Pedro Sánchez está decidido a apretar el acelerador para desalojar a Rajoy de La Moncloa. La moción de censura a la que se enfrentó el presidente español acabó en un fracaso cantado de antemano, pero ello no ha impedido encender de nuevo la mecha sobre la búsqueda de un Gobierno alternativo al PP. Desde la oposición encuentran dos conclusiones esperanzadoras tras el fallido órdago al presidente español: por un lado, la votación demostró que el Ejecutivo no tiene una mayoría estable, ya que tuvo el respaldo de menos de la mitad de la Cámara; por el otro, el debate exhibió un renovado clima de entendimiento entre la bancada socialista y Unidos Podemos.
La tribuna del Congreso fue testigo de la puesta de largo de un nuevo PSOE en el que las aguas bajan menos revueltas. El discurso del portavoz interino, José Luis Ábalos, recibió el aplauso unánime de sus compañeros en lo que supuso la escenificación de la reconciliación interna tras la fratricida guerra de las primarias. Además, el tono empleado rebajó exponencialmente la tensión con Unidos Podemos. Ahora Sánchez confía en que este nuevo escenario favorezca sus aspiraciones presidenciales, aunque es consciente de que ese camino no estará exento de baches. El primer clavo en sus ruedas es un problema puramente logístico. Su capacidad de interlocución con el resto de grupos está severamente limitada, ya que entregó su acta de diputado en octubre para evitar el mal trago de la abstención en la investidura de Rajoy. Sin el altavoz del escaño, está dispuesto a utilizar los recursos que tenga en su mano para plantear públicamente su ruta. Así lo hizo ayer en plena resaca tras la moción de censura en un artículo publicado en el diario El Mundo. Sánchez avisa de que se esforzará “por conseguir cuanto antes una amplia mayoría parlamentaria en el Congreso que desbanque al PP del Gobierno”.
Sus palabras abrieron el melón de una nueva tentativa para hacer caer a Rajoy desde la Cámara baja. Sin la participación de fuerzas independentistas, no obstante, la fórmula del líder socialista pasa necesariamente por la colaboración de Unidos Podemos y Ciudadanos, una difícil ecuación que ya intentó resolver sin éxito en el pasado y con escasas perspectivas de funcionar en el futuro. El duro cruce de acusaciones entre Iglesias y Rivera vivido el miércoles en la tribuna de oradores del Congreso no da pie a ninguna clase de entendimiento. Ambos líderes se enfangaron en una bronca discusión que alejó las ya de por sí distantes posiciones de sus respectivos grupos. En ese clima de tensión, Sánchez advierte de que no se arriesgará a lanzarse a la piscina sin estar seguro de que haya agua, en cuyo caso aguardará a una nueva cita electoral: “Si continúan los vetos, buscaré ese apoyo mayoritario al cambio en las urnas”.
Morados y naranjas cumplen papeles antagónicos en el Congreso. Desde que el propio Sánchez les sentó en una misma mesa en busca de apoyos para su investidura hace más de un año, las tiranteces entre ambas fuerzas han ido a más. Las diferencias también se evidencian en la disposición de cada uno de ellos a colaborar con el PSOE. Mientras Rivera califica de “política ficción” una posible reedición del acuerdo con los socialistas debido a la merma de diputados tras el 26-J, Sánchez e Iglesias ya se han puesto manos a la obra. Los dos líderes intercambiaron mensajes tras la moción de censura a iniciativa del secretario general de Podemos. En cualquier caso, tan solo fue una primera toma de contacto en la que se emplazaron a seguir conversando tras la celebración este fin de semana del Congreso Federal socialista.
RIVERA ECHA EL FRENO En Ferraz se muestran optimistas ante el complicado reto de derribar los vetos cruzados entre Unidos Podemos y Ciudadanos, a pesar de que ninguno de ellos presenta síntomas de querer hacerlo. Ábalos recurrió ayer a la épica comparando esa tarea con el exitoso salto de la dictadura a la democracia. En cambio, las reacciones no deparan buenas noticias para los intereses del PSOE. El partido naranja se encargó inmediatamente de echar por tierra sus esperanzas. Rivera no está dispuesto a participar en un “batiburrillo” de fuerzas y mucho menos con la formación de Iglesias, con quien discrepa “profundamente” en el modelo económico, político y nacional.
Pero el presidente de C’s también quiso marcar las distancias con el propio Sánchez, a quien apoyó en su intento por ser investido presidente. Le recriminó querer volver al hemiciclo a toda costa, recurriendo para ello a un “Gobierno Frankenstein”. “No se puede poner España en jaque ni patas arriba para que Sánchez recobre su escaño. Él se bajó de la legislatura y quiso hacer unas primarias fuera del Parlamento. Por eso ahora tiene que comentar la actualidad en los periódicos”, remachó en referencia al artículo de ayer.