bilbao ? Ardanza mantiene un recuerdo muy vívido del contexto en el que se fraguó el Pacto de Ajuria Enea, incluidas todas sus bambalinas, esfuerzos y dificultades. Entre 1987 y principios de 1988, el paro estaba entre el 22%-23%, el doble que ahora. Se vislumbraba una crisis industrial y una desertización terrible, sin apenas instrumentos para hacerle frente. Además, ETA asesinaba, secuestraba y extorsionaba. Los partidos no se ponían de acuerdo “ni sobre la hora que era”. Los brutales atentados de Hipercor y de la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza pusieron al mundo aber-tzale ante la realidad del terrorismo. Y, para colmo, aumentaba el ruido de sables en el Ejército. “Se sentía la necesidad de que los partidos hiciéramos algo importante ante una situación tan delicada. Pensé: o hacemos algo o nos tendremos que ir todos a casa por incompetentes”, recuerda el lehendakari ohia.
¿Cómo arrancan las primeras conversaciones?
?El planteamiento del posible acuerdo se hace en septiembre de 1987, con motivo del debate de política general. Ahí eso está en síntesis en mi cabeza, que este país iba al desastre. Después del atentado de Hipercor y las reacciones en el mundo nacionalista y de HB, empecé a pensar que igual era posible. El problema era cómo compaginar dos posibilidades. El pacto de Madrid [firmado por todos los partidos en el Congreso en noviembre de 1987] era antiterrorista y nosotros teníamos claro que aquí no podíamos plantear nada que fuera ‘anti’, sino en positivo. El acuerdo tenía que ser bifronte: por una parte, la defensa del compromiso claro estatutario que se está incumpliendo y, por tanto, que el pleno y leal desarrollo del Estatuto de acuerdo con su singularidad tiene que ser una reivindicación que tiene que quedar muy clara y no nos pueden estar permanentemente reprochando que con nuestra exigencia le damos más razones a ETA. Al contrario, les decíamos: lo que había que demostrar al mundo violento, que es fascista y totalitario, es que en democracia los acuerdos se cumplen y son los que dan pie a un desarrollo futuro de la sociedad por vía estatutaria. Eso nos daba pie para enfrentarnos al mundo de la violencia apelando a la pacificación de Euskadi.
¿Cómo fue el proceso de negociación?
?Primero hay rondas con cada partido y luego ya, la mesa. Cuando yo hago el planteamiento en el pleno de política general de septiembre me encuentro con el respaldo total de la Cámara. Yo había dicho que con ETA no solo no compartimos sus métodos violentos sino tampoco sus fines.
HB se descolgó a las primeras de cambio. Tras el atentado de la casa cuartel de Zaragoza, brutal, convoco a todos los partidos. Y allí teníamos todos muy claro que no podíamos levantarnos de la mesa sin que fuéramos capaces de presentarnos en sociedad con un acuerdo. Fueron superándose las dificultades, todo el mundo fue ceciendo en sus posiciones y así se cerró.
¿Cuáles fueron las mayores dificultades?
?Principalmente vinieron del PSE, que lo que quería era un acuerdo antiterrorista. Los mayores debates eran con Txiki Benegas en la parte de limar cosas y, por otra, con Iñazio Oliveri, presionado por EA, que quería ir más allá. Eran las posiciones más extremas. Los demás buscábamos un punto de equilibrio para converger. Al final se logró.
¿Alguien, a lo largo del tiempo, ha podido arrepentirse de haberlo firmado?
?Aquellas cincuenta y tantas horas de reuniones en Ajuria Enea hicieron que todo el mundo se desnudara. De este pacto, que luego se ha ponderato tanto, en el fondo convencidos cien por cien de todo lo que se dice ahí, yo creo que no hubo nadie. Porque con posiciones tan difrentes, si has llegado a un acuerdo es porque muchas cosas que tú consideras esenciales las has tenido que dejar. Y el otro, seguro que muchas cosas que considera esenciales las ha tenido que dejar. Porque si no, no hay acuerdo. Si cada cual quiere mantener sus esencias hasta el final, no hay acuerdo. El gran mérito de este pacto es que todos tuvimos que dejar pelos en la gatera. ¿Pero estar total y absolutamente de acuerdo con el texto final? ¿Con ilusión? No, creo que nadie.
En cuanto al contenido concreto del texto, ¿cómo se definió?
?El propio título define lo que pretende ser el Acuerdo de Ajuria Enea: Acuerdo para la Normalización y la Pacificación. O sea, no es un acuerdo antiterrorista, nunca quisimos que se identificara así. No lo logramos, dicho sea de paso. La vía de la normalización es el gran pacto que los vascos hicimos entre nosotros. Y ese pacto democrático es el que hay que respetar, desarrollar y aplicar. Eso se utiliza también contra el fenómeno de la violencia para decirles señores, estamos en democracia. Esa es la combinación permantente: poner en valor la democracia, la libertad y que a través de sus mecanimsos se va avanzando. Esas son las dos patas: normalización y, por tanto, pacificación.
Se emplean términos especialmente duros contra la violencia.
?En aquellas circunstancias tenía que ser claro, para que no hubiera ningún malentendido.
Los puntos 8 (llamamiento a HB a hacer política de manera democrática), 9 (reinserción de presos) y 10 (final dialogado de la violencia), serían los más críticos.
?No eran puntos que desde la perspectiva española agradaran. Pero en aquella época muchos temas de las torturas, los GAL, etc. ya estaba saliendo. Antes del 8 hay un punto 6: el comportamiento en las detenciones, las torturas, se exige el respeto a los derechos humanos. El punto octavo es un llamamiento al mundo de HB para decirles señores en democracia es legítima la defensa de cuaqluier posición. Nadie te puede negar esto. Aunque ahora, con lo que está ocurriendo en Catalunya, entran dudas. El tema de la violencia nos estaba poniendo permanentemente en riesgo la consolidación democrática. Entonces era un intento de, sin quebrar los principios democráticos, se incorporara el mundo de HB y el mundo de los presos, que la reinserción era posible. En cuanto al final dialogado, para todos era obsesivo que había que atajarlo. Hubo bastantes facilidades para darles una percha de enganche al mundo político, a las cárceles y a ETA. Perchas distintas para acabar con el fenómeno de la violencia.
¿El acuerdo reavivó la reacción social contra ETA?
?Tras Hipercor ya se produjo una gran reacción social y una quiebra incluso dentro del mundo de ETA. El Acuerdo de Ajuria Enea tuvo un arrastre importantísimo, la sociedad se volcó con el Acuerdo y los partidos nos sentimos muy legitimados porque vimos que habíamos acertado. Durante unos años, como se le había encargado al lehendakari el liderazgo del proceso de normalización, surgió un compromiso: si hay algún atentado nadie habla, es el lehendakari el que lo hace en nombre de todos. Y eso funcionó. Y hace que la sociedad se sienta más integrada. Eso provoca que el mundo de ETA vayan tomando conciencia de que eso les hace mucho daño. En diciembre del 88 se plantean conversaciones para una salida y es cuando ETA ofrece una tregua, que luego deriva en las conversaciones de Argel. Eso viene de que están viendo que el Acuerdo les está haciendo mucho daño. Esa reacción social luego se fue manteniendo.
¿La sociedad vasca de entonces fue consciente de la trascendencia del pacto?”
?Creo que sí. Todavía hoy un cierto recuerdo de que aquello fue muy importante, todavía queda. Fue muy consciente de su importancia.
¿Para qué sirvió y para qué sirve hoy en día el Pacto?
?Un acuerdo de esta envergadura y en la situación que estábamos viviendo en el año 88 y que 25 años más tarde ETA haya decidido liquidar su vida, alguna transcencencia ha debido tener. ¿Que tenía que haber sido antes? Sí, pero este tipo de cosas, sobre todo cuando una organización de estas está queriendo utilizar el sentimiento identitario, es muy complicado. Esta ha sido una piedra más en el camino para que haya llegado el momento. Lo que me da pena es que ese momento haya llegado tarde para la sociedad y con una sociedad muy harta.
Han pasado ya treinta años.
?Hoy estamos en otra fase. Lo que cambiaría al acuerdo es el título. Sería ‘para la Normalización y Reconciliación’, porque lo que nos falta como segunda pata de un gran acuerdo de país es la normalización de una vez por todas con el cumplimiento pleno y leal del Estatuto de acuerdo con su singularidad ?porque sigue sin cumplirse esa legalidad vigente? y el tema de la pacificación ya se ha logrado, pero lo que no se está cerrando es la reconciliación en positivo. Eso lo sigo viendo difícil. Para eso tendríamos que hacer otros artículos distintos.
¿Hoy en día sería posible ese Acuerdo?
?Hoy no sería posible, y no por parte del nacionalismo vasco, más bien diría por parte de la exacerbación del nacionalismo español, que además ha llevado el tema catalán a una mayor radicalidad. Hoy en día sería difícil acordar hasta lo que se dice en el Acuerdo de hace 30 años. En lugar de avanzar, en algunas cosas hemos ido hacia atrás.
El fin de ETA tampoco ha llegado como se planteaba en el Acuerdo, mediante un fin dialogado.
?No. ETA ha ido perdiendo todos los trenes que se le han ido propiciando, el del 89 (Argel), el del 98 (Lizarra) y el del 2004-2005 (Loiola). Ha perdido todos los trenes.
¿En aquel momento era impensable que ETA pudiera terminar por la vía unilateral, como ha hecho?
?En el año 88 era impensable, porque ETA se sentía muy fuerte. Luego, la sociedad ha ido viviendo el hartazgo frente a ETA.
¿La actitud actual de la izquierda abertzale y de los presos encajaría en el espíritu y la letra del Acuerdo de Ajuria Enea?
?Creo que sí. Si hoy en día se pretendiera hacer un acuerdo nuevo tendría que ser de Normalización y Reconciliación, no ya de Pacificación. Tendría que ser para ver cómo articulamos, convenciéndoles también a ellos, de que tienen que hacer algún tipo de reconocimiento. No sé cómo, porque en esta vida nadie pide perdón.
¿Cómo se logra la reconciliación?
?Con humildad y sin excesivos afanes de venganza. A veces uno tiene la impresión de que el Partido Popular se siente vencedor de manera unilateral y además quiere pasar la factura. Así no se resuelven los problemas de esta envergadura en un país. Parece que quieren demostrar que ellos tuvieron razón no aceptando el final dialogado, que ellos han liquidado el tema de ETA por medio de la derrota policial. l