¿Por qué un premio Nobel de la Paz como Obama, abanderado del fin de las guerras de Irak y Afganistán está empeñado en atacar Siria? Una acción bélica que ayudaría a los batallones que Al Qaeda tiene desplegados en el país, una organización que ha matado a centenares de soldados norteamericanos en Irak y Afganistán y a miles de civiles en las Torres Gemelas. Tanto es así que muchos soldados han utilizado las redes sociales para mostrar su desacuerdo a "combatir con Al Qaeda en Siria". Y quiere atacar este país en contra de la opinión de sus propios ciudadanos, sin la colaboración de su incondicional aliado británico, sin el visto bueno de la Liga Árabe, contra la legalidad de la ONU e incluso frente a la postura del Vaticano.

Desde la guerra de Irak, nadie se atreve a dar una respuesta concluyente, pero los más prestigiosos analistas han esbozado ya un ramillete de argumentos. Por un lado estarían las razones internas, que se dividirían en dos partes. Una es la económica.

A mediados de octubre el Gobierno de EEUU superará el techo fiscal de 16,7 billones de dólares y necesita el apoyo de los legisladores republicanos para poder superar el endeudamiento o el abismo fiscal, ya que si no lo consigue no podrá pagar ni a los funcionarios.

Los republicanos ya se han mostrado en contra de dar ese balón de oxígeno a Obama, pero si el país entra en guerra nadie podría negarle la ampliación de esa deuda.

Otro de los argumentos es el de la imagen. El comandante en jefe, que tan bien ha sabido utilizar su jefatura ante los huracanes que han asolado la costa este norteamericana, ya no puede seguir viviendo de las rentas de la muerte de Bin Laden en su política exterior. La imagen tanto interna como externa del que se supone líder mundial ha caído en picado, sobre todo, tras las revelaciones sobre el espionaje y el asilo de Snowden en Rusia. Esta sería la segunda teoría en clave interna; necesita dar una imagen de fortaleza. El propio Obama señalaba, camino de la reunión del G20, que "mi imagen no está en juego" respondiendo a ese argumento.

En cuando a los factores externos, habría varias líneas de argumentación: la presión de Israel, la amistad con Arabia Saudí y la pérdida de la batalla del gas frente a Rusia.

La primera se fundamenta en que gran parte de las presuntas pruebas que el mandatario norteamericano dice tener han sido proporcionadas por el Tsahal -Ejército israelí-.

Mientras la Casa Blanca hace pública la agenda de contactos telefónicos con los líderes internacionales, mantiene en secreto los que Obama tiene con Netanyahu, ya que a Tel Aviv le interesa acabar con un régimen que tiene clavado en su costado un importante arsenal de armas químicas e incluso el propio Netanyahu le ha apremiado públicamente a "sacar las armas químicas de Siria". Pero Israel tiene más motivos para presionar a Obama. La caída de Al Asad dejaría a su archienemigo Hezbolá huérfano y desasistido. Además un ataque a Siria podría atenuar las enormes presiones, tanto israelíes como del lobby judío norteamericano, para que ataque a Irán. Incluso ese ataque podría ser correspondido por Netanyahu con una posición menos intransigente en las nuevas conversaciones abiertas con los palestinos, un diálogo por el que ha apostado fuerte Obama. Morris Amitay, abogado y fundador del grupo pro-israelí Washington Political Action Committee se ha reunido con influyentes senadores y congresistas norteamericanos reclamándoles la intervención militar en Siria para dar un ejemplo a Teherán.

el amigo saudí Arabia Saudí controla el petróleo de Oriente Medio, tanto el propio como el de las monarquías del Golfo que siguen sus dictados.

Los saudíes, líderes del mundo suní, quieren deshacerse del pro-chií régimen sirio y poder controlar el Líbano. Medios periodísticos libaneses aseguran que el todopoderoso jefe de los servicios secretos saudíes, Bandar ben Sultan, está moviendo ya sus piezas en el país.

Además, EE.UU. iniciaba el viernes la retirada de su personal diplomático en Beirut. Lo que es público y notorio es que la monarquía saudí es quien financia a los rebeldes, relevando en ese papel a Catar.

EEUU tiene una estrecha relación con Riad en la cuestión petrolera y además le debe el favor de haber sido su base durante la guerra contra Sadam Husein en Irak. Las presiones saudíes por sí solas no serían motivo de la intervención, pero sí un argumento a favor.

la 'guerra del gas' con rusia El petróleo sirio no es tan importante como para una aventura militar, pero Siria almacena una ingente cantidad de gas y éste sí que podría ser uno de los grandes intereses norteamericanos en el ataque.

Analistas especializados en las fuentes energéticas aseguran que si el petróleo marcó las estrategias del siglo XX, el gas es quien lo hará en el presente. Rusia se dio cuenta de ello y creó en 1995 el gigante Gazprom y construyo un enorme gasoducto (South Stream) que abastece en la actualidad a Europa a través de Alemania. Mientras, el proyecto de EEUU y la UE (Nabucco) parece haberse estancado debido a su elevado coste, unos 20.000 millones de euros (el doble de lo presupuestado inicialmente) y la falta de interés de los países que debían suministrar el gas -Kazajistan y Azerbaiyan-.

El control del gas sirio podría ser la clave de la energía del siglo XX y daría el impulso definitivo al enquistado proyecto Nabucco. Ninguno de estos motivos, por sí solo, parece tan fuerte como para impulsar a Obama a enfrentarse a tanta oposición a la intervención, pero si sumamos todos ellos, quizás sí.