barcelona - Narrar lo que aconteció ayer en Catalunya roza todos los géneros cinematográficos. Drama, porque el proceso secesionista se vio en un tris de evaporarse; suspense, porque de una hora a otra el hilo argumental fue dando vuelcos; acción, ya que el volantazo fue provocando deserciones en las filas soberanistas cuando aún no había nada oficial; terror, porque más de uno se dio un susto; y comedia, en tanto que el epílogo, abierto, provocó más de una carcajada pasando de la risa al llanto y viceversa. Todo, para que Carles Puigdemont, que se acostó pensando en la independencia y se levantó con la intención de convocar elecciones para evitar que la aplicación del artículo 155 de la Constitución se cargara la autonomía catalana, pasara finalmente la pelota al Parlament, que a buen seguro procederá a votar hoy la declaración unilateral de independencia, deseo mayoritario en las filas de JxSí y la CUP. Lo que hizo el president fue un intento de defender el autogobierno en toda su extensión a cambio de que, rubricado por escrito, el Gobierno español le prometiera aparcar el precepto de la Carta Magna, y buscó un gesto a lo largo de toda la jornada, como por ejemplo que la Fiscalía abriera la puerta de la libertad a los dirigentes de la ANC y Òmnium, pero Puigdemont no lo encontró. Un último intento en pos del diálogo que tuvo al lehendakari Iñigo Urkullu como protagonista después de tratar el asunto con empresarios catalanes.
“No hay ninguna garantía que justifique las elecciones”. Con esta aseveración el jefe del Govern rechazó la llamada a las urnas dejando el horizonte preparado para la declaración de independencia tras no recibir del Ejecutivo de Mariano Rajoy ni una sola prueba de fe de que éstas se puedan celebrar con normalidad. Lo anunció en el Palau de la Generalitat, a las 17.02 horas, explicando que era su primera opción, considerando la “posibilidad de ejercer la potestad” que le corresponde como president para disolver el Parlament antes de que desde Madrid se pusiera en marcha el 155, ya que su deber consistía en “agotar todas las vías para encontrar una solución dialogada y pactada en un conflicto político y de naturaleza democrática”. Apuntó Puigdemont que, “como siempre, no he obtenido una respuesta responsable por parte del PP”, que según su prisma “ha añadido tensión” justo en un momento en el que “es necesario el diálogo y la distensión”.
En su declaración, el president consideró que con semejante escenario corresponde a la Cámara catalana “proceder con lo que la mayoría parlamentaria determine en relación a las consecuencias del 155” por parte del Gobierno español, de forma que el levantamiento de la suspensión de la declaración de ruptura gana enteros, en tanto que Junts pel Sí, en su reunión del miércoles, ya votó por apostar por la independencia. Puigdemont adjetivó como “abusiva y fuera de la ley” la intervención de la Generalitat por parte del Ejecutivo que lidera Rajoy en los términos que éste lo ha expuesto, puntualizando que la finalidad desde las filas unionistas es “erradicar el soberanismo y toda la tradición del catalanismo que nos ha llevado hasta aquí”. “No hay intención de parar la represión y procurar unas condiciones de ausencia de violencia en que unas posibles elecciones se hubieran podido celebrar”, argumentó. Enfatizó el president en su esperado discurso que “nadie podrá decir que no he estado dispuesto a los sacrificios” para poner facilidades al diálogo”, lamentando que en las últimas horas “la responsabilidad solo se nos exigía a unos”, mientras que “a los otros se les permite la más absoluta irresponsabilidad”. Cerró su alocución con un llamamiento a actuar a partir de ahora “con serenidad” porque “es necesario que el compromiso con la paz y el civismo se mantenga más firme que nunca” puesto que “solo así ganaremos”.
Todo apunta a que hoy, a las 14.00 horas, se resolverá el misterio sobre la declaración independentista tras un día, como poco, confuso y repleto de vaivenes, cambios de postura, conversaciones, negociaciones y, por encima de todo, mucho caos. Ya a media mañana saltaba la noticia de que los miembros de Junts pel Sí y la CUP (es más, Puigdemont llamó a la dirigente anticapitalista, Anna Gabriel, a las 11.27 horas) conocían que el president iba a convocar elecciones abortando la ruptura, lo que generó irritabilidad en un sector del independentismo mientras la militancia de la calle se congregaba en la plaza Sant Jaume para exigir que se proclamara la república. No faltaron los gritos de “traidor” hacia el propio Puigdemont a la espera de que, a las 13.30 horas compareciera él en el Palau, hecho que primero se retrasó una hora y posteriormente se suspendió. En ese instante se volvió a la incertidumbre, reavivándose todas las opciones sobre la mesa.
ni una señal desde madrid También reinaba la confusión en Madrid. El PSOE seguía dando por hecho que la convocatoria de los comicios provocaba la suspensión del 155, con gente como Miquel Iceta risueño porque al final, a su juicio, iba a imperar la lógica, pero las fuentes del Gobierno español mantenían que la tramitación en el Senado no se detenía, cumplimentándose lo que habían venido pronunciando durante toda la semana muchos ministros a las órdenes de Rajoy, que las elecciones no servirían para olvidar lo sucedido en Catalunya, sobre todo, desde el 6 de septiembre. Y pese a que algunos miembros del PP sí que parecían dispuestos a aceptar la enmienda del PSOE para suspender la aplicación del 155 si el president confirmaba con claridad que dejaba a un lado la DUI y disolvía la Cámara, a Puigdemont no le llegó ni una sola señal esperanzadora de que eso pudiera ser verdad. Un laberinto donde al final no le quedó otra que darle la palabra al Parlament.