GAsteiz - El 24 de abril de 2013 las nueve plantas del edificio Rana Plaza -cerca de la capital de Bangladesh- se derrumbaron provocando 1.134 muertos y más de 2.500 heridos entre las personas que trabajaban en las cinco fábricas de ropa que tenían allí su sede y abastecían a una treintena de firmas internacionales. La tragedia de ese día también acabó con las excusas de gran parte de la sociedad para seguir ignorando las condiciones en que se confecciona la ropa de las principales cadenas de moda y que tan alegremente compramos temporada tras temporada.
Cuatro años después de la tragedia de Rana Plaza la industria textil que abastece a Europa desde Asia o África está lejos de respetar la seguridad y la dignidad de sus trabajadores, pero se siguen dando pasos para que los consumidores sepan dónde y en qué condiciones se fabrica la ropa.
La semana pasada, tres días después del cuarto aniversario del derrumbe de Dacca, el Parlamento Europeo aprobó una resolución para obligar a los proveedores de la industria textil que abastecen a la Unión Europea a respetar los derechos de sus trabajadores en todo el mundo. “No podemos cerrar los ojos si nuestras ropas se producen a costa de gran sufrimiento. Sólo normas obligatorias pueden garantizar que los productos vendidos en Europa respetan la dignidad y los derechos de millones de trabajadores. La UE dispone de las herramientas para actuar, pedimos a la Comisión que lo haga”, señaló en la sesión la eurodiputada Lola Sánchez.
“La desgracia del derrumbe de Rana Plaza, la muerte de tantas personas hizo que se pusiera el foco mediático en la realidad de la industria textil. No era el primer accidente de este tipo, pero eso logró que la presión que estábamos llevando a cabo con la campaña internacional Ropa Limpia para el acuerdo sobre seguridad de los edificios y contraincendios en Bangladesh empezara a dar frutos, ya que las empresas comenzaron a firmar. Llevábamos dos años intentando que las empresas firmaran el acuerdo y no lo hacían, porque se trata de un documento que les vincula legalmente. Consideramos que es un acuerdo muy importante y un hito en la reivindicación que hacemos a la industria textil”, explica Iratxe Arteagoitia, técnica de Setem Hego Haizea, la organización que abandera en el Estado español la campaña Ropa Limpia.
acción de los ciudadanos Iratxe Arteagoitia recordó a este periódico que los ciudadanos de Europa “somos parte de la cadena de la industria textil”. “Si las trabajadoras están en la parte de la producción, nosotros estamos en la parte del consumo y podemos hacer mucho presionando a las marcas para que exijan a sus proveedores y sean transparentes, para que nos digan dónde y en qué condiciones se produce la ropa”.
“Cuando las marcas notan que el consumidor es consciente y crítico, cuando el consumidor le dice a la marca ‘si me entero de que la fábrica donde tú produces hay incendios, derrumbes, las trabajadoras no tienen salarios dignos, no voy a seguir comprando’, lo notan. Lo hemos comprobamos con el desastre de Rana Plaza y el acuerdo de Bangladesh. Los consumidores primero tenemos que tener información y luego ser críticos y exigir a las marcas que cumplan y garanticen seguridad, salarios y transparencia”, asegura Arteagoitia.
Sobre los avances registrados en estos cuatro años Iratxe Arteagoitia señala que “200 empresas se han adherido al acuerdo, se han visitado e inspeccionado las fábricas que trabajan para ellas, se han revisado los edificios para que no vuelvan a ocurrir accidentes como el de Rana Plaza y se han dado los plazos precisos a las empresas para que solucionaran las deficiencias. Pero ese acuerdo que firmamos hace justo 4 años es vinculante por un plazo de 5 años, por lo que ahora hemos empezado la presión para que las marcas amplíen el plazo, para que el acuerdo de Bangladesh extienda su vigencia y afecte no solo a las medidas de seguridad sino también a la transparencia de las cadenas de suministro”.
La campaña Ropa Limpia busca cambiar las condiciones de trabajo en las fábricas que abastecen a las firmas de moda, ya sean cadenas low cost o marcas de prestigio, y también trata de mejorar la información que dan a los consumidores sobre la procedencia y la forma en que se produce la ropa y complementos que venden. “Europa debe liderar este cambio por principios y responsabilidad. También por su influencia en la industria: la Unión Europea es uno de los principales destinos de la ropa producida en países con alto riesgo de violación de los Derechos Humanos como Bangladesh, Camboya o Pakistán. Y las transnacionales europeas concentran buena parte de su producción en estos países” , apunta Eva Kreisler, coordinadora de la campaña Ropa Limpia.
En la UE La resolución del Parlamento Europeo -aprobada el jueves pasado por 505 votos a favor, 49 en contra y 57 abstenciones- denuncia que, en la manufactura de las prendas de ropa en todo el mundo, a menudo niños y mujeres jóvenes trabajan “largas jornadas, con sueldos bajos, en condiciones peligrosas, de inestabilidad y violencia”, según la Eurocámara.
El texto parlamentario pide a la Comisión Europea (CE) que prepare una propuesta legislativa para implantar un sistema de diligencia debida similar al establecido en las zonas mineras en conflicto. Pide, además, que la UE se asegure de que los países exportadores de productos textiles con acceso preferente al mercado europeo respeten las directrices fijadas y que los Estados miembros de la UE promuevan los derechos laborales con sus socios. Para generar concienciación, los diputados europeos proponen que las prendas lleven un etiquetado que evidencie el “impacto social” de sus productos.
“El sistema de producción actual dificulta establecer cómo y dónde se producen las prendas de vestir, es decir, trazar el origen de la ropa y evaluar adecuadamente si ha sido producida de forma sostenible”, alerta el Ejecutivo comunitario poniendo el ejemplo de Bangladesh, donde una reciente encuesta refleja que el 32% de 479 fábricas entrevistas eran subcontratas informales y el 91% de los talleres informales del país produce para la exportación. El 60% de las exportaciones textiles de Bangladesh tienen como destino la UE.
En la actualidad, la UE ya cuenta con legislación aplicable para contribuir a la gestión responsable en la cadena de producción del sector textil -incluso en los países en desarrollo-, como la directiva que obliga a las multinacionales a dar información sobre el respeto de los Derechos Humanos y su política social.
Está previsto que la Comisión Europea haga públicos en 2018 los primeros informes sobre la transparencia de las compañías del sector textil. “Deben abordarse los grandes desafíos sociales y ambientales en muchas factorías y ubicaciones internacionales”, insiste el Ejecutivo comunitario.
Algunos ejemplos son los salarios por debajo de los mínimos de supervivencia, el tráfico humano, el trabajo forzado, la mano de obra infantil, la falta de negociación colectiva y contratos regulados, así como los problemas de seguridad de las fábricas, el uso de químicos peligrosos en la producción de ropa y la posición precaria especialmente de las mujeres, que representan el 75% de las plantillas del sector textil a nivel mundial.
Tragedia. El 24 de abril de 2013, el edificio Rana Plaza en Savar, cerca de Dacca en Bangladesh, se derrumbó. Albergaba cinco fábricas de prendas de vestir y ocasionó la muerte de 1.134 de sus trabajadores. Más de 2.500 resultaron heridos.
Reacción. El Gobierno de Bangladesh, las compañías internacionales, agencias y propietarios de fábricas respondieron a la tragedia consensuando varias medidas, como la firma del Acuerdo sobre Incendios y Seguridad en Edificios en Bangladesh.
Bangladesh es uno de los mayores exportadores de textil del mundo. Estas exportaciones son uno de los grandes motores de crecimiento del país, suponen una quinta parte de su PIB y dan trabajo a unos cuatro millones de personas, la mayoría de ellas mujeres.
En otros países de la zona, como India o Camboya, las condiciones laborales de los trabajadores empleados en fábricas textiles son similares. Los salarios difieren pero pocas veces superan los cien euros al mes.