Moscú - El ministro de Exteriores del Reino Unido, Boris Johnson, denunció ayer las injerencias rusas en los procesos electorales en Occidente, pero acto seguido pidió “pasar página” por el bien del mundo. “Serguéi, temo por su reputación. Creo que es muy importante que usted reconozca los intentos rusos de interferir en nuestro referéndum (sobre el Brexit) y elecciones”, dijo Johnson en una rueda de prensa a su colega ruso, Serguéi Lavrov. Lo cortés no quita lo valiente. Johnson denunció que “hay muchas pruebas de la injerencia de Rusia en las elecciones en Alemania, Dinamarca, Francia y Estados Unidos”, pero consideró que ha llegado el momento de “pasar página”. “Dichos intentos (de injerencia) deben quedar atrás. La gente quiere que las elecciones sean libres y democráticas y transcurran sin interferencia exterior. Estoy seguro de que Lavrov también apoyaría tales comicios”, señaló.
En cuanto a su país, matizó que “no hay ninguna prueba de una exitosa injerencia rusa en las elecciones en el Reino Unido”. “Sea como fuese, no tuvieron éxito. Puede estar seguro de que eso es muy importante. Considero que si esos intentos hubieran tenido éxito, las cosas serían completamente diferentes”, indicó.
Mientras Johnson no dejaba de bromear, Lavrov puso al mal tiempo buena cara e insistió en que ni el Reino Unido ni EEUU ni ningún otro país ha podido aportar pruebas sobre la interferencia rusa en sus elecciones. “Sigo queriendo recibir pruebas de que nosotros interferimos, pero en vano. Sin pruebas es muy difícil hablar. Considero que ustedes inventaron todo eso (...) y ahora son rehenes de ese tema”, dijo.
Recordó que decenas de personas han sido interrogadas en EEUU, pero nadie ha aportado “pruebas concretas” y recalcó que Rusia no ha cometido ningún acto de agresión contra el Reino Unido. “En cambio, hemos escuchado acusaciones, algunas incluso bastante ofensivas, de que apoyamos un régimen criminal en Siria, que somos agresores, que somos ocupantes, que anexionamos territorios ajenos”, recalcó. Johnson el primer jefe de la diplomacia británica que viene a Rusia en cinco años.