 13,6 millones, según datos de 2018. Los sueldos y pensiones han tendido a equipararse respecto al oeste, y el desempleo, que en los primeros años de reunificación dobló la media nacional, se sitúa ahora en un 7 %, frente al 4,9% del conjunto de Alemania. Pese a los avances logrados, un 57% de los habitantes del este se consideran aún “ciudadanos de segunda clase” y un 38 % opinan que algo no ha salido bien en el proceso unificador.